Las promesas rusas convencen de momento a los tártaros de Crimea
La población local sigue a la espera de que se afiance de manera definitiva la intervención rusa. En el día a día la normalidad se va afianzando en Crimea quedando como los únicos focos de tensión aquellas bases militares ucranianas que no han cambiado de bando.
Los tártaros se presentaban a priori como la mayor fuerza opositora a la intervención rusa en Crimea, pero aguardan con expectación el desarrollo de los acontecimientos del conflicto que se desarrolla entre las autoridades de Moscú y Kiev. Las promesas rusas de ayuda económica y las presiones parecen haber calmado los ánimos entre esta significativa y bien organizada minoría étnica de la región, que incluso hace tan solo unos días protagonizó una violenta manifestación en el centro de Simferopol a favor de que Crimea permaneciera dentro de Ucrania.
Sin embargo, varias reuniones les han hecho, si no cambiar, al menos replantearse su postura ante el nuevo estatus que parece que está consolidándose en esta península en el mar Negro. Oficialmente su postura es la de neutralidad absoluta ante los acontecimientos. Ello se debe, como ellos mismos reconocen, al miedo de que la situación actual no se consolide y tengan que dar todavía explicaciones al Gobierno de Kiev en caso de que este vuelva a tomar el poder en Crimea. Pero según pasan los días, queda cada vez más evidente que el tiempo ucraniano es pasado, y que la nueva realidad rusa ha venido para quedarse de manera oficial. Ello hace que los tártaros se vuelvan cada vez más receptivos a la postura rusa.
Anhelo de estabilidad
Su mayor temor es que rusos y ucranianos eleven el conflicto a un nuevo nivel. Ello traería destrucción y pobreza a la región, y por ello sufrimiento al pueblo tártaro. Todo lo contrario a una de sus mayores reivindicaciones, estabilidad. Estabilidad que no han tenido en los 23 años de gobierno ucraniano. Los sucesivos cambios del Ejecutivo de Kiev han hecho que los tártaros tuvieran que empezar cada vez desde cero en la defensa de sus derechos.
Como reconoce Ibrahim, una de las cabezas visibles de la comunidad y miembro del consejo municipal de Simferopol, la capital de Crimea, los tártaros «pedirán lo que tengan que pedir a las nuevas autoridades», pero para ello primero tiene que quedar claro quienes son los que van a tener el poder.
Por ahora, las promesas rusas gustan. Los cinco mil millones de dólares de inversión que ha prometido Moscú seducen, pero hasta que el dinero empiece a llegar los tártaros mantendrán sus reservas de a quien apoyar.
Moscú parece que ha hecho los deberes con está minoría de religión musulmana. Y lo ha hecho utilizando las cartas de las que dispone, dinero y contactos con las minorías musulmanas de la propia Federación Rusa.
Como reconoce Ibrahim, las visitas de los presidentes de las regiones rusas de Chechenia y Tatarstán, así como del principal Imán de Chechenia han convencido a los tártaros de Crimea de no oponerse al despliegue ruso por toda la península de Crimea.
Ello ha evitado que la minoría utilizara sus fuerzas de autodefensa, grupos paramilitares formados para «mantener el orden y evitar problemas para los tártaros», según Ibrahim. La comunidad tártara subraya que «en Crimea no ha habido ni habrá problemas étnicos por mucho que haya grupos extranjeros interesados en ello». Pero los tártaros tampoco dejarán de defender sus intereses. Ya que sus condiciones de vida tienen mucho margen de mejora incluso para los estándares locales.
Así según Ibrahim, «los tártaros viven en reservas como los indios norteamericanos. Por poner un ejemplo, solo una de las 180 calles habitadas por tártaros en la zona de Simferopol está asfaltada».
Otra de sus reivindicaciones es la vuelta de los cien mil tártaros que siguen viviendo en Asia central desde que fueron expulsados allí por Stalin.
Guerra de rumores
La jornada pasó tranquila por todo el territorio de Crimea. Fue, como reconocen los habitantes, un día laboral casi normal. Solo estuvo perturbado por los rumores lanzados por los diferentes medios de comunicación, sobre todo los internacionales, de inminentes enfrentamientos violentos en torno a las bases militares ucranianas que resistían el asedio, no violento hasta la fecha, de las fuerzas rusas y activistas de la población local. Ningún rumor se confirmó. Se mantenía la tranquilidad alrededor de todos los emplazamientos militares, por lo menos hasta el cierre de esta edición.
Los militares ucranianos están cada vez más aislados. Abandonados por Kiev, como ellos mismos reconocen en conversaciones privadas, y enfrentados a la población local, con la cual se identifican a pesar de todo, no parece que vayan a aguantar muchos días más. Esgrimen la profesionalidad y su juramento de lealtad para no pasarse de bando.
Ayer, las mayores bases recibieron la visita de Denis Berezovski, el exjefe de la Armada ucraniana. Llegó en helicóptero ruso y les ofreció cambiar de bando a los militares. Su ofrecimiento quedó, por el momento, sin respuesta, pero no era un secreto que ya se está debatiendo de manera interna entre los militares ucranianos bloqueados.