Patxi López y Roberto Jiménez entran a «renovar» el PSOE
El exlehendakari, Patxi López, y el exvicepresidente de Nafarroa en el Ejecutivo de Yolanda Barcina, Roberto Jiménez, son dos de los rostros de la «renovación» del PSOE en la nueva Ejecutiva de Pedro Sánchez, aclamado ayer como secretario general.
El primero será secretario de Acción Política, Ciudadanía y Libertades, un nuevo puesto recién diseñado al que accede desde la cartera de Relaciones Políticas, figura ideada por Alfredo Pérez Rubalcaba para integrarle en la dirección mientras dirigía el Gobierno de Lakua.
El segundo, que se estrena en la cúspide del PSOE, llega desde la secretaría general en Nafarroa, donde el partido lleva una sostenida línea descendente y cuya credibilidad está por los suelos tras el «marzazo»: el veto de Ferraz que impidió una moción de censura contra Barcina. Los dos representantes de Hego Euskal Herria en la Ejecutiva del PSOE comparten varios elementos: ambos han formado parte de un Gobierno pactado con la derecha unionista (el PP sostuvo a López, mientras que Jiménez inició la legislatura de la mano de UPN) y los habían anunciado que dejaban el liderazgo de sus respectivas federaciones con el partido en suelos históricos.
Tras una larga jornada de encuentros, el PSOE hizo pública su nueva dirección cerca de la 1 de la madrugada. No están ni Eduardo Madina ni José Antonio Pérez Tapias y con 25 secretarías y 38 miembros, tendrá 7 integrantes menos que la de Rubalcaba. Hoy tendrá que ser refrendada por los delegados del Congreso Extraordinario, que concluirá con un discurso del recién elegido secretario general, quien ya pronunció ayer sus primeras palabras como máximo responsable. Que Patxi López iba a repetir en la dirección del PSOE era algo que se daba por hecho, tal y como él mismo reconoció durante toda la jornada.
La pregunta era en qué puesto. En los días previos había sonado como aspirante a presidente del partido o secretario de Organización. No obstante, ha terminado adscrito a una secretaría de carácter político y que, al ser de nuevo cuño, él tendrá que dotar de contenidos. Los nuevos tiempos exigen nuevas caras», había asegurado tras las elecciones europeas del 25 de mayo, hace poco más de dos meses, donde el PSE sufrió un duro correctivo. Obtuvo 104.515 votos, abriéndose un abismo respecto a los 430.690 que logró en las generales de 2008.Ante el progresivo descalabro, terminó dimitiendo tras doce años al frente del partido.Sin embargo, y pese a los malos resultados, en aquella comparecencia no descartó dar el salto a Madrid, donde Rubalcaba ya estaba preparando la «renovación» de Ferraz. Fue entonces cuando dejó claro que estaría donde crean que puedo ayudar». Un ofrecimiento que le ha llevado directamente a la dirección de Pedro Sánchez, donde será el único representante de la CAV después de que Eduardo Madina descarse entrar tras ser derrotado por Sánchez.
Roberto Jiménez también accede a la Ejecutiva desde la secretaría general de un partido hundido.Es cierto que la crisis del PSN se ha convertido en un mal crónico (no levanta cabeza desde 1996, cuando se descubrieron cuentas en Suiza que pertenecían al entonces presidente, Javier Otano) pero los últimos meses han terminado por desprestigiar aún más a la formación. Jiménez inició la legislatura como segundo de Barcina pero menos de un año después de las elecciones, fue expulsado del Ejecutivo.
Desde entonces, las tensiones con Barcina fueron creciendo hasta que, en febrero, planteó la posibilidad de presentar una moción de censura tras el escándalo por las supuestas irregularidades cometidas por la consejera de Hacienda, Lourdes Goicoechea.Defendió la iniciativa pese a las primeras reticencias de Ferraz y, ante las voces que desde Madrid vaticinaban un veto, terminó proclamando la célebre frase de «en Navarra el PSOE soy yo». Una declaración contundente que se vino abajo cuando los emisarios de Rubalcaba le advirtieron que Barcina seguiría en su puesto. A partir de entonces se desarrolló toda la escenificación que desembocaría en el «agostazo», con críticas a la Ejecutiva incluídas. Unas críticas que no han supuesto un obstáculo para que el político de Pitillas de el salto a Madrid.