Velas y caricaturas en la plaza de la República
Miles de personas se concentraron ayer en la plaza de la República de París para rechazar el ataque contra la revista «Charlie Hebdo». A última hora, solo los más jóvenes aguantaban tras cuatro horas de protesta silenciosa, únicamente rota por gritos por la libertad de expresión y algunos intentos de cantar «La Marsellesa».
«Todos somos «Charlie Hebdo»». Los gritos, pasadas las 21.00, rodeaban la estatua de Marianne, uno de los símbolos de la República francesa que custodia la plaza del mismo nombre, el lugar en el que miles de personas se concentraron ayer en París para expresar su rechazo al ataque contra la revista satírica.
El lugar, no muy lejos de donde 12 personas habían perdido la vida a tiros por la mañana en el ataque, se colapsó a partir de las 17.00. Pasadas cuatro horas desde el inicio del acto, la concentración se encontraba en tiempo de descuento. Las calles adyacentes, cortadas y custodiadas por agentes de la Gendarmería, apuntaban más al regreso a casa. Sin embargo, cientos de personas se resistían a marcharse. La mayoría de ellas, jóvenes sin distintivos, más allá de algunas carátulas de la publicación y velas con las que recordar a los fallecidos.
Son las 21.15 y el núcleo duro no se mueve pese al frío. Tras arrancarse con una marsellesa que apenas encuentra respuesta en forma de tímidos murmullos, uno de los encaramados en la estatua pide un minuto de silencio «por los dos policías». Todo el mundo calla. «¡Viva la Policía!», se escucha de fondo. Y la concentración vuelve a su estado natural. Entre los manifestantes, proclamas por la libertad de expresión, un hombre con un cartel que reivindicaba su carácter musulmán para desligarlo del atentado y, sobre todo, eslogans de apoyo al medio. «Lo necesitamos», remarcaban.
También, en la línea de la revista, una pancarta con una caricatura de los dioses de las tres religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islam) con el lema: «dios no existe». En el suelo, en pequeños grupos, algunas personas mantenían una vigilia. Las velas, formando un corazón y, en el medio, rosas blancas y rojas y, cómo no, algún número antiguo de «Charlie Hebdo». Una posición más solemne pero complementaria con quien prefería mantenerse agarrado a la estatua. A esa misma hora, según señalaba la televisión de un local cercano, los cuerpos de los dibujantes eran evacuados tras diez horas de trabajo de la Policía. Daba la sensación de que este grupo no tenía pensado moverse de allí.
La clausura de la plaza de la República y de su estación de metro es una de las señales del incremento securitario desplegado durante la misma jornada del atentado. En el aeropuerto Charles de Gaulle, pese a que en la ventanilla de información insistían en que se había redoblado la vigilancia, no daba la sensación de un control asfixiante. Sí, había una mayor presencia de uniformados, pero sin estridencias. Hasta que uno se cruzaba con los militares, enfundados en trajes de camuflaje y personajes poco habituales en grandes centros de acogida de viaje, no se caía en la cuenta de que algo grave había ocurrido.
«Esto lo terminará aprovechando el Front National», indicaba un hombre que abandonaba la concentración. Cierto es que, al menos ayer, la tentación de la consigna ultra quedó fuera de la protesta ciudadana. Aunque también es cierto que las primeras 24 horas son de «shock». Hoy, con la jornada de luto convocada por Francçois Hollande se celebrarán nuevos actos.