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PASOK, el ocaso de un mito

Creado en 1974, unas semanas después de se pusiera fin a la Dictadura de los Coroneles, el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK) ganó sus primeras elecciones en 1981 al lograr el respaldo de casi la mitad de los votos con la promesa de sacar al país de la OTAN y de la Comunidad Económica Europea (CEE). Aquejado por un mal que parece incurable, hoy se debate entre el neoliberalismo y la desaparición.


Las elecciones legislativas que tendrán lugar este domingo marcarán, muy probablemente, el inicio del fin de una organización que «durante cuarenta años fue el partido de las clases populares y medias, y que hasta 2010 fue la principal fuerza política en Grecia», tal como indica a GARA el analista político Yanis Jrisoverghis.

El PASOK dio cuerpo al sistema bipartidista surgido tras la dictadura y, en los años 80 del pasado siglo, integró a una emergente clase media que exigía su participación en el poder político, junto a pequeños agricultores y amplios sectores de la clase obrera procedentes de las filas comunistas. Con ese perfil, no es de extrañar que, en un principio, los poderes económicos le temieran por su discurso incendiario y por su capacidad de movilización.

Sin embargo, desde su llegada al poder en 1981 hasta ahora, el PASOK fue invirtiendo los términos y perdiendo apoyo social a medida que ganaba el de las élites. En estos momentos, el partido presidido por Evangelos Venizelos es un residuo que todavía goza de un cierto apoyo por parte de ciertos grupos económicos y por un sector de la clase media que aún no ha sido tocada por la crisis o que, incluso, se ha beneficiado de ella.

Para Jrisoverghis el punto de inflexión tuvo lugar tras la victoria electoral de Yorgos Papandreu en 2009, pues este era «la última esperanza de regeneración y supervivencia, no solo del PASOK, sino de todo el sistema político instaurado tras la dictadura. La crisis en Grecia no alcanzó únicamente al sector económico; también golpeó en el plano social y político. Era una crisis de valores». Pero la desastrosa gestión llevada a cabo por Papandreu durante los seis primeros meses de su gobierno condujo al Estado heleno al primer memorando de préstamo e introdujo unas medidas de austeridad draconianas. «Las reacciones que eso provocó fueron fatales para el PASOK -rememora el analista- y fue vivido como un traición por parte de la mayoría de la población».

A eso hubo que sumar las tramas de corrupción, extendidas y arraigadas en el partido tras tres décadas de alternancia política, a las que Papandreu no fue capaz de poner fin. «El problema es que Venizelos siempre representó la parte más corrupta del partido junto con el exministro de Defensa Akis Tsohatzopulos, que ahora se encuentra en la cárcel acusado de múltiples delitos», añade Jrisoverghis.

En la encrucijada

En la actualidad, tres son los partidos que se disputan, con matices, el mismo espacio político, pero el PASOK es el que lleva las de perder. Por una parte, «Venizelos es el rostro más negro del PASOK y muchos de sus potenciales votantes lo desprecian», explica nuestro interlocutor.

Su último reducto electoral, ese sector pudiente de la clase media, se encuentra en el objetivo de To Potami (El Río), una formación creada poco antes de las elecciones al Parlamento Europeo de 2014, en las que obtuvo el 6,6% de los votos. To Potami se presenta como una opción joven, limpia y progresista. Y sin ninguna referencia a la palabra socialismo, algo que agradecen sus virtuales votantes, más cercanos a la ideología neoliberal que a la tradicionalmente asociada con la izquierda.

El tercero en discordia es el Movimiento de los Socialistas Democráticos, creado por el propio Yorgos Papandreu en el inicio de la presente campaña electoral. El ex primer ministro ha tratado de unir a los antiguos militantes desencantados del PASOK, entre quienes se encuentran muchos integrantes de las clases populares y medias más golpeadas por la crisis que tienen miedo del discurso de la izquierda asociada a Syriza y al Partido Comunista. La incógnita que resolverán las urnas este domingo es si un partido nuevo, carente de recursos económicos y sin ningún apoyo mediático, puede superar la barrera legal del 3% de los votos que le darían acceso al Parlamento.

Por el momento, Papandreu ha vuelto a insistir esta semana en la idea de que el próximo gobierno, lo integre quien lo integre, debería ratificar el resultado de las negociaciones que su gobierno llevó a cabo con la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) mediante un referéndum, para que sea el pueblo griego quien decida. Una propuesta esbozada por él mismo en noviembre de 2011 y que le abocó a la renuncia como primer ministro ante la presión de las instituciones europeas, lo que Papandreu definió como «una derrota para la democracia».

Si el PASOK no consigue la representación necesaria para poder formar parte de una nueva coalición de gobierno, habrá comenzado la cuenta atrás de su desaparición de la escena política, pues, como ilustra Jrisoverghis, «este partido fuera del poder es como una camisa vacía, no es nada, porque carece de todo apoyo popular y su único objetivo es servir a las élites».