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Mariano Rajoy se aferra a la autocomplacencia

No hubo rescate ni tampoco existe una grave crisis social. En su intervención en el Debate sobre el Estado de la Nación, el presidente español ha vendido una imagen autocomplaciente y ha defendido sus políticas de ajuste como la única alternativa frente a opciones como Podemos, a quien no ha nombrado.

El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, durante su intervención en el Debate sobre el Estado de la Nación. (Pierre-Philippe MARCOU/AFP)

«Hace tres años España ocupaba en Europa el rincón que corresponde a los problemas y las inquietudes. Ha sabido salir adelante por sus propios medios», ha afirmado Mariano Rajoy, quien ha considerado que «evitar el rescate» ha constituido la «principal decisión» de la legislatura. Obviando que la banca del Estado sí que recibió una inyección de 100.000 millones de euros en 2012 a cambio de cumplir con las exigencias de la Troika, el jefe de Gobierno español ha dibujado un panorama idílico, con previsiones de crecimiento del 2,4% del PIB e incremento en el número de empleos fijándose el objetivo de 3 millones de puestos de trabajo netos para los próximos años.

Teniendo en cuenta que este 2015 abre un ciclo electoral clave, Rajoy ha dedicado buena parte de su discurso a alentar el discurso del miedo a opciones como Podemos, a quien no ha nombrado, partiendo de la base de que la economía española funciona y que un cambio en Moncloa implicaría ubicarse en el mismo contexto en el que se encontraba Madrid en 2011. En definitiva, su discurso más triunfalista de la legislatura, dedicado a reescribir lo ocurrido en los últimos tres años con el objetivo de no perder el Gobierno en un momento en el que las encuestas vaticinan el desplome del bipartidismo.

«Nos hundíamos y ahora estamos creciendo. Nos ha costado dos años en recuperar el vigor», ha dicho Rajoy, destacando que ahora el Estado español se encuentra en la senda del «crecimiento y el empleo». En datos, ha indicado que hay 74.000 parados inscritos menos que cuando accedió al Ejecutivo, obviando, por ejemplo, los datos de emigración y de personas que dejan de apuntarse al paro por haber perdido todas las ayudas. El inquilino de la Moncloa, sin embargo, ha seguido erre que erre con su visión alejada de la realidad social: «Nos negamos a salir de la crisis a expensas de los pensionistas, los parados y la caja de seguridad social».

La supuesta ausencia de rescate, que choca con la inyección monetaria que recibió el Estado para no dejar caer a los bancos se ha convertido en su principal argumento. «Nos hemos rescatado a nosotros mismos», ha insistido. Como en 2012, cuando dijo que él fue quien presionó para garantizar las condiciones del memorándum aprobado por la Troika, ha sacado pecho y ha asegurado que «había muchos que creían que no lo íbamos a conseguir y recomendaban el rescate». En su opinión, se ha logrado «recuperar la economía, reducir el déficit y no tocar los gastos sociales».

En este punto, ha aprovechado para comparar la situación de Madrid con las de otros estados y ha defendido que no hubo rescate porque no se obligó a bajar las pensiones («un 20% en algunos casos»). La idea de que no se han tocado los derechos sociales (pese a los recortes en sanidad o educación) se ha convertido en otra de las patas del argumentario. En este sentido, ha reivindicado que «la nación ha salido de la pesadilla» y, con su bancada entregada, ha celebrado que «la población aceptó lo inevitable», en relación a las medidas de austeridad, y ha insistido en que su objetivo era «no dejar a nadie a la espalda». En un arranque de cinismo ha llegado a afirmar que la ley antidesahucios que promovió ha logrado 3.500 daciones en pago, olvidando que solo en 2014 se produjeron 30.000 lanzamientos.

Corrupción y Catalunya, en cinco minutos

La crisis del Estado no es solo económica, pese a que Rajoy ha dedicado la mayor parte de su intervención en glosar la supuesta bonanza monetaria. Otras cuesitones como la corrupción o la ola soberanista catalana han sido ventiladas en apenas cinco minutos. Sobre los escándalos, Rajoy ha llegado a sacar pecho, enumerando un paquete de medidas ya avanzadas en otras ocasiones y afirmando que su Gobierno será pionero en el control de la actividad pública y la lucha contra el fraude. Ni una sola palabra para tramas como la Gürtel o la Operación Púnica, en las que están involucrados altos cargos de su partido. Tampoco hacia su propia sede, pagada con dinero negro según Hacienda. 

Sobre Catalunya, Rajoy se ha limitado a lanzar un «corta-pega» de discursos anteriores. Ha insistido en la «indivisible unidad de España», ha calificado el referéndum del 9 de noviembre como «una suerte de evento propagandístico» e «iniciativa perniciosa e ilegal» y ha censurado que se llevase a cabo. «No aceptaré que se ponga en tela de juicio la unidad de España», ha insistido.

Lo que veía malo para Madrid, bueno para Atenas

El presidente español también ha hablado sobre la reciente reunión del Consejo Europeo y ha considerado una «buena noticia» el acuerdo alcanzado con Grecia. «Se constata la voluntad del Gobierno griego de seguir cumpliendo con las normas», ha afirmado, dejando ver con satisfacción que el que manda sigue siendo la Troika, a quien ha bautizado con el eufemismo de «instituciones», nuevo apelativo para el Consejo de Europa, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional. Sobre la deuda griega, se ha abonado a la tesis de que «los compromisos se cumplen», y ha situado en 26.000 millones de euros la cifra supuestamente comprometida por el Estado en el rescate griego. Es decir, que lo que veía malo para Madrid no lo ve para Grecia, a quien obliga a cumplir con una normativa que le ha empujado a sufrir una situación crítica.

Las referencias al nuevo gobierno griego de Syriza han constituido el enganche para el último tramo de su intervención, dedicada al discurso del miedo y pronunciada poco después de celebrar el pacto de Estado entre PP y PSOE que apuntala la «gran coalición» en un momento de deslegitimación del bipartidismo. «Se puede salir adelante sin desgarros, sin ahondar en las desigualdades y sin poner en peligro el Estado del Bienestar», ha considerado, advirtiendo de que «nada de lo que hemos conseguido es irreversilbe, se puede deshacer como un azucarillo». Ahí entra el temor de que fuerzas como Podemos puedan imponerse en los próximos comicios.

Ha considerado que cuestionar las políticas de recortes «preparan la tierra para que la siembren con éxito los demagogos», y ha descalificado las propuestas de la formación de Pablo Iglesias, a quien no ha nombrado, afirmando que si se cumpliesen promesas como la de subir el salario mínimo y garantizar una vivienda «tardaríamos seis meses en volver a la ruina más descarnada». 

A juicio del triunfalismo de Rajoy, el Estado español ha logrado recuperarse «sin rupturas sociales ni territoriales», siendo «capaz de proteger la unión y la igualdad de todos». Ha concedido tres puntos negativo, reconociendo que existe una «deuda millonaria y una tasa de paro inaceptable», así como que existe una capa de la población que no nota el panorama idílico que ha tratado de vender. Sin embargo, insiste en que todavía podría ser peor en caso de que el PP no mantenga el timón del Estado. Algo que podría ocurrir en las próximas elecciones, tal y como ha deslizado.

Tras el discurso de autobombo de hora y media, esta tarde comenzarán las réplicas de la oposición. Hoy se estrenan dos oradores: por una parte, Pedro Sánchez, como nuevo secretario general del PSOE, que releva a Alfredo Pérez Rubalcaba. Por la otra, Alberto Garzón, candidato a Moncloa de IU, releva a Cayo Lara. En principio, las formaciones abertzales, PNV, Amaiur y Geroa Bai intervendrán mañana a partir de las 9 de la mañana.