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La trastienda del «navarrísimo»

Una campaña está pensada para ser visto a través de un determinado foco desde el que todo fluye. Alterando la perspectiva, cambia todo. «Navarrísimo» tuvo un acto en el monumento a los fueros con enorme trasfondo. Y mientras, Bildu se fue a Agoitz, el pueblo víctima de la gestión de Javier Esparza.


El jefe de campaña de Esparza indica a las cámaras que se giren. «El autobús entrará por ahí», les indica Joaquín Ortigosa, conocido rostro de Telenavarra reconvertido hace tiempo en gurú de los medios de UPN. Ortigosa lleva tiempo preparando la campaña, desde antes incluso de dejar formalmente su puesto a cargo del erario público como asesor de Barcina, cosa que hizo a finales de marzo.

Durante la espera, el antiguo rostro del informativo territorial da indicaciones a sus excompañeros de TVE. Les dice que hagan una buena panorámica del Monumento a los Fueros, en buen tono, como bromeando. A ver si cuela. El cámara le responde que no sale, que es demasiado alto. Discuten la jugada. En estas, al fin llega el autobús del candidato.

El conductor entra en el Paseo Sarasate con autoridad, nada menos que plantando el autobús en pleno vado de la Diputación. Javier Esparza se baja con paso enérgico, llevando a la zaga a Sergio Sayas. Se reúne con sus compañeros de filas entre apretones de manos y sonrisas. Para el discurso fuerista de las esencias quieren dar buena imagen y, eliminada ya Yolanda Barcina (que estaba cerca pero no acudió), alinea casi todos los principales nombres. Se ve a Alberto Catalán, a Enrique Maya, a Maribel García Malo, a la desconocida número dos (Ana San Martín)… Incluso al fondo a la izquierda se asoma Ignacio Polo, el exconcejal de Seguridad Ciudadana que dimitió por estampar bebido un coche público cuando lo estaba usando para irse de potes con un amigo. Como el conductor del «Esparzabús», Polo era famoso por aparcar donde le venía en gana abusando de su tarjeta de concejal. De hecho, su coche fue inmortalizado ocupando plaza de minusválidos.

Van sucediéndose los saludos entre gerifaltes. Y mientras, el autobús ahí sigue, cruzado en el vado presidencial. Encima, aparcado en perpendicular y ocupando varias plazas a lo largo.

Los periodistas de las radios se apiñan junto al equipo de sonido para meter las clavijas y coger «limpias» las declaraciones de Esparza. Un pequeño generador de gasolina alimenta el equipo de sonido, a la par que genera un ruido ensordecedor. El candidato comienza a lanzar loas al Fuero y culpar a los nacionalistas de querer «acabar con Navarra» o pretender «la anexión a Euskadi». Una periodista que toma notas en un cuaderno interrumpe. «No se oye nada», vocea para imponerse al generador. Vuelve a intervenir Ortigosa. «Es que no vas a oír. Esto es para las televisiones y radios. No tenemos altavoces».

Esparza ni se inmuta. Tampoco eleva la voz para que la periodista le oiga. «¿Puedo seguir?», pregunta. Ortigosa asiente. Y sigue: «Euskadi tiene un Concierto, que es una carta otorgada, que puede suprimirse de manera unilateral en cualquier momento. Más Euskadi es igual a menos Fueros y a menos autogobierno...».

Al final, tras 20 minutos largos, los forales que están vigilando la Diputación y que han visto todo el rato el espectacular (por descarado) aparcamiento del autobusero le piden que se dé unas vueltas al Paseo Sarasate para no dar tanto el cante.

Un discurso muy tocado

La defensa de «los Fueros» es la clave de un partido muy tocado tanto por la gestión (debacle de CAN, de Osasuna, de Sodena, IVA de VW, Eguesibar, Gendulain, TAV...) como por haber impulsado recursos ante el Constitucional por parte de Madrid que han acabado limitando enormemente la capacidad legislativa de Nafarroa. El mayor daño lo ha sufrido la potestad tributaria, que es la más importante, sobre todo tras la sentencia sobre los pequeños productores de energía. En lo político, el peligroso juego de UPN de buscar apoyo en Madrid para parar los pies al Parlamento tuvo su peor momento en la crisis de VW, cuando Yolanda Barcina reconoció que la viabilidad de Nafarroa estaba «en cuestión».

UPN ha articulado toda su campaña en reconstruir su imagen de defensor de Nafarroa. Y no ha reparado en gastos. Ortigosa también es un «machaca» en realidad. UPN ha contratado al padre de la campaña de «ZP» para José Luis Rodríguez Zapatero: Juan Campmany, presidente de DDB. Ha sido Campmany quien se ha sacado de la chistera eso de «Navarrísimo», intentando hacer de Esparza un héroe de epopeya, con retratos en blanco y negro y usando los colores que auparon a Obama. Unos gastos sin precedentes, puesto que mientras fue UPN socio del PP era Génova quien sufragaba la campaña. Por eso UPN no tiene (o tenía) créditos.

La gestión, su punto flaco

Si la evidente falsedad de la defensa del autogobierno se camuflan tras el «Navarrísimo», el otro gran talón de Aquiles es la gestión, que aflora en Agoitz como fallo personal del candidato y exalcalde. Tras cuatro años de buena gestión de Bildu, el Consistorio empieza a despegarse de sus deudas de su etapa megalómana. Ayer, Adolfo Araiz se desplazó ahí para reivindicar que «otro modelo de hacer política es posible, mano a mano con la ciudadanía». El candidato de EH Bildu remarcó que el buen hacer del actual alcalde Unai Lako frente a las deudas heredadas has sido reconocido por la Cámara de Comptos.

Tras la era de Esparza, en Agoitz ya no se presentan ni UPN ni afines. UPN dice que es «por miedo». No cuela. Sí se ha presentado el PSN.