Miles de refugiados llegan a Austria y Alemania en busca de un futuro mejor
Varios miles de refugiados han llegado a Austria y Alemania, país que muchos ven como una especie de tierra prometida, tras haber huido de Siria y permanecer varios días en Hungría.
En total, hasta las primeras horas de la noche habían llegado cerca de 6.000 refugiados a diversas ciudades alemanas.
Los primeros trenes especiales han llegado a Múnich, donde los refugiados han sido recibidos por las autoridades locales y por muchos ciudadanos con letreros de bienvenida.
«Durante todo el día hemos dejado dos cosas claras. En casos de urgencia hay que ayudar y por eso hemos ayudado. Pero también hemos dicho que todos los países tienen que cumplir con sus obligaciones», ha declarado el ministro de la Cancillería, Peter Altmeier.
«Alemania ha acogido a muchos refugiados y los seguirá acogiendo, la cultura de la bienvenida es grande entre nosotros. Pero necesitamos que los otros países europeos también asuman compromisos» , ha agregado Altmeier.
En vista de la situación crítica que se estaba presentando en Hungría, Alemania y Austria acordaron permitir el ingreso de los refugiados procedentes de ese país a su territorio.
Sin embargo, la mayoría de los refugiados veían a Austria solo como un lugar de paso –sólo un par de decenas han pedido este sábado asilo en ese país–, y la mayoría han proseguido su camino hacia Alemania.
Alemania repartirá a los refugiados que han llegado a su territorio siguiendo el sistema de cuotas fijado en la llamada Fórmula de Königstein, que tiene en cuenta tanto la población como los ingresos fiscales de los 16 estados federados.
Siguiendo ese sistema, actualmente el estado federado que más refugiados recibe es Renania del Norte-Westfalia, seguido por Baviera.
El sistema se creo originalmente en 1949 para fijar los aportes a la financiación de instituciones de investigación por fuera de las universidades, pero posteriormente se ha aplicado a otros asuntos en los que hay que repartir las cargas entre los estados federados.
Desde 2005, la Fórmula de Königstein se aplica también para el reparto de refugiados entre los 16 estados federados.
Las autoridades alemanas calcularon inicialmente que este sábado llegarían al país entre 5.000 y 7.000 refugiados procedentes de Hungría, lo que triplicará el flujo de los días anteriores.
«Es tres veces más que en los otros días. Poco a poco llegamos a los límites de nuestras capacidades», ha dicho el portavoz de la Policía federal, Ivo Priebe.
Una voz crítica con la decisión de abrir la frontera ha venido de parte del ministro de Interior de Baviera, Joachim Hermann, que se ha quejado de que la misma no haya sido consultada con los estados federados y la ha calificado de una señal equivocada para Europa.
Sin embargo, la mayoría de los representantes de las autoridades regionales se han centrado en subrayar su disposición a ayudar y en elogiar la actitud de la mayoría de la población, que se ha mostrado bastante abierta.
El primer ministro de Turingia, Bodo Ramelow, ha dicho incluso que la disposición de ayudar de la gente lo había llevado casi a «llorar de alegría».
Merkel ha hablado por teléfono con el presidente húngaro, Viktor Orbán, sobre la crisis de los refugiados, tras muchas diferencias entre los dos países al respecto.
«Los dos han estado de acuerdo en que tanto Hungría como Alemania deben cumplir sus compromisos europeos, incluido lo fijado en el acuerdo de Dublín sobre los refugiados», ha señalado el portavoz adjunto del Gobierno alemán, Georg Streiter.
Según Streiter, ambos políticos se han mostrado de acuerdo en que la autorización para que varios miles de refugiados viajasen hoy de Hungría a Alemania debe ser una excepción.
Recientemente, Orbán había dicho que el problema de los refugiados sirios no era un problema europeo, sino un problema alemán, después de que Merkel afirmase que no haría volver a ninguna persona procedente de Hungría al lugar donde hubiera tocado suelo europeo.
Orbán acusó a Alemania de haber contribuido a aumentar el flujo de refugiados con esa declaración.
Ante ello, Merkel respondió que Alemania estaba haciendo aquello a lo que «moral y jurídicamente está obligada» y recordó que todos los países de la Unión Europea tienen que cumplir lo acordado en la convención de Ginebra.