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De la dimisión en el PSE a ser la tercera autoridad del Estado


¿Puede un dirigente político dejar su cargo por los malos resultados obtenidos y, a renglón seguido, abrir la puerta a ocupar un puesto de todavía mayor responsabilidad? ¿Puede un líder anunciar su marcha tras reconocer que él y su equipo han sido incapaces de ofrecer al electorado la «regeneración y la apertura del partido» que demandaba, y esperar luego que una organización mucho más grande le pida que ayude a «adaptarse al ritmo de las exigencias de los progresistas» y a «conectar con la nueva sociedad del siglo XXI»? Esas eran las preguntas que lancé cuando Patxi López dimitió como secretario general del PSE en 2014 y la respuesta ha llegado mucho más lejos de lo que nunca cupo esperar. Claro que puede. Y en el PSOE no solo es posible que a uno después de sonoros batacazos electorales le nombren secretario de Acción Política y Ciudadanía, sino que hasta puede acabar presidiendo el Congreso.

Patxi López se comprometió a no pactar con el PP en la campaña de 2009 y, ya lo vieron, acabó pactando para ser lehendakari. Cuatro años después dejó Ajuria Enea perdiendo nada menos que un tercio de los votos. Luego dejó la dirección del PSE cuando en las europeas de mayo de 2014 bajó la mitad de los votos que había tenido. Sus caídas fueron superiores proporcionalmente a las del PSOE en el Estado. Dejó la secretaría general diciendo que «los nuevos tiempos exigen nuevas caras». Y ya lo ven.

Hace dos semanas decía en “El Correo” que «no tengo ninguna intención de ser presidente del Congreso» y aseguraba que el tema ni se había tocado. Y ya lo ven.

Alfredo Pérez Rubalcaba dimitió al mismo tiempo que Patxi López. Quién fue secretario general del PSOE da ahora clases de Química Orgánica en la Universidad Complutense de Madrid. Quien fue secretario general del PSE es desde ayer la tercera autoridad del Estado español.

Sus compañeros de partido y sus nuevos socios han debido ver en él cualidades.