40 años del 3 de Marzo
Impresionan. Uno rodea la iglesia de San Francisco, en Zaramaga, y comprueba que muros y ventanales conservan impactos de bala recibidos en la trágica jornada del 3 de marzo de 1976, cuando la Policía Armada disparó fuego real contra la multitud y se cobró la vida de 5 trabajadores. Los orificios, las grabaciones de audio y el testimonio de los testigos ayudan a entender el terror desatado por el régimen franquista en la capital alavesa aquellas aciagas jornadas.
En la posguerra franquista, Araba permaneció bien sujeta por el régimen y las fuerzas vivas locales. Nada se movía en los 50 y 60. Era la «placidez» que tanto añoraba hace poco el dirigente del PP Jaime Mayor Oreja. Ni libertad de expresión, ni de actividad política, ni de sindicación. Pero a principios de los 70 algo empezó a moverse. La huelga de Michelin, declarada en 1972, fue un aldabonazo, el despertador para los obreros alaveses. Aquel primer conflicto laboral no se coronó con éxito –para los obreros, se entiende– pero la semilla de la rebeldía quedó plantada.
En aquel entonces, no existían los sindicatos, o solo existían en la clandestinidad. Había una organización del régimen que formalmente ostentaba tal nombre, el Sindicato Vertical, pero su labor se limitaba a asentir sumisamente a lo que los empresarios decidieran en cuanto a condiciones laborales y salarios. Además, a mediados de los 70 la situación económica general había empeorado a ojos vista, con una inflación que rondaba el 20%, salarios congelados… Había, en definitiva, un caldo de cultivo propicio a la protesta y a la reivindicación.
Poco a poco, en las fábricas se empezaron a celebrar asambleas de trabajadores. Se acordaban plataformas reivindicativas que eran trasladadas a la dirección, nada acostumbrada a este cauce de negociación y muy poco predispuesta a atender las reivindicaciones. Comenzaron los conflictos laborales, en forma de paros y manifestaciones, en un principio a pequeña escala. También los estudiantes empezaron a movilizarse, igual que las recién nacidas asociaciones de vecinos. En definitiva, sectores sociales de Araba –como del resto de Euskal Herria– despertaron del letargo y salieron a la calle a exigir derechos y libertades democráticas, mejoras económicas y/o reconocimiento nacional.
Huelga en Forjas Alavesas
Ya antes de las Navidades de 1975 –el dictador Francisco Franco había muerto el 20 de noviembre de aquel año– se habían vivido conflictos laborales en varias fábricas de Araba, pero fue el 9 de enero cuando se declaró en huelga gran parte de la plantilla de una gran empresa, Forjas Alavesas. Poco después se unieron al movimiento huelguístico Aranzabal, Cablenor, Esmaltaciones…
La patronal reaccionó cerrando las empresas, de forma que los trabajadores no pudieran celebrar sus asambleas en los propias fábricas. Los obreros buscaron espacios alternativos para reunirse y los encontraron: las iglesias de los barrios. Los párrocos, tras comprobar que las asambleas informativas en los templos eran pacíficas, no se opusieron a su celebración. En este marco, la iglesia de San Francisco, del barrio de Zaramaga, se convirtió en marco para las asambleas generales semanales, en las que se valoraba la situación del movimiento de protesta.
En las semanas anteriores al 3 de marzo se habían convocado dos huelgas generales, que no obtuvieron la respuesta prevista. Sí hubo paros, pero la ciudad no se paralizó. Sin embargo, tras la asamblea celebrada la víspera en la iglesia de San Francisco, todo indicaba que el 3 de marzo sí, que aquel día que amaneció despejado y frío en la capital alavesa se iba a registrar una huelga general. Y así fue. Una gran mayoría de empresas se declaró en huelga y desde el cinturón industrial de Gasteiz partieron distintas columnas de manifestantes con destino al centro de la ciudad.
Estas columnas de huelguistas fueron acosadas por la Policía Armada desde un primer momento, con gran dureza, y para media mañana ya se habían registrado los primeros heridos de bala. Al contrario de lo que había ocurrido en jornadas precedentes, la Policía no permitió las asambleas en las iglesias de los barrios y desalojó por la fuerza a quienes habían logrado acceder a los templos. No actuó así en la iglesia de San Francisco, en la que la gente fue entrando con normalidad, hasta reunirse unas 4.000 personas, pero una vez lleno el recinto la Policía lo sitió. En los aledaños del templo se habían reunido cerca de 10.000 personas. Los mandos policiales conminaron a los sacerdotes de San Francisco a que impidieran la asamblea, alegando que era ilegal, pero los curas se negaron, argumentando que se estaba desarrollando pacíficamente.
Primero, gasear
Al no conseguir sus propósitos, los mandos policiales ordenaron a sus hombres que gasearan el interior de la iglesia con botes de humo y gases lacrimógenos. Y así lo hicieron, provocando la asfixia y el pánico de los encerrados, que rompieron ventanas y cristales para poder respirar y salir. Pero al intentarlo eran aporreados por los grises, que se habían colocado ante cada ventana u ojo de buey de los muchos con que cuenta el templo, de factura moderna.
A la vista de la situación, la gente que se había quedado fuera comenzó a arrojar piedras a los policías, con el fin de atraer su atención y rebajar la agobiante presión que los antidisturbios ejercían sobre los encerrados en la iglesia. Los policías hicieron entonces fuego real, hacia dentro y hacia afuera, tirando a matar. Y mataron. Tres jóvenes murieron ametrallados en los alrededores del templo. Se trataba de Francisco Aznar Clemente, de 17 años; Romualdo Barroso Chaparro, de 19; y Pedro Mari Martínez Ocio, de 27 años. Otras dos personas heridas aquella tarde –José Castillo García y Bienvenido Pereda Moral– morírían en días posteriores. Se había producido lo que a partir de entonces se conocería como la Matanza de Vitoria.
Otros dos muertos en las protestas posteriores
El reguero de muertes continuó, aunque en otros puntos: Juan Gabriel Rodrigo murió en Tarragona el 6 de marzo y Vicente Antón lo sería en Basauri, el día 9, a manos de la Guardia Civil, ambos en el transcurso de manifestaciones de protesta por la masacre de Gasteiz.
Según datos recabados por la Asociación Martxoak 3, fueron más de cien los heridos aquel día, la mitad de ellos por disparos de bala. Además, no pocos de los heridos rehusaron ser atendidos en hospitales, por miedo a que su filiación cayera en manos policiales. Hubo jóvenes que cumplían el servicio militar en Gasteiz que participaron en la asamblea, aprovechando el pase de pernocta, y que al resultar heridos e ingresar en centros sanitarios fueron posteriormente juzgados en consejo de guerra.
Varias comunicaciones de radio entre los mandos policiales que dirigían a los antidisturbios en la calle y sus responsables en el cuartel fueron grabadas, y en ellas se refleja claramente la voluntad de dar un escarmiento brutal a los reunidos en la asamblea de San Francisco. «Que no se escapen», «más de mil tiros», «esto ha sido una masacre»… son expresiones utilizadas por los propios policías en las citadas comunicaciones. Incluso el día del funeral, cuando miles de personas marcharon por las calles portando los féretros de los fallecidos, las comunicaciones de radio muestran que las dotaciones policiales se mostraban dispuestas a cargar contra la multitud: «¿Pero cómo se puede seguir consintiendo toda esta manifestación y todos estos gritos y esta masa? ¿Vamos a estar así hasta que terminen de pasar?» se preguntaban.
Fraga: «Espero que sirva de gran lección»
Por si cupiera duda sobre la intencionalidad del Estado en los sucesos de Gasteiz, el entonces ministro de Gobernación español y por tanto responsable máximo de la matanza, Manuel Fraga Iribarne, despejó cualquier duda cuando poco después de los funerales declaró «espero que este triste suceso sirva de gran lección en los próximos meses a todos los españoles». En otras palabras, marcaba y acotaba el terreno en el que debía transcurrir la Transición recién iniciada.
La versión oficial, aún vigente, afirmó que la responsabilidad de las muertes correspondía a los manifestantes. Que los policías, mandados sobre el terreno por el capitán Jesús Quintana Saracibar, vitoriano, se habían visto acorralados y tuvieron que defenderse. Los informes médicos emitidos por los hospitales obligaron a abrir diligencias, que derivaron en dos sumarios que fueron pasando de tribunal en tribunal, tanto militares como ordinarios, para acabar sobreseidos.
Sin embargo, ni las víctimas ni muchos colectivos gasteiztarras aceptaron nunca la impunidad de los autores, y cuando tuvieron oportunidad –1999– comparecieron en el Parlamento de Gasteiz para reivindicar su memoria y exigir justicia. Poco después la Asociación de Víctimas Martxoak 3 presentó una querella en los juzgados, solicitando la reapertura del caso, pero sin éxito.
El Estado español se ha negado en todo momento a reconocer el carácter de víctimas a los muertos en aquella jornada, por lo que Martxoak 3 recurrió a instancias internacionales. La primera iniciativa fue una denuncia ante el Comité Internacional de la ONU para los Derechos Humanos, para hacer ver que el tratamiento que reciben las víctimas en el Estado español es diferente según quién haya sido el causante del daño –organizaciones armadas o cuerpos policiales–. A día de hoy siguen esperando respuesta desde Ginebra.
Recorrido judicial
Un hilo de esperanza se abrió cuando en 2010 la justicia argentina admitió la querella presentada por las víctimas de la violencia de Estado en España durante el periodo comprendido desde el alzamiento militar de 1936 hasta las elecciones de 1977. Martxoak 3 se personó en esta iniciativa y solicitó la imputación de responsables relevantes en el momento de la matanza, desde el capitán Jesús Quintana hasta los ministro Manuel Fraga Iribarne o Rodolfo Martín Villa. La jueza María Servini, tras estudiar las peticiones de las víctimas de todo el periodo citado, solicitó 19 extradiciones al Estado español, en base al principio de justicia universal. La respuesta de Madrid fue negativa… apelando a la Ley de Amnistía.
Ralentizado el proceso argentino, Martxoak 3 recurrió el año pasado al Parlamento Europeo. En julio se presentó ante la Comisión de Peticiones con un voluminoso dossier sobre los sucesos de 1976. Aunque se preveía difícil, pues la inmensa mayoría de los cientos de peticiones recibidas anualmente no se admiten a trámite, la de Gasteiz lo ha sido, por lo que Martxoak 3 espera poder comparecer próximamente en la comisión de la Eurocámara para defender su reivindicación: que el Estado español asuma sus responsabilidades y reconozca el derecho de las víctimas del 3 de marzo de 1976 a la justicia y la reparación.