¿Un balón de oro en Osasuna?
El verano de 1989, Osasuna pudo haber fichado a uno de los entonces futbolistas más cotizados de Europa. Era el ucraniano Igor Belanov, jugador del Dynamo de Kiev y la selección soviética, nominado tres años antes como mejor jugador continental. Finalmente, su destino fue el Borussia de Mönchengladbach después de no alcanzar un acuerdo con la entidad navarra.
Nacido el 25 de setiembre de 1960 en Odessa, a orillas del Mar Negro, comenzó su carrera en el SC Local. Delantero rápido y escurridizo gracias a su escaso 1’74 de altura. Con menos de 20 años, sus 16 goles en 68 apariciones le valieron para ir al Chernomorets, el otro equipo de Odessa. En 1985, su fichaje por al Dynamo de Kiev supuso un enorme salto adelante en su trayectoria. Lo hizo de la mano del mítico Valeriy Lobanovskiy, el mejor entrenador de la historia del fútbol soviético. Licenciado en Ingeniería Matemática, trató de aplicar sus conocimientos académicos desde el banquillo. Buscaba no dejar nada al azar, mecanizando los ejercicios, sustentando una concepción marxista sobre la importancia global de todos sus futbolistas. Trabajo que no estuvo exento de medios, algo poco habitual para la época. Introduciendo dietistas u ordenadores como herramientas de trabajo.
Tras realizar un curso de Ingeniería Electrónica, conoció al profesor Anatoly Zelentsov. Ambos dieron rienda suelta a un método que buscaba la excelencia, evaluando el rendimiento de los jugadores de forma constante. En cuanto detectaban que el estado de forma de uno bajaba o arrojaba unas estadísticas más deficientes que sus compañeros, preparaban un entrenamiento específico para él. Fueron unos adelantados, ganando la extinta Recopa de 1975, el primer título continental de un equipo soviético. Lobanovskiy dibujaba la ecuación y Oleg Blokhine, de quien llegaron a decir que era mejor que Cruyff, la interpretaba a la perfección.
Una década después, Igor Belanov se incorporó a las filas del Dynamo. Blokhine y «el Coronel» seguían allí. La conexión fue inmediata. Triplete con Liga y Copa en la Unión Soviética y nuevo éxito europeo con la conquista de la Recopa tras aplastar al Atlético de Luis Aragonés en la final. El partido fue un monólogo del equipo ucraniano. El trabajo de Lobanovskiy se empezaba a acercar a la perfección, siendo Belanov una de sus piezas más importantes.
Entre 1984 y 1990, el preparador combinó los cargos de técnico del Dynamo y de seleccionador de la URSS. El verano de 1986, soñaba con utilizar su exitoso método para conquistar el Mundial de México. Para ello, más de la mitad de la convocatoria estaba compuesta por jugadores del Dynamo de Kiev, incluidos algunos suplentes. Había un total de 16 ucranianos.
La primera fase no pudo resultar más fructífera: la Unión Soviética goleó seis a cero a Hungría en su primer partido, empató a uno con la potente Francia y ganó cómodamente a Canadá. Así las cosas, obtuvieron el billete a octavos, donde se cruzarían con Bélgica. No obstante, los diablos rojos no fueron el rival más complicado al que se tuvieron que enfrentar. El colegiado sueco Erik Fredriksson y su asistente Sánchez Arminio dieron validez a dos tantos belgas en claro fuera de juego, hecho que provocó la eliminación de la URSS.
A nivel personal, el saldo de Belanov fue inmejorable, anotó cuatro tantos y dio seis asistencias, siendo uno de los mejores delanteros junto a Lineker y Butragueño. El triplete conseguido con el Dynamo y su buena actuación en la Copa del Mundo le permitieron llevarse el Balón de Oro. Un galardón que desde su instauración en 1956 estuvo destinado únicamente a jugadores con nacionalidad europea. Regla rota en 1995 con George Weah y que explica el hecho de que Maradona o Pelé no lo obtuviesen.
La final de 1988
Mientras la Unión Soviética continuaba con su proceso de reformas a través de la Perestroika, Belanov seguía marcando goles, tanto con su equipo como con la selección. Uno de ellos, el conseguido en París en la victoria ante Francia, fue determinante para que la URSS lograse el billete para la Euro de 1988. Un torneo en el que Lobanovskiy estuvo a un paso de lograr la gloria. Iniciaron la competición con triunfo ante Holanda, partido en el que Van Basten fue suplente, empataron con Irlanda y se clasificaron para semifinales tras superar a Inglaterra. En la antesala de la final se midieron a una joven Italia, que contaba con los emergentes Maldini, Vialli y Mancini en sus filas. Los soviéticos pasaron por encima de los azzurri y certificaron su dominio gracias a los goles de Lytovchenko y Protasov.
No fue la Euro de Belanov. Titular en la primera fase, fue sustituido en dos ocasiones. Tras no ser de la partida en semis, volvió al equipo en la final ante Holanda. En esta ocasión, los pupilos de Michels salieron victoriosos. Un gol de Gullit y la espectacular volea de Van Basten decidieron. La suerte dio la espalda a Belanov, que primero envió un balón al poste y después falló un penalti. Concluido el torneo y merced a las reformas, varios jugadores soviéticos se fueron a otros países. Dassaev al Sevilla, Khidiyatullin al Toulouse o Zavarov a la Juventus.
Un año después, el verano de 1989, Osasuna buscaba un delantero con el que suplir el vacío dejado por Michael Robinson, retirado debido a sus problemas físicos. Así apareció la oportunidad de firmar a Belanov. Curiosamente, de la mano del ariete inglés, que tras colgar las botas ejerció como intermediario, tiempo antes de su salto televisivo.
Las conversaciones se sucedieron durante la primera semana de agosto. Varios medios llegaron a afirmar que el acuerdo estaba prácticamente cerrado. El entonces presidente rojillo Fermín Ezcurra habló de cantidades que oscilaban «los 100 o los 125 millones de pesetas por tres temporadas». Lo que actualmente equivaldrían a unos 600.000 o 720.000 euros. Los contactos con Robinson, que negoció desde Amsterdam, fueron constantes, pero la operación no llegó a buen puerto. El interés de varios equipos alemanes provocó que el Dynamo pidiese más dinero a Osasuna. Tras romperse las negociaciones, Belanov firmó por el Borussia MG mientras que el equipo navarro optó por centrar sus esfuerzos en contratar al polaco Jan Urban. Un jugador que hizo historia en Iruñea. El irlandés Ashley Grimes fue el otro fichaje foráneo de Osasuna.
Fracasó en Alemania
Fue el inicio de la cuesta abajo de la carrera de Belanov. En su primera campaña en la Bundesliga, a la que se incorporó en noviembre, apenas anotó 4 goles en 14 encuentros. Un pobre rendimiento que le privó de acudir al Mundial de Italia, torneo en el que la URSS fue de nuevo gravemente perjudicada por los árbitros. El sueco Fredriksson otra vez y el español Soriano Aladren lesionaron los intereses del equipo de Lobanovski.
En enero de 1991, el Borussia MG rescindió el contrato de Belanov después de que su esposa se viese envuelta en un robo en una tienda. El Eintracht Braunschweig de Segunda le ofreció un sitio en su plantilla. Pese a que anotó 11 tantos en la 92-93, nunca recuperó su nivel. Ya en el marco de Ucrania independiente regresó al Chornomorets en 1995 y su última estación fue el modesto Mariupol. Dejó el fútbol a la par que Lobanovskiy construía su última gran obra acompañado por Andriy Shevchenko y Serhiy Rebrov. Dos diamantes que pulió hasta humillar al Barça en el Camp Nou o alcanzar las semifinales de la Champions en 1999.
En 2003, Belanov se convirtió en el máximo accionista del FC Wil suizo. Una experiencia breve, nada comparado con la dedicación que ofrece a la escuela de fútbol que tiene en Odessa. Apegado a la actualidad, criticó las revueltas de la Plaza Maidan ocurridas entre noviembre de 2013 y febrero de 2014 en Kiev. Unos sucesos que provocaron la destitución de Viktor Yanukovych como presidente y la conformación de un Gobierno cercano a las tesis de la Unión Europea o la OTAN. Belanov, por su parte, mostró públicamente su apoyo a la unión entre Rusia y Ucrania. Selecciones a las que apoyará durante la próxima Eurocopa.