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La desobediencia, de estrategia a eslogan


Vaya de entrada un recordatorio: la CUP no decidía el martes sobre la aprobación de los presupuestos, sino sobre si levantaba o no la enmienda a la totalidad, algo que no comprometía su voto futuro sobre las cuentas, sino que simplemente hubiese dado inicio al trámite parlamentario en el que los presupuestos podrían ser debatidos, negociados y mejorados. El martes por la noche decidieron no levantar el veto y, por ende, tumbar los presupuestos de Junqueras de entrada. Es la primera vez que ocurre en cuatro décadas.

Se mire por el ángulo que se mire, y sin sacar a pasear el dedo acusador, no creo que entre dentro de lo discutible asegurar que quienes dicen querer construir un Estado no envían una señal demasiado optimista al mundo siendo incapaces de acordar unos presupuestos.

Sigamos clarificando. Desde Junts pel Sí, sobre todo desde Convergència, donde el paso a un lado de Mas se conserva en un plato muy frío (que nadie piense que aquello fue gratis), se anuncia la confluencia del apocalipsis y las siete plagas. «No puede haber proceso sin presupuestos», aseguran. Mentira. CiU y ERC no tuvieron problema en prorrogar los presupuestos hace unos años, y eso que eran fruto del pacto anterior entre convergentes y PP. Eso sí, quien defienda la prórroga para evitar tragarse el sapo de aprobar unas cuentas limitadas a la fuerza, que no oculte que los presupuestos de 2015 (que seguirán vigentes) son bastante peores que los presentados ahora por Junqueras.

Dicho esto, la CUP realizó propuestas concretas a las que ERC pareció abrirse pese al rechazo convergente. Hablamos por ejemplo de una subida mínima del IRPF a las rentas más altas, de la paralización del complejo turístico de BCN World o la rebaja de los sueldos de los altos cargos de la administración y de las empresas públicas. Medidas perfectamente asumibles por los republicanos y que Convergència debería haberse tragado en consonancia con el giro sociológico que Catalunya ha realizado hacia la izquierda de forma paralela al proceso soberanista. En este sentido, JxSí podía haber hecho más y, sobre todo, podía haber dado mayor margen a la negociación previa. En cualquier caso, tumbar los presupuestos de buenas a primeras no parece tampoco la mejor estrategia para sentarse a negociar dichas mejoras.

Más allá de las medidas concretas, una de las principales razones que la CUP esgrimió para mantener la enmienda a la totalidad fue que los presupuestos se pasan por el arco del triunfo la declaración de ruptura (o de desconexión, según la parroquia) aprobada por el Parlament el 9N. Sí, aquella aprobada por JxSí con la esperanza de que, a cambio, la CUP invistiese a Mas. La que declaraba Catalunya desobediente al TC y esas cosas. De acuerdo a dicha declaración, la CUP pide que el presupuesto incluya los impuestos suspendidos por el TC y desobedezca expresamente el objetivo de déficit impuesto por el Ministerio de Hacienda. El mismo Ministerio que interviene las cuentas de la Generalitat vía Fondo de Liquidez Autonómica. El mismo que puede convertir todo un proyecto presupuestario en humo con solo cerrar el grifo. Así es la vida a veces, una mierda.

Da la sensación de que la desobediencia se ha convertido en algo así como un tótem indiscutible que sirve para taponar cualquier debate sobre la estrategia más eficaz para alcanzar un objetivo. Una estrategia que a veces pasará por la desobediencia y a veces no, y que sobre todo, a veces necesitará reivindicar la desobediencia y otras veces ejercerla sin alzar tanto la voz. El ejemplo del déficit es clarificador: todos los presupuestos de los últimos cinco años cumplían sobre el papel el objetivo de déficit impuesto por Madrid, pero en la práctica no se cumplió ni un solo año. Ni uno solo.

Si todo acaba descarrilando no será culpa exclusiva de la CUP, ni de la ausencia de los presupuestos. Que nadie se haga trampas en este sentido. En Convergència hay sectores (no todos) trabajando con ahínco para enterrar el proceso, pero para eso necesitan alguien a quien cargar el muerto. Lo que desde la distancia toca lamentar, en todo caso, es que la CUP se preste tan fácilmente a hacer de arriero.