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Ni BBC ni MSN, MNM

Piel de gallina. Cuando pase el tiempo, acabe como acabe la temporada, la imagen que este Osasuna-Nàstic dejará en la memoria seguramente no serán los goles de Merino, ni el derechazo de Kodro, ni el pañuelo rojo de Martín, sino la apoteósica vuelta al campo final del equipo, a paso de tortuga, exhausto. La grada entera, porque esta vez no se fue nadie, manos en alto entonando a pleno pulmón el «Somos un equipo». Un triunfo colectivo, sí, pero personalizable en la M de Merino, la N de Nauzet y la M de Martín.

Los jugadores dieron una vuelta al campo al finalizar el encuentro.

No sé si Osasuna acabará llegando a Primera, el camino aún es duro. Pero subir, ya ha subido. De aquellos 80 minutos en el infierno de hace justo un año en Sabadell a lo que se vivió el miércoles noche en El Sadar media un mundo, una resurrección. Se mire a donde se mire: a la revitalización de la afición, a la renovación de la plantilla, a las cuentas, a las camisetas rojas que se ven en toda Nafarroa… Donde no había futuro ahora todo está al alcance de la mano, incluso algo tan inverosímil como volver a la elite en dos años, lo imposible. El 3-0 era para frotarse los ojos. El 3-1 sigue siendo una gran ventaja, aunque paradójicamente el Nástic hizo el mejor partido de los tres que ha jugado contra Osasuna y esta vez es la única que le tocó perder.

Diez para la afición, diez también para Mikel Merino, nuestro Busquets, pero también nuestro Mascherano cuando toca rascar, nuestro Xavi cuando hay que circular rápido, y hasta nuestro Luis Suárez para abrir la lata: cuatro goles a balón parado (tres de ellos cogiendo el rechace) en 17 días, ahí es nada. La actuación del miércoles fue sencillamente estelar, «borusser». La ovación cuando salió del campo tuvo que oírse hasta en Dortmund.

Nueve para Nauzet, el héroe insospechado. Hay que valorar a este trotamundos que llegó de puntillas y ha jugado toda la temporada contra los rivales, pero también contra las críticas de muchos periodistas y contra los recelos de la grada. Está claro que no es un portero estándar, que sus salidas son mejorables (y algunas memorables) y que en ocasiones se le intuye algún cable fuera de sitio. Pero eso hace más meritorio que en los momentos clave (Alcorcón, Bilbo…) Nauzet esté parando, y no lo fácil sino lo difícil. ¿Quién no cantó gol cuando vio que Emaná iba a empujarla a puerta vacía al inicio de la segunda parte? Todos menos Nau.

Y ocho para Martín Monreal. Lo del pañuelico, un nuevo detalle de genio y figura de la motivación popular. Pero ojo con el topicazo de reducirlo a artista del «coaching». Martín es también el que ha gestionado estupendamente los tiempos de esta campaña, primero consiguiendo un equipo fiable apuntalado desde atrás y ahora sacando la calidad de medío campo para adelante, dando un paso al frente. Que en esta recta final un «outsider» como Kodro pueda ser el jugador decisivo lo dice todo.