A Dios rogando y con el mazo de la Policía conspirando
El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, pudo pasar a la historia como el hombre que gestionó el desarme de ETA pero terminará recordado como una caricatura de la España franquista.
El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, pudo pasar a la historia como el hombre que gestionó el desarme de ETA pero terminará recordado como una caricatura de la España franquista. Devoto, arcaico y con una habilidad innata para liarla ante los medios de comunicación, su imagen durante la inauguración del cuartel de Fitero, con Yolanda Barcina, el cura y el tricornio, es su mejor tarjeta de presentación. Miembro supernumerario del Opus Dei, sus creencias han interferido habitualmente en su labor como ministro. No en vano, su colaborador más conocido es un ángel de la guarda de nombre Marcelo y hasta llegó a otorgar una medalla de oro policial a la Virgen del Amor. Preguntando por Jon Iñarritu, nunca llegó a desvelar si esperaba alguna otra «intercesión divina» en la política estatal.
En el momento de ser nombrado, dio la sensación de que Rajoy nombraba a un obediente colaborador para gestionar el proceso abierto tras el cese de ETA. Era un espejismo. Desde sus primeras intervenciones en el Congreso quedó claro que no se movería un paso de su estilo de sermón beligerante. Para su desgracia, su poca cintura y su gusto por los titulares le ha convertido en el ministro con mayor capacidad de montar follones.
Fueron sus prisas por presentarse como el campeón de la beligerancia contra la solidaridad hacia los presos vascos las que le jugaron una muy mala pasada: envió a los medios una nota anunciando una redada contra abogados que todavía no se había producido. Cortó la cabeza a su jefe de Comunicación y siguió adelante. Unos meses antes, cuando acompañaba a mandos de la Guardia Civil en las explicaciones de una operación contra ETA, terminó comparando a la organización armada con el aborto. Y tan ancho. El hecho de que Euskal Herria hubiese entrado en otra fase política le permitió ampliar su abanico, aunque últimamente ha presionado a jueces como José Ricardo de Prada. Aseguró que «una Catalunya independiente sería pasto del terrorismo». También atacó a la comunidad homosexual argumentando que «el matrimonio gay no garantiza la especie». Y todo esto, mientras organizaba desde su despacho un grupo policial que obedecía solo a los intereses políticos del PP. Habrá que ver si Rajoy sigue contando con él pese a sus patinazos y su desprestigio insuperable.