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LA REVUELTA DE LOS «JARRONES CHINOS» PRESIONA A SÁNCHEZ

Los expresidentes, bautizados por Felipe González como «jarrones chinos», se han convertido en un ariete para presionar a Pedro Sánchez a fin de que el PSOE se abstenga y permita que el PP gobierne. Por ahora sus voces no hallan demasiado eco en el partido.


Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, ambos expresidentes españoles por el PSOE, se han convertido en dos de los principales arietes para presionar al actual secretario general de Ferraz, Pedro Sánchez, y convencerle de que desista de su numantino «no» y se sume a la Gran Coalición en forma de abstención. Dos figuras muy relevantes para el partido en las últimas cuatro décadas, que han mantenido posiciones adversas dentro de la formación (y en el exterior, por ejemplo, en Venezuela), pero que a la hora de la «razón de Estado» juegan en equipo.

Daría la sensación de que es el editorialista de ‘‘El País’’, diario convertido en referencia de Ciudadanos, el que escribe los discursos de ambos «jarrones chinos», líderes que tuvieron un gran poder pero que ahora nadie sabe dónde colocar. A quien más le estorban, siguiendo la metáfora popularizada por el propio González, es obviamente al actual líder y a su equipo, aferrados al «no es no» y que, por el momento, capean las exigencias sin moverse ni un centímetro.

Por el momento, sus antecesores no han mostrado gran capacidad para mover los resortes que antaño controlaron. Habría que ver qué ocurre si se convocase un nuevo Comité Federal. La amenaza de unas terceras elecciones es la principal baza del PP para marcar al PSOE y ahí los antiguos presidentes están de parte del Estado.

Que Felipe González, antiguo mandatario del PSOE y posterior consejero de Gas Natural, es favorable a la Gran Coalición es algo que viene de lejos. Ya lo apuntó, con fuerte tormenta posterior, en 2014, en una entrevista en «El Objetivo», de La Sexta. Tuvo que desdecirse y asegurar que donde dijo digo había dicho Diego pero, desde su atalaya, ha sido una de las voces que más se ha escuchado defendiendo la UTE entre Ferraz y Génova. Han transcurrido dos años desde que lanzó la ocurrencia y el contexto no ha mejorado, al menos en términos de estabilidad.

Después del intento fallido de Sánchez para alcanzar La Moncloa y tras las elecciones del 26J, González volvió a la carga, aunque de modo más críptico. No habló abiertamente de Gran Coalición, sino de «hacer sacrificios». En este caso, resultaba evidente que la ofrenda era la cabeza del propio jefe de Ferraz, que sabe que entregar el Gobierno al PP, por acción o por omisión, dejaría a Podemos como principal partido opositor y mandaría al PSOE al limbo menguante, lo que no le permitiría seguir como líder.

El antiguo aliado pasa a ser rival

Como Sánchez no se dio por aludido, González volvió a la carga: «Si no es posible formar gobierno, hay que dejar formar gobierno y eso lleva a la abstención. Incluso si Mariano Rajoy no se lo merece, porque no lo merece», argumentó. Es paradójico que sea González, el artífice del meteórico ascenso de Sánchez, quien ahora esté dispuesto a verle caer. Aunque eso se explica más por lógicas internas, que se han enquistado desde que los que encumbraron al actual secretario general se rebelaron al comprobar que su «hombre de paja» funcionaba solo.

El caso de Zapatero es distinto. En apariencia, representa un ala menos «derechizada» que el gran referente político del PSOE durante la Transición. Sin embargo, fue él quien pactó con el PP la modificación del artículo 135 de la Constitución y también se ha sumado al carro de la abstención. Al menos, de forzar la discusión. Afirmó que el partido «debe dialogar, debe abrir un proceso de diálogo interno que aúne el máximo consenso posible». Esto solo puede ser entendido como un capote a los «barones» que, como Guillermo Fernández Vara, el presidente extremeño, han coqueteado con la idea de abstenerse. El partido mandó callar y, por el momento, nadie se ha sumado a la rebelión.

Ni González ni Zapatero han logrado imponerse. Sus palabras suenan a la tranquilidad que da ser «ex» en un PSOE donde las pugnas internas proceden de tiempos inmemoriales. El mandato del Comité Federal (ni terceras elecciones, ni gobierno con Podemos ni apoyo al PP) tiene el inconveniente de que es insostenible. Alguna pata tendrá que romperse. Habrá que ver si los «jarrones chinos» (o Susana Díaz) se hacen fuertes o si surgen ideas como la del «candidato independiente» de Miquel Iceta.