INFO

‘Le fille de Brest’: La defensora del paciente


Sería un error a la hora de juzgar “Le fille de Brest” quedarse con el ruido mediático del caso Mediator, o con su aparente filiación genérica dentro del cine conspirativo sobre heroínas individuales que se enfrentan a los grandes poderes corporativos, y que en Hollywood al día de hoy sigue siendo fiel al modelo instaurado por Steven Soderbergh en “Erin Brokovich” (2000). Precisamente, si esta me parece la mejor película que ha hecho Emmanuelle Bercot hasta la fecha es porque no cae en el uso y abuso de la fórmula convencional de «mujer contra el mundo», entendiendo por tal aquella que está dispuesta a autoinmolarse por la defensa a ultranza de una buena causa. No digo que no haya de eso, pero si se sabe mirar también hay mucho más.

Voy a ir incluso más lejos, porque si me apuran Mediator acaba siendo un “macguffin”, un pretexto para hablar de cosas que están detrás las noticias bomba, y que sirven para definir la verdadera naturaleza humana. A sabiendas de que la justicia no existe, todo proceso de lucha nunca llega a verse compensado en los juzgados, y lo que hace que tanto desvelo merezca la pena es la calidad de las personas que se solidarizan con la parte más débil del conflicto. La historia de David contra Goliat ya nos la han contado infinidad de veces, así que se necesita saber que la persona que maneja la honda ante el gigante no está sola.

La Irène Frachon que encarna la actriz danesa Sidse Babett Knudsen en la pantalla no es ninguna líder, sino que su función exacta es la de dinamizadora. Es quien da el impulso para despertar a sus colegas de profesión, o para movilizar a los pacientes afectados. Tal es su capacidad de iniciativa, que hasta invoca a la identidad bretona, siendo ella de fuera, para que el personal médico de Brest se ponga en pie de guerra contra las farmacéuticas francesas.

Pero el punto fuerte de nuestra entregada doctora es el sentido de atención al paciente, como trabajadora con auténtica vocación de servicio público. Y dicha actitud radical, máxime en tiempos de desmotivación del funcionariado, constituye su mayor desafío frente a unos superiores que prefieren la desidia y la falta de espíritu del personal a su cargo. Se podría decir que hace causa común con la gran película de Michel Deville “Las confesiones del doctor Sachs”, (1999), premiada en Donostia.

En pocas películas se ha reflejado con tanta sensibilidad la compleja y difícil relación entre médico y paciente. Emmanuelle Bercot, de entre las muchas consultas posibles a ilustrar en medio de las desbordantes estadísticas que muestran los gráficos sobreimpresionados en la imagen, escoge la que mantiene con la enferma de sobrepeso. Isabelle de Hertogh se luce cada vez que tiene que dar la réplica a la actriz estelar, y pone cara a unas secuencias de intervenciones quirúrgicas muy duras. La realizadora no ahorra detalle, por desagradable que pueda resultar, y hace bien por la dosis de realismo que requiere la denuncia de una situación en la que la gente se siente indefensa, salvo por el cariño de la gente de bata blanca que merece la pena.