Un resultado que a Urkullu le permite transitar cuatro años más
La incontestable victoria del PNV le permite elegir pareja de futuro. Y lo más probable es que opte por un acuerdo de baja intensidad con el PSE que le permita transitar los próximos cuatro sin «aventuras», y hacerlo además sin tener en frente una mayoría de izquierda, lastrada por el desinfle de Podemos.
Un escaño bailando en Bizkaia hasta el último momento tuvo en vilo el juego de mayorías en el Parlamento de Gasteiz. Si el voto de los residentes en el extranjero no lo altera, el PNV tiene ante sí la posibilidad de pactar con quien quiera o de optar a la investidura en solitario para después practicar acuerdos puntuales. Y cuenta a su favor que no se encontrará de frente con una mayoría de izquierda, cuya posibilidad se ha esfumado con el hundimiento del PSE y el desinflamiento de las expectativas de Elkarrekin Podemos, que ha pasado de ser el partido que ganó en las elecciones a Cortes de junio con un 29,05% de los votos, el que iba a alterar todo el mapa político vasco, a quedarse ayer en el 14,83% de las papeletas, lejos de sus propias ilusiones y de las previsiones de todas las encuestas. Con los números que hay sobre la mesa, en estos momentos la lista que lidera Pili Zabala no deja de ser importante, pero para nada determinante.
Así que la decisión está ahora en manos de Iñigo Urkullu y del EBB. Puede hacer lo que quiera. Y lo que cabe temer es que lo que querrá será buscar la «estabilidad» de gestión de la mano del PSE. El lehendakari (no cabe duda de que volverá a serlo) ha dicho en todas las entrevistas que hablará con todos los partidos, empezando por el que quedara en segunda posición y que claramente ha sido EH Bildu. Ayer lo reiteraron tanto el presidente del EBB como el futuro inquilino de Ajuria Enea (aunque siga viviendo en Durango).
La formación liderada por Arnaldo Otegi ya ha puesto sobre la mesa la fórmula de un gran acuerdo que con la base del derecho a decidir, aborde unas políticas sin recortes sociales y que camine hacia la resolución de las consecuencias del conflicto. Es difícil pensar que el PNV de Urkullu y Ortuzar opte por una fórmula de este tipo, cuando tiene a mano opciones mucho menos arriesgadas para seguir transitando cuatro años más.
Esa es la cuestión ahora: si el PNV se conforma con seguir como estos últimos cuatro años, al tran-tran, sin avanzar ni en materia de autogobierno, ni de paz y yendo a rebufo de los datos macroeconómicos del Estado español, o decide dar un paso adelante cualitativo.
Pero no cabe engañarse, los resultados de ayer demuestran que al PNV le va muy bien con lo hecho hasta la fecha y no hay nada que le invite a cambiar por propia voluntad, ni tampoco tiene ante sí la posibilidad de que acuerdos puntuales entre formaciones que se reivindican de izquierdas le puedan aprobar leyes, como la de Vivienda, que alteren sus planes.
Iñigo Urkullu no necesita mayoría absoluta para ser investido lehendakari, le basta con que ninguna otra candidata sume más votos que él. Un hecho casi imposible. Ni siquiera saldrían las cuentas en el hipotético caso de que se articulara algún tipo de acuerdo entre EH Bildu y Elkarrekin Podemos. El resultado del PNV es sencillamente impresionante.
Los jeltzales tienen todos los ases en sus mangas. Así que, con la investidura asegurada, lo más probable es que opte por compromisos de baja intensidad.
A nadie se le oculta que Iñigo Urkullu tiene una tendencia natural y estratégica hacia los acuerdos con el PSE, sobre todo en materia de estabilidad institucional y presupuestaria. Y ahora las urnas les vuelven a otorgar la mayoría absoluta. Pero tampoco tiene necesidad de atarse a un solo socio para todos los debates que se den en el Parlamento en cuatro años, y menos sin saber en qué puede acabar el PSOE en el Estado.
Otra cosa será el análisis que el PSE haga de estos resultados que son los peores de la historia del partido. Hace ocho años, con la izquierda abertzale ilegalizada, obtenía 25 escaños y Patxi López conseguía ser lehendakari. Tras cuatro años en el gobierno perdieron un tercio de sus votantes y se quedaron en 16 parlamentarios. Ahora, con 9, su única posibilidad es seguir haciendo de muleta del PNV.
Ese es el papel que está jugando hoy en día en las diputaciones, en las capitales y en muchos municipios. Pero no se ve que ello le esté dando ningún tipo de rédito electoral, sino al contrario. El PSE se hunde año a año y no solo arrastrado por los resultados del PSOE, ya que su tendencia es la de caer por debajo de los resultados del partido en el ámbito estatal.
El problema para el PSE es que está entrampado en sus decisiones de los últimos años. Si ahora, a la vista de sus pésimos resultados, decidiera romper su relación preferencial con el PNV, forzaría a los jeltzales a buscar acuerdos en cuya base estaría el derecho a decidir (el PP no cuenta para los pactos), con lo que Idoia Mendia estaría alimentando aquello que precisamente pretende cortacircuitar. Pero si vuelve al matrimonio con Sabin Etxea, no está claro hasta dónde puede acabar cayendo un partido centenario como el PSE.
Las conversaciones que el PNV&punctSpace;abrirá próximamente se extenderán varias semanas en las que en el Estado español pueden darse importantes movimientos. A buen seguro Iñigo Urkullu y Sabin Etxea deberán tener también en cuenta lo que pase en Madrid, puesto que no será lo mismo que el PSOE descabalgue a Pedro Sánchez a que pudiera haber algún tipo de intento de gobierno alternativo al PP, o que Mariano Rajoy acabe investido tras un golpe de Estado en Ferraz. Y si hay terceras elecciones, las negociaciones serán en campaña.