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Entrevue
JOSÉ ANTONIO SISTIAGA
PREMIO GURE ARTEA

José Antonio Sistiaga: «La pintura no ha sido un modo de vida para mí, sino la vida misma»

Fue el padre de la idea inicial del grupo Gaur, que sacudió el panorama del arte vasco en los 60. Sigue haciendo cinco días a la semana el camino de Ziburu, donde reside, a su taller de Benta Berri, en Donostia. Hoy recibe el premio Gure Artea por su trayectoria, excusa para repasar su vida.


La trayectoria como pintor de José Antonio Sistiaga está marcada por una inusitada precocidad. A los 6 años, cada vez que iba a casa del doctor Linazasoro, amigo de la familia, quedaba extasiado ante la copia de “La rendición de Breda”, de Velázquez. Un día le regalaron la caja de acuarelas que utilizaba el abuelo del doctor, que era quien había copiado el cuadro. A los 15 años acude al Museo San Telmo para realizar copias de cuadros. A los 16 años escribió una novela que más tarde destruyó.

Hijo único de una familia cuyo padre, republicano, fue denunciado por un cura castrense del vecindario, José Antonio Sistiaga probó oficios esporádicos y bastante variopintos, como el de ayudante y chófer de un contrabandista a los 17 años. Los viajes con el contrabandista le permitieron visitar el Museo del Prado, entre otros. Las peripecias que vivió junto a él dan para una novela. Un día que el pintor en ciernes conducía el destartalado coche americano del contrabandista, que iba lleno de rollos de puntillas, se encontró con un control de la policía. El contrabandista, que iba en el asiento trasero, les dijo que era familiar del ministro del Ejército, a lo que respondieron cuadrándose y dejándoles el paso.

Le pregunto lo que supone la pintura para él. «Para algunos es un modo de vida. Para mí es la vida misma. Ha habido rachas de problemas en mi vida en las que era una tabla de salvación; me metía en el estudio y me aislaba de todo». Autodidacta, recela de los que «salen de la Facultad de Bellas Artes y se pasan media vida con becas» y despotrica de los que para hacer arte necesitan de las nuevas tecnologías. Como la mayoría de los artistas de hoy, se queja de que no se vende.

Se suele comentar que usted fue el padre de la idea del grupo Gaur.

Se puede decir que fui el padre de la idea. Tenía relación con Dionisio Barandiaran que me había cedido un local para exponer los trabajos del Taller Experimental para Niños que llevaba en Donostia y se me ocurrió pensar que podríamos organizar una exposición de artistas no figurativos, paralela al que cada año organizaba el Centro de Atracción y Turismo y que otorgaba un premio de carácter oficial. Estamos en el 65. Se lo comenté a Dionisio Barandiaran, un hombre que tenía diferentes negocios y un vivo interés por la cultura vasca, y me dio toda clase de facilidades. Yo había pensado en siete personas. Dejé fuera a Ruiz Balerdi porque participaba en la exposición oficial. Hablé con Amable Arias, que estuvo de acuerdo en seguida, fuimos a donde Oteiza y visitamos a Chillida, quien nos dijo que estaba de acuerdo, pero con la condición de que también estuviera en el grupo Ruiz Balerdi, por lo que tuvimos que retrasar la fecha a la primavera del 65. Todo esto se decidió en una sola tarde. El grupo tuvo una vida corta, de año y medio aproximadamente, pero sacudió la vida artística del momento. Solo quedamos Zumeta y yo.

Volvamos al Taller Experimental para Niños. Usted se inspiró en el trabajo de Arnold Stern, a quien conoció en París.

Muy cerca de donde vivía, en una calle paralela al Boulevard Saint Germain, Stern tenía un local donde trabajaba con niños. Siempre que pasaba por allí me paraba para observar cómo pintaban los niños, hasta que un día entré y hablé con él. Era un pedagogo que trabajaba la expresión por medio del dibujo y la pintura. En París yo tenía un galerista que organizaba exposiciones. Es la única vez en mi vida que he tenido un galerista. Se llamaba John Craven. Me organizó dos muestras y me compró veintitantos cuadros.

Para entonces, yo ya tenía dos hijos y temía que si estaba un año más en aquella ciudad iba a quedarme para siempre, y decidí volver a Donostia y montar los talleres para chavales en un bajo donde nos reuníamos dos veces a la semana. Venían directores de colegios y se quedaban asombrados de la concentración con la que trabajaban. Oteiza quiso introducir algunas de sus esculturas en mi taller para que los niños pudieran golpearlas, como si fueran instrumentos de percusión, y le dije que no, que esa experiencia la tenía que llevar a cabo él mismo.

A veces venía Esther Ferrer, que vivía en París. Llegamos a organizar una escuela para los hijos de la cooperativa Funcor en Elorrio.

Da la impresión de que es en los sesenta cuando se descubre la potencialidad de los niños para la libre expresión. Hace pocos días que murió Imanol Urbieta, que también trabajaba la música con los niños. Oteiza decía que todos los niños eran unos genios hasta que la escuela los estropeaba.

Sí, fue en esa década cuando irrumpieron los nuevos métodos. Nosotros trabajamos más tarde con el método de Celestin Freinet. Creo que los niños, hasta los 14 años, tienen una potencialidad enorme para experimentar y aprender.

Usted ha tenido una cierta alergia al sistema educativo tradicional.

Se me quedó grabada una escena de los marianistas, de cuando tendría 9 años. Era el segundo día del curso y un profesor le dio una bofetada a un alumno porque había hecho algo con la tapa del pupitre. El chaval se levantó y le dijo muy digno: «Esta no es manera de educar y menos el segundo día de clase». Recogió sus cosas, se marchó del colegio y no volvió. No sé qué padres o tutores tendría el chaval para hablar así, pero a mí me dejó muy impresionado.

A los 16 años escribió una novela que transcurría en un juzgado del Oeste Americano. Y su padre fue juzgado y condenado en un juzgado de Donostia. ¿Hay alguna relación entre ambos hechos?

No creo que tenga nada que ver. Mi padre fue denunciado por un cura militar franquista llamado Antonio Díez Martín, que vivía en el vecindario, en la calle Easo. Este Antonio y su hermano Julio eran, creo yo, unos enfermos mentales. Denunciaron a cuatro padres de familia en el mismo edificio. Anteriormente, al inicio de la guerra, nos fuimos de Donostia a Bilbao, donde mi padre trabajó en la sección de abastecimientos del Gobierno Vasco. Cuando bombardearon Gernika estábamos en Bilbao –yo tenía cinco años–, y al acercarse los fascistas a la capital salimos en el Habana hacia Burdeos y de allí pasamos a Uztaritze. Estábamos en esa localidad cuando denunciaron, juzgaron y encarcelaron a mi padre en Donostia, así que volvimos, pero como nuestra casa estaba requisada tuvimos que vivir en casa de un hermano de nuestra madre, en la calle Matia. Ese tío mío también estaba preso en una cárcel improvisada que organizaron en el límite del barrio del Antiguo y que llamaban El Infierno. La denuncia del cura fue en el año 38. Mi padre estuvo en la cárcel casi tres años y cuando salió le dieron un tiro en la nuca en el bar Aurrera. Se salvó de milagro. Murió de cáncer unos años más tarde. Yo era un chaval todavía, pero recuerdo que mi madre dijo esta frase: «Tu padre ha tenido problemas con Melitón Manzanas». Era republicano. Cuando íbamos a misa, entrábamos mi madre, mis tías y yo y él se quedaba en la puerta o se iba a otro sitio.

 

«Ere erera baleibu izik subua aruaren»

Sei izenburu daude Sistiagaren filmografian eta guztiek zeharkatu dute mundu erdia zinemaldiz zinemaldi sariak eskuratuz, baina bere filmik entzutetsuena, beharbada, “Ere erera baleibu izik subua aruaren” film luzea izan liteke. Zeluloidearen gainean eskuz margotutako (segundoko 14 margolan) film luze hori (ordu eta erdikoa) Parisko Cinematheque-n ikusi nuela gogorarazi diot eta ikusle dezente atera zirela emanaldia bukatu baino lehen. «Eta hori Cinemathequen zinemazale amorratuak biltzen zirela», erantzun du. Filmak aldeko sutsuak izan zituen, adituen artean bereziki, baina zinema aretoak hustu ere egiten zituen. Donostiako Zinemaldian estreinatu zelarik, publikoaren zati bat atera egin omen zen eta bertan geratu ziren batzuk ere kexatu egin ziren. «Nire ondoan zegoen emakume batek, esate baterako, ‘nik gauza batzuk esango nizkioke Sistiaga horri’, esan zuen eta Sistiaga hori ni nintzela erantzun behar izan nion», dio.

Baionan estreinatu zenean errefuxiatu andana joan omen zen ikustera eta bukatutakoan ea pelikula horrek zer zuen euskal zinematik galdetzen omen zuten; «eskerrak Jean Haritschelhar atera zen esanez bertsolariek erabiltzen zuten egitura bera erabiltzen zuela eta horrekin konformeago geratu ziren».

«Izena nondik atera nuen? Juan Huarteren ekoizpen etxeak izenburu bat eskatu zidan, bestela ezin zutelako laborategian negatiborik egin. Madrilen nengoen eta kabina batetik Ruiz Balerdiri deitu nion, oso iaioa zelako euskarazko eta ingelesezko hitz berriak asmatzen eta hark eman zidan izenburua. Boligrafoarekin kopiatu nion eta izen horrekin gelditu zen. Kultura Ministeriotik deitu zidaten ondoren itzulpena behar zutela esanez. Esan nien ez zuela esanahirik, baina mezu sekreturen bat ezkutatzen zuela pentsatu zuten. Haserretu eta alde egin nuen. Pentsatzen dut ekoizpen etxeko jendeak konponduko zuela auzia», amaitu du.J.A.