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Los Reyes de la selva

Los leones superan con sacrificio en una noche inolvidable a un Barça ante el que defendieron con nueve su ventaja para la vuelta.


ATHLETIC 2

BARCELONA 1

 

El Barça es el equipo de la Liga que más estadísticas positivas atesora. Es el mejor en casi todo. Es el Barcelona. Pero como decía el escritor mejicano Juan Villoro, «un cronista neutral es tan apasionante como un puré de zanahoria. Uno narra desde la pasión. No puedes negar la evidencia, pero tampoco puedes ignorar lo que sientes». Como decía el gran cronista brasileño Nelson Rodrigues: «Y si los datos no nos acompañan, pues peor para los datos…». Imposible ser neutral anoche después de que los leones se dejaran literalmente la piel sobre el verde. Imposible no sentir nada en las venas. Los partidos son lo que pasa en la cancha pero también lo que recordamos de ellos. Como el de ayer. Inolvidable. Hasta ese último suspiro que el encuentro exhaló con un remate estrellado en la madera bilbaina. El Athletic defendiendo con ocho y el portero, colgados del balcón del área grande. Numantinos. Épico. Reyes de la selva.

San Mamés, ágora de pasiones. Cartel de no hay billetes. Calor y color. Borrachera de ilusiones. Fútbol coral, ritmo en el verde, música en la grada. El mismísimo Jorge Luis Borges, abstemio futbolero, hubiera dado positivo en el control de alcoholemia. El gran Eduardo Galeano hubiera eyaculado. Presión, fricción, tensión, discusión, goles, cánticos, respiración asistida... fútbol. Vaya primera mitad que nos dejaron leones y culés, sobre todo los primeros, que hicieron de la presión alta al rival su modus vivendi, el sustento sobre el que apuntalar ese 2-0 con el que la tropa de Ernesto Valverde se fue al merecido descanso, justo cuando un desquiciado Barça más apretaba. Resultado holgado pero labrado en esa solidaridad física y colectiva que los bilbainos tienen interiozada, una asfixia sobre la misma terraza de Ter Stegen –cuando de retire contará a sus nietos aquellas visitas a San Mamés– que dio sus frutos, justo cuando el Athletic más lo necesitaba y el Barcelona dominaba.

Iniesta, repitado por estos lares hasta que se retire, lo mismo que Neymar y desde ayer un tipo llamado Umtiti, erró un fácil pase casi al primer minuto de juego. Premonitorio. A los 25, otro balón suyo en corto lo ataja un pletórico Iturraspe, el balón lo ‘pesca‘ Aduriz, manómetro rojiblanco cuando de presionar alto se trata, abre escorado a Raúl García que le dobla, centra el navarro casi sobre la cal de fondo y el ‘zorro’ la clava en el segundo palo. ¡Aritz Aduriz, loro lolo...! le rinde pleitesia el estadio. Sin tiempo para digerirlo, ni unos ni otros, nuevo robo en la presión arriba, y esta vez Aduriz asiste para que Williams empale casi por la escuadra a un imóvil Ter Stegen. Era el minuto 27, el de Yeray, en el palco, uno más. El Barça no recibía dos goles en tres minutos desde 2007. Goles que mejoraron al Athletic y dejaron tocado a un equipo culé que veía como San Mamés ‘botaba’, el partido se enrarecía –codazó de Adu a Umtiti–, que apelaba al orgullo y observaba cómo el trencilla le escamoteaba un claro penalti de Etxeita a Neymar en el descuento.

Y si la primera parte fue un canto a los más patentes instintos del fútbol, la segunda no lo fue menos. Al poco de tomar aire en vestuarios, Messi pareció en la noche de Reyes con un gol de listo, de falta directa lejana que Iraizoz se tragó. Un gol que no dejó frío a la grada, ni al Athletic, un equipo que no se acobardó, no tembló, un Barça que no se rindió. Un Athletic que acabó con nueve por expulsiones de Raúl e Iturraspe, un Barça que terminó encerrando al rival en su área, un San Mamés que fue el jugador que dio aire a su exhausto equipo, un San Mamés que le sostuvo, que movió el poste para que ese último balón no viera red. Athletic, el rey de la selva. San Mamés, catedral del fútbol.