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Podemos afronta Vistalegre II dividido y con su futuro en manos de los inscritos

Después de semanas de dura campaña interna, Podemos afronta este fin de semana Vistalegre II, su segunda asamblea ciudadana. El cónclave llega marcado por la división entre el secretario general, Pablo Iglesias, y el secretario político, Iñigo Errejón. Los resultados, que se conocerán mañana a mediodía, determinarán el futuro de la formación y quién liderará un proyecto cuyo primer reto será cicatrizar las heridas.

Iglesias. durante su discurso. (J. DANAE)

«Que sepa todo el mundo que no voy de farol». Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, insistía ayer en su mensaje: si su lista y sus documentos no se imponen en la votación dimitirá como líder del partido e incluso se plantea dejar el acta de diputado. Al mismo tiempo, su rival, Iñigo Errejón, que no se presenta para «número uno» pero sí que compite en documentos y plancha, apelaba a la «responsabilidad» e insistía en que, si ganan los suyos, sigue queriendo a Iglesias al frente. La discusión sobre quién ostentará el mando simboliza una pugna que, de facto, es por el liderazgo del partido. Aunque las 7.000 personas que se espera en Vistalegre sigan atentos los debates, lo realmente relevante será mañana. A las 14.00 horas está previsto que se anuncien los resultados de los comicios internos. Lo que surja de ahí ya no será el Podemos que se ha conocido hasta ahora.

Las últimas semanas han sido duras para el partido morado. Basta con echar un ojo a sus redes sociales para comprobar hasta qué punto existen dos corrientes enfrentadas y una tercera, los anticapitalistas, como minoría que mantiene su espacio. Parece que hayan pasado siglos desde que hace tres años, también en la antigua plaza de toros de Madrid, Iglesias y Errejón concurriesen juntos frente a la línea de Miguel Urbán y Teresa Rodríguez.

Si entonces Iglesias se permitió ironizar con la supuesta «división» que asolaba el partido, esta se ha convertido en una realidad. Cuestiones ideológicas al margen (se han repetido hasta la saciedad, aunque el ruido entre miembros de las corrientes dificultaba bastante el debate), resulta sintomático que hay elementos discursivos que no han cambiado desde entonces. El primero, el carácter plebiscitario: Iglesias también advirtió en 2014 que si su lista no se imponía, daría un paso a un lado. Quizás lo que sí que ha cambiado es el estado anímico. En 2014 existía la promesa de «tomar el cielo por asalto». Ahora, con dos elecciones estatales de por medio, así como autonómicas y municipales, hay signos de agotamiento y una pregunta: qué papel tomar cuando la restauración del sistema político español a través del pacto PP, PSOE y Ciudadanos avanza rápidamente.

Si gana Errejón, Iglesias ya ha anunciado que se marcha a un segundo plano. En caso de que se imponga el secretario general, está por ver cuál será el papel reservado para el actual «número dos», aunque las menciones de sus rivales de que ha concentrado «demasiado poder» ya apuntan maneras. También habrá que ver cómo cicatrizan las heridas. Porque esta campaña ha sido dura, muy dura, más centrada en la caricaturización del otro (Iglesias como «nostálgico comunista», Errejón como «socialdemócrata seducido por el PSOE») y no es fácil sentarse a hablar de política como compañeros cuando llevas semanas despellejándote en las redes.