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Macron: ovni político convertido en oportuno anticuerpo del sistema

En la lógica de un modelo electoral que propicia la bipolaridad, solo un proclamado antisistema como Macron –profundamente incardinado en la misma élite que pretende reformar– podía retar de frente a la mujer que pretende poner patas arriba la V República francesa.


Joven, guapo e inteligente, con aspecto de yerno perfecto y de primero de la clase, el exministro de Economía busca convertirse, a sus 39 años, en el más joven jefe del Estado francés de la historia reciente.

Si algo buscó Macron desde su entrada en el Gobierno del PS, en agosto de 2014, fue hacerse con una voz propia. Eso le permitió discrepar en asuntos tan centrales como la reforma de la Constitución que impulsó el presidente François Hollande –y que acabó encallando en el Parlamento– para retirar la nacionalidad francesa a los condenados por terrorismo. La continua búsqueda de un perfil diferenciado, a la derecha del PS pero con tintes cosmopolitas que lo alejan de los conservadores, convirtió a Macron en un ente extraño en la política francesa: un liberal al estilo anglosajón.

Hijo de dos médicos de Amiens (norte del país), Macron se formó en el gran vivero galo de cargos públicos, la ENA (Escuela Nacional de Administración), cuna de la élite política y económica francesa. Trabajó como inspector de finanzas antes de desembarcar en la banca de negocios Rothschild en 2008, de la que llegó a ser socio.

Ese trabajo le ha granjeado la etiqueta de «amigo de las finanzas» entre sus rivales, pese a que él se defiende insistiendo en que es precisamente lo que le distingue de los políticos profesionales que han vivido toda su vida del dinero público.

Entró en el Palacio del Elíseo en 2012 junto a Hollande como secretario general adjunto, y luego como ministro de Economía, donde fue el arquitecto de las primeras reformas económicas, incluida la ley de «reforma» laboral que lleva su nombre.

Su intención de cabalgar en solitario quedó clara hace un año con el nacimiento del movimiento «En Marche», inspirado en la campaña de Obama, desde la que lanzó su candidatura presidencial, tras dimitir del Gobierno en agosto.

Avezado músico (ganó varios premios como pianista en el conservatorio de Amiens) y lector de filosofía, su ubicuidad en los medios franceses se amplió al «papel couché» por la peculiar historia de amor que le unió desde muy joven a su esposa, Brigitte Trogneux, antigua profesora suya en el instituto y 24 años mayor que él.