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Habrían hecho falta tres puntos, ahora harán falta seis

Este Athletic que hace un día era encumbrado como serio candidato a una plaza de Champions, ahora necesitará no solo sacar los tres puntos que podrían haber sido definitivos ante el rocoso Leganés sino ganar –ojo a la diferencia con ir a...– en el mismísimo Vicente Calderón.

Alavés-Athletic en Mendizorrotza. (ARGAZKI PRESS)

Kepa Arrizabalaga se mudó en estatua de sal mientras el imposible misil tierra-aire de Theo Hernández se alojaba en el fondo de su red. Uno se pregunta qué se hubiera escrito al día siguiente si el gol lo hubiera encajado Gorka Iraizoz. De todo. Y ni uno era un manta, ni el otro el nuevo Iribar.

Como este Athletic sigue siendo el mismo del sábado a pesar de la decepcionante derrota del domingo. Este Athletic que hace un día era encumbrado como serio candidato a una plaza de Champions, ahora necesitará no solo sacar los tres puntos que podrían haber sido definitivos ante el rocoso Leganés sino ganar –ojo a la diferencia con ir a...– en el mismísimo Vicente Calderón, ante un Atlético que ha dejado su portería a cero en 20 partidos este curso.

De tenerlo en la mano, una victoria mediante en Mendizorrotza, a atisbarse, a priori, un incierto panorama. La clave era ayer. Lo avisó Ernesto Valverde en la previa. Y se lamentó después de la derrota, inmerecida, pero tanto como su victoria en Ipurua. El fútbol te da y te quita, más cierto que lo de «gol es gol» que decía Vujadin Boskov.

Y el Athletic no ganó porque evidenció un par de males que ha arrastrado la mayor parte de esta campaña, como la falta de pegada o la inoperancia de sus laterales y extremos –y Susaeta en casa– para poner un centro en condiciones.

Y no ganó tampoco porque enfrente tuvo un brioso Alavés que le igualó en actitud, disputa, agresividad... determinación, las armas que hacen del Athletic lo que es. Si Raúl García aburría al colegiado, Manu García hacía lo propio; si Yeray era un coloso en el choque, los defensas albiazules iban al límite; si Laporte se ponía gallo, Deyverson cacareaba más alto que nadie...

«Nos vamos tranquilos, no contentos», lo resumió Valverde. Jodidos, más exacto. Porque de tenerlo en la mano corren el peligro de que se les escurra entre los dedos.