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Sidálava, 30 años de asistencia y prevención

La Comisión Antisida de Araba cumple 30 años, y para celebrarlo ha inaugurado la nueva sede en la calle Zapatería 91. Belén Martínez, su presidenta, invita a todos aquellos que se quieran hacer el test rápido.


En marzo de 1985 una joven ingresó en el Hospital de Cruces para ser atendida por un sarcoma de Kaposi. Fue el primer caso registrado de sida en la CAV. El primer toque de atención a una sociedad que durante los siguientes años vio como el VIH se cebaba con los toxicómanos. «Cuando empezaron a surgir los primeros casos la mortalidad era muy elevada y el 75% de los enfermos eran usuarios de drogas», recuerda Belén Martínez, presidenta de la Comisión Antisida de Araba (Sidálava), creada hace 30 años para responder a una situación «dramática». «Los médicos no sabían cómo hacer frente a la enfermedad y quienes la padecían tenían poca esperanza de vida. La situación cambió a partir de 1993 cuando empezaron los tratamientos retrovirales; marcó un antes y un después», añade.

Poco a poco, los enfermos empezaron a ganar años de vida y la comisión, creada por personas afectadas, profesionales y voluntarios, enfocó sus esfuerzos en asistir a las colectivos más vulnerables, como eran los drogodependientes, las personas presas y las trabajadoras sexuales. «Se empezaron a crear recursos de alojamiento y apoyo, se hacía trabajo de reducción de riesgos, trabajo educativo con las personas toxicómanas y se empezaron a gestionar los recursos públicos desde la comisión antisida», explica Martínez, quien pone en valor la filosofía integradora con la que se comenzó a trabajar la comisión, en alusión a la participación de personas afectadas por el VIH en los equipos de asistencia. «Es algo muy peculiar de Sidálava», indica y cita el caso de Miguel Ángel Ruiz, que acudió a la comisión en busca de ayuda y llegó a ser su presidente, así como del Consejo Social de Gasteiz.

«Se buscaba el trabajo inter pares, la comprensión que puede haber entre una persona que necesita ayuda y otra que ya ha recorrido ese camino», indica antes de citar algunos de los recursos que se pusieron en marcha en los años 90 y en la primera década del siglo XXI. Entre ellos figuran el Aterpe, el centro de día Estrada, la Casa Abierta o los pisos tutelados, dirigidos a personas en situación de exclusión grave. A estos se suman los pisos para personas presas, financiados por la Diputación foral y el Gobierno autonómico, y Besarkada Etxea, destinada a personas en un estadio avanzado de la enfermedad que carecen de cobertura social y familiar. «Se trata de un recurso sociosanitario en el que atendemos las necesidades físicas y sicológicas de los enfermos. Y logramos que su calidad de vida mejore mucho», apunta la responsable de Sidálava, que es trabajadora social en este centro.

Además, la comisión participa en los programas Incorpora y Reincorpora de la Obra Social La Caixa, creados para mejorar la integración socio-laboral de personas en situación de vulnerabilidad. Gracias a estos programas se puso en marcha el Jardín Botánico de Santa Catalina, en el que trabajan presos y presas de Zaballa. «Salen de prisión y realizan trabajos en el jardín, se les da una oportunidad. Se trabaja la inserción laboral y actuamos como intermediarios en la búsqueda de un empleo», detalla, y reconoce que «se está haciendo un trabajo con buenos resultados». Asimismo, Sidálava trabaja en el interior de la prisión, y desarrolla campañas preventivas y de atención social a menores, población migrante y prostitutas.

Nueva sede en la calle Zapatería 91

Muchos de estos programas se gestionan desde la sede de Sidálava, que esta semana ha inaugurado sus nuevas instalaciones en la calle Zapatería 91. Allí se desarrolla el proyecto Servicio Amigo, incluido en el programa conVIHve y realizado en colaboración con la Fundación Vital; el programa Nahikari, que ofrece atención integral a personas en el ámbito de la prostitución –el curso pasado se contactó con más de 900 trabajadoras sexuales–; la iniciativa Gayen Artean, creado para trabajar la prevención con hombres que tienen sexo con hombres y homosexuales; y Whatsapp Asexora y Gazteen Artean, dirigidos a jóvenes. En este último programa participaron 36 centros escolares el curso pasado, lo que les ha permitido llegar a 2.200 alumnos y alumnas.

Pero el principal programa que desarrolla Sidálava en su sede es el de prevención con población general. Reparten material preventivo, cuentan con un servicio de información y realizan pruebas rápidas de VIH y de otras enfermedades de transmisión sexual. «La prueba es la clave del trabajo que hacemos y del mensaje que tenemos que difundir, porque demuestra que sigue habiendo personas que se contagian y que sigue habiendo personas que realizan prácticas de riesgo sin tomar medidas preventivas. Esa es la realidad y por eso tenemos que animar a la gente a que se haga la prueba», destaca Martínez, que hace hincapié en que se trata de una prueba rápida y anónima. «Los sabes en el momento, te quitas el miedo de la cabeza y se frena la cadena de contagio».

Reconoce, no obstante, que para muchas personas no es fácil dar el paso. «Sigue habiendo estigma y eso frena un poco a las personas a la hora de plantearse hacerse la prueba. Sigue habiendo algo que provoca una comedura de coco, y la gente tiene que saber que la mayoría de personas que se hacen la prueba da negativo. Por ejemplo, el año pasado se hicieron 450 test rápidos de VIH en Sidálava y seis dieron positivo», indica antes de advertir de que la tercera parte de las personas que tienen el VIH no lo sabe, y «si no lo saben no pueden poner medidas, lo que afecta a la sociedad en general, porque sigue la cadena de contagio, y a ellos mismos porque cuanto más tarde reciban el diagnóstico peor adherencia al tratamiento van a tener». De cara al futuro, Martínez espera que se cumplan los objetivos de la declaración de París, que el 90% de las personas que viven con el VIH conozcan su estado serológico, que el 90% de quienes conocen su estado serológico positivo sigan un tratamiento y suprimir la carga viral del 90% de las personas en tratamiento, para que se mantengan sanas y se reduzca el riesgo de transmisión del VIH.