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La gran migración europea estacional pasa por Biriatu

Descienden por carretera desde el Estado francés, Bélgica o Italia. La mayoría cruza Euskal Herria por el peaje de Biriatu y, tras un largo periplo hasta el sur del Estado español, embarcan en ferries para llegar a sus países de origen, en el norte de África.


La mayor migración estacional en Europa pasa todos los veranos por delante de nuestros ojos, más concretamente por las autopistas de Euskal Herria. Y lo hace en un viaje de ida y vuelta que, sobre todo a finales de julio y a principios de setiembre, acentúa aún más los colapsos periódicos de tráfico veraniegos. Un tráfico ya de por sí intenso con las operaciones salida y regreso de los turistas vascos y con el tránsito de miles y miles de emigrantes, sobre todo portugueses y gallegos, que trabajan en Europa y pasan las vacaciones en sus lugares de origen. Todo ello sin olvidar la aumento de la densidad de tráfico provocada por el creciente impacto del turismo en Euskal Herria.

Para este año se calcula que 3 millones de personas oriundas del Magreb y del norte de África tomarán parte en esta migración masiva, todo un desafío logístico. Dieciséis puertos del Estado español, Marruecos y Argelia participan en la operación «Paso del Estrecho», lo que moviliza a miles de policías de ambas orillas del Mediterráneo, amén de cientos de traductores y voluntarios de Cruz Roja. Protección Civil española registró 2,8 millones de pasajeros en ambos sentidos en 2016, y se esperan más este verano.

Said Arrhamani, vecino de las Ardenas, en el norte del Estado francés, conoce bien el trayecto. No en vano lo hacía ya siendo pequeño cuando su familia partía en coche hacia Rabat para pasar las vacaciones.

«Hace 30 años era un infierno»

Hoy, él es quien está al volante para llevar a sus hijos a Marruecos: más de 2.000 kilómetros de ruta para llegar al puerto de Algeciras, en Cádiz, por donde transitan la mitad de estos viajeros.

«Hace treinta años era un infierno», recuerda este corpulento hombre moreno de 36 años en un parking del puerto. «Teníamos que esperar dos días a pleno sol para embarcar y los atascos llegaban hasta el exterior de Algeciras. Ahora tenemos traductores que nos hablan en francés y nos guían hasta la salida», añade. Asimismo, las señalizaciones en árabe jalonan actualmente las autopistas, como es visible en el cruce de la AP8 y la AP1 en Maltzaga.

El último fin de semana de julio y los primeros días de agosto, la actividad es febril en el puerto andaluz de Algeciras. Coches, camiones y autobuses enfilan los aparcamientos antes de embarcar en las inmensas bodegas de los ferries. Solo el año pasado transportaron 655.000 vehículos. Utilitarios coinciden con algún modelo de lujo, pero la mayoría delatan el origen modesto de sus ocupantes, cargados de ropa, comida y bolsas... Todo es válido para matar el tiempo de espera: comer, charlar, dormir en el coche o estirarse en la escasa sombra sobre una alfombra. Algunos sacan su narguille para fumar tranquilamente. Unos niños improvisan un partido de fútbol.

Miles de euros de ahorro

«Salimos de Niza ayer a las 9 de la noche y hemos llegado esta tarde. Son cerca de 2.000 kilómetros, pero ahorramos 2.700 euros al no coger un avión», relata Karima Bel Hafout, una mujer de 40 años que espera para viajar hasta Rabat vía Tánger con su marido y sus dos hijos.

Otros, agotados, han cubierto el trayecto en autobús. «Tengo la espalda rota de intentar dormir, pero no tenía elección. He esperado hasta el último minuto y para entonces no había billetes de avión», se lamenta Hamid Hafid, un hombre entrado en la cincuentena proveniente de Agen, en el suroeste del Estado francés. «Es largo y es duro», confirma su amigo Said Jadrouf, mientras bebe un poco de agua a la sombra.

Llegará la vuelta

Tras la «operación salida» cruzando muchas veces media Europa, y un mes en las ciudades o aldeas que les vieron nacer, llegará el viaje de vuelta, desde finales de agosto y hasta mediados de setiembre.

Un viaje que volverá a verse demorado y perjudicado por las operaciones y controles de la Policía española y de la Guardia Civil contra la inmigración irregular y para prevenir atentados yihadistas. Todo ello en el marco de un operativo en el que participan agentes de otros 16 estados de la Unión.

Solo el año pasado, 1.6 millones de viajeros fueron interceptados en controles policiales. «Tenemos que ser rápidos e ir sobre seguro–, asegura una fuente policial portuaria–. Un agente portugués, por ejemplo, conoce mejor los visados de los marroquíes que trabajan en Portugal».

Frente a la pantalla de alta definición desplegada en su oficina, que permite visionar las imágenes captadas por alrededor de 700 cámaras, Manuel Alcázar, responsable de Protección de la Autoridad Portuaria de Algeciras, explica que en los días punta se da prioridad al tránsito de pasajeros sobre el de los camiones.

Y es que el puerto gestiona el paso de productos agrícolas y de pescado, de productos del gigante español del textil Inditex y piezas del constructor automovilístico Renault, que tiene una fábrica en Tánger.

La migración estival es crucial para los armadores, particularmente para los que operan en el estrecho de Gibraltar, ya que concentran habitualmente el 40% de sus cifras de negocio entre mediados de los meses de junio y setiembre.

Este fenómeno ha creado igualmente centenares de empleos temporales, sobre todo en Algeciras, una ciudad de 120.000 habitantes en la que 28.000 empleos directos e indirectos dependen del puerto.

Entre ellos destacan los 200 jóvenes que, vestidos de amarillo fluorescente, y bautizados como los «polluelos», ayudan a desatascar la congestionada circulación.

Isabel Corrales, estudiante de Administración y Finanzas, lleva haciéndolo en los últimos cinco años. «El dinero viene muy bien para pagar la matrícula universitaria», reconoce con una sonrisa.

Y el año que viene, si sigue estudiando, podrá seguir haciéndolo. Porque la mayor migración estacional actual en Europa se repetirá con una precisión más propia de las aves migratorias que de la matemática.