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Entrevue
NAIKE DÍEZ
HIJO DE RAFA DÍEZ USABIAGA

«Siempre vimos opciones de excarcelación, pero se ha impuesto la sed de venganza»

Cuando detuvieron a Rafa Díez y demás en la sede de LAB (2009), ETA atentaba, la izquierda abertzale era ilegal, había más de 750 presos... y Naike Díez era solo un estudiante de 18 años. Hoy todo ha cambiado pero su padre aún sigue preso. Hasta mañana.


Casi ocho años después de aquel octubre, el castigo a los principales artífices del giro de la izquierda abertzale concluye al fin mañana con la excarcelación de Rafa Díez desde Santoña (Cantabria). Se espera que ocurrá a primera hora y a su llegada a Lasarte habrá otro acto a las 19.30. Naike Díez visitó allá a su padre por última vez el domingo, y antes de desembarcar en la Aste Nagusia donostiarra hizo un alto con GARA para valorar todos estos años, decisivos políticamente para el país y también para él a nivel personal.

Antes que nada, ¿qué tipo de prisión es El Dueso y qué trato ha tenido allí Rafa Díez?

Un trato normal, correcto. Ha estado con Imanol Vicente, de Donostia, uno de los condenados por Segi, que también saldrá pronto, hacia setiembre. Dentro de lo que cabe, Santoña está a dos horas de coche de casa, y aunque es una cárcel con más de cien años se puede ver el mar... Y con la peculiaridad añadida de que un aitona suyo estuvo preso allí en la guerra del 36, durante algunos meses.

¿Ha podido seguir la situación política en Euskal Herria?

Sí. Se escucha Radio Euskadi y Euskadi Irratia. Y mi aita se lee de arriba a abajo todos los periódicos que le llegan. Pidió también poder ver ETB, pero se lo negaron. Yo diría que está más informado que quienes estamos fuera, y mantiene la capacidad de análisis que ha tenido siempre. Nos hemos asombrado con cómo ha acertado algunas cosas que iban a pasar con Podemos, en Catalunya... Está claro que no se ha cogido vacaciones en su militancia por tener que estar en prisión.

¿Muchas visitas políticas?

Unas cuantas. Ha estado Arnaldo Otegi, Arkaitz Rodríguez, Ainhoa Etxaide... También una vez Jonan Fernández, pero no se repitió en vista del revuelo que provocó la filtración. Con la izquierda abertzale ha mantenido el contacto totalmente, aunque con las limitaciones que conlleva la cárcel, por carta sobre todo.

Al haberse interrumpido en 2010 el cumplimiento de condena, Rafa Díez ha terminado siendo el que más tiempo lleva con este proceso a cuestas. Son casi ocho años desde la detención. ¿Cómo lo ha vivido él? ¿Y la familia?

Empiezo por el principio. Yo tenía entonces 18 años y acababa de empezar en la universidad. Recuerdo que me llamó un amigo para decirme que mi aita estaba detenido, y cuando miramos por la ventana ya vimos allí tres Opel Astra y con ello lo confirmamos. Nos vinimos al sindicato enseguida, a Igara; no lo habían sacado aún, se lo llevaron luego. La Policía estuvo en casa registrando, unas dos horas, aunque no se llevaron gran cosa. Mi habitación la sacudieron tanto o más que la suya. Aquellos días pasaron muy rápido, y de ahí a la cárcel de Estremera (Madrid). La primera visita la hicieron mi ama y mi hermana, yo no fui, pero indudablemente aquello a mí me cambió.

Según se supo, no había orden de detención contra él...

No, pero se lo llevaron también. Mi conclusión es que le tenían muchas ganas porque atrás había años y años de militancia, implicación importante en procesos de negociación... Pequeño o grande, pero yo percibo un afán de venganza en lo que ha pasado en estos ocho años.

Nos hemos quedado en Estremera. ¿Y después?

Al principio estuvieron los cinco de Bateragune juntos, pero luego los separaron. A mi aita lo dejaron en Estremera. Mi amona estaba mal de salud, así que se decidió pedir la excarcelación preventiva y se consiguió, con lo pudo estar cerca de año y medio fuera. De ahí llegamos al juicio [junio de 2011] con algunas esperanzas, pero no solo le condenaron, sino además en condición de dirigente. Diez años de cárcel. Y de nuevo para adentro.

Para cuando arrancó ese juicio, cuestionar la veracidad del giro estratégico de la izquierda aberzale era absurdo. Y luego ha sido aún más patente, hasta el desarme de ETA. El propio instructor, Baltasar Garzón, pasó a pedir su libertad. ¿Han albergado esperanzas de ello?

Sí, pero no es ha producido, y por eso concluyo que ha habido una sed de venganza, insaciable. El recorrido judicial ha sido bastante frenético, primero con los propios recursos contra la condena (Audiencia Nacional, Supremo, Constitucional, Estrasburgo...) y luego con los que se han ido planteando para revisar la condena debido a la reforma legal. En todo ese periplo, lo que acabas viendo es que el Poder Judicial está estrechísimamente unido al poder político.

Parece muy notorio que el delito achacado es de los llamados «menos graves» y por tanto cabía esa revisión de condena...

Siempre hemos visto opciones de ello, la verdad, porque mi aita cumplía los requisitos totalmente. Pero también antes las vimos, en torno a la propia condena, porque algunas decisiones judiciales fueron muy disputadas, con votos particulares, por un solo voto de diferencia... y sin embargo al final solo se logró bajarle la pena de diez años a seis años y medio. Para la familia ha traído un desgaste potente todo este periplo judicial. Y se ha impuesto esa sed de venganza que decía antes.

¿Y para Naike qué ha supuesto? Antes ha dicho que indudablemente le ha cambiado...

Empecé a hacer mis reflexiones propias sobre la situación política. Diría que la cárcel ha provocado que me implique más.

¿Cree que hubiera seguido otra trayectoria si no hubiesen encarcelado a su padre?

Seguro que sí. De alguna manera en casa era mi aita quien cubría la función política y con el encarcelamiento quedó un hueco que me ha hecho implicarme poco a poco, pero cada vez más. Primero en Ernai, luego en la campaña de EH Bildu, ahora en Etxerat… La cárcel me ha hecho conocer y aprender mucho de lo que es este conflicto político.

¿Se habla mucho de política en las visitas o la conversación es más humana, familiar...?

Sí, hablamos de política bastante. Él fue haciendo cada vez más análisis político conmigo en la medida en que veía que yo me iba «mojando». Ahora siempre da su diagnóstico sobre esto o sobre lo otro, sobre la actualidad. ¡En esta visita hemos hablado del turismo, claro!

¿Qué planes tiene Rafa Díez?

Necesitará un tiempo y se lo va a tomar con tranquilidad. Hablará también con Harrera Elkartea, que atiende estas cosas... Al fin y al cabo, una excarcelación es un final pero a la vez es un inicio. Mi aita es consciente de que hay cosas que han cambiado mucho fuera, de las tecnologías a todo, y no va a volver a primera línea directamente.

Estará satisfecho con que el cambio de estrategia que impulsaron se haya consolidado y generado efectos, ¿o no?

Sí lo está, pero sin autocomplacencias. Siempre está planteando también que hay que meter una marcha más, se siente preocupado con esa pérdida de pulso de la que suele hablar Arnaldo Otegi, ve cierta falta de tensión que fomenta inercias y apatías… Tiene esas preocupaciones bastante interiorizadas y las expresará, seguro.

Se cierra un ciclo, ¿algo más que añadir?

Sí, agradecer la solidaridad que hemos recibido en este tiempo. Me acuerdo especialmente de la manifestación potente que se hizo en Elgoibar en el quinto aniversario, y luego de la de Donostia cuando ya habían salido Miren, Arkaitz y Sonia, que también fue muy gratificante. Y de la salida de Arnaldo, por supuesto; fue todo un punto de inflexión. También del acto plural de Ibaeta en su favor, más reciente. Yo creo que la empatía que ha tenido mi aita siempre con buena parte del arco político se ha notado en su caso, con una correspondencia, ha habido gente más allá de la izquierda abertzale que se ha implicado. A El Dueso van a venir gente de ELA, SAT [Sindicato Andaluz de Trabajadores].… Destaco mucho también el apoyo de la FSM [Federación Sindical Mundial] y especialmente de Valentín Pacho [vicepresidente].