Policías, a pulso de calle por el control del territorio
A los más de 400 periodistas de fuera del Estado llegados al Parlament les quedó claro qué policía manda aquí: el despliegue de Mossos fue desmesurado. La Policía española contraatacó hostigando cerca de allí a independentistas. El pulso es real y se libra por tierra y aire.
Amediodía del martes, sobre el Parc de la Ciutadella dos helicópteros policiales jugaban al gato y al ratón. Uno era de los Mossos d’Esquadra y otro de la Policía española. Por las trayectorias de sus vuelos daba la impresión de que se estaban vigilando mutuamente, o al menos siguiendo. A pie de tierra, por contra, en el área acordonada alrededor del Parlament no había color. La policía catalana desarrolló un operativo amplísimo: decenas de furgonetas, un autocar, uniformados peinando este parque cerrado al público...
El despliegue pareció demasiado evidente; abrumadoramente mayor, por ejemplo, que el de aquella sesión de junio de 2011 en que los «indignados» cercaron el Parlament y Artur Mas acabó accediendo en helicóptero. Hay dos explicaciones para ello: o en su notable capacidad para prever todas las contingencias el Govern había contemplado un hipotético intento de asalto (bien de ultras que ya lo ensayaron tímidamente el domingo o bien incluso de otras policías para intentar impedir el pleno por orden judicial), o simplemente quiso hacer una demostración de control del territorio. Esta segunda parece más posible. Y sin duda funcionó; a los más de 400 enviados especiales de todo el mundo les quedó muy claro que allí mandaban los policías de la cuatribarrada sobre los de la rojigualda, los de la boina ladeada frente a los del tricornio y la gorra de plato.
Un par de rotondas más arriba, tras el Arc de Trionf y la Plaça de Tetuan, la imagen era radicalmente contraria. A centenares de metros de donde muchos miles de personas se habían concentrado para recibir a la República catalana, fue la Policía española la que se desplegó de modo claramente intimidatorio, amagando estar preparados para cargar. «Como se proclame la independencia, estos nos masacran», era el comentario generalizado entre los independentistas en el Passeig de Lluís Companys.
Entrada ya la noche, cuando el Parlament se iba vaciando y los Mossos levantaban sus dispositivos, los vehículos policiales españoles bajaron hacia esa zona circulando insistentemente y sin más sentido que hacerse notar. En estos recorridos, según muestran varios vídeos, fueron increpados por los transeúntes (la huella de las cargas del 1-0 sigue muy viva), arrollaron a una bicicleta y casi atropellaron a otras personas.
Los 7.000 «piolines», problema latente
Los cuerpos policiales pugnan abiertamente, pero con actitud muy diferente. Los Mossos aguantaron estoicamente el domingo las increpaciones e insultos de participantes en la manifestación unionista. Y esto que sigue resulta imposible de probar, pero los más exaltados que aporrearon furgones en puntos como el Passeig de Gràcia, por su morfología y los gritos que proferían, bien podían ser agentes policiales o militares españoles. No parece que ese día en que el independentismo vació Barcelona hubiera gran cosa que hacer en el barco de Piolín...
Los cerca de 7.000 – según Madrid– guardias civiles y policías desplazados a Catalunya llegaron para impedir el 1-0, lo que se saldó con un rotundo fracaso. La estancia se prolongó luego hasta el día 8, una semana de margen para contingencias posteriores. Más tarde se extendió hasta el día 11 (ayer), lo que parecía una buena jugada para homenajearlos hoy –Día de la Hispanidad y la Guardia Civil– en el gran desfile de Madrid y devolverlos a casa reconfortados. El nuevo plazo de vuelta ahora es el miércoles 18, pero nada indica que se vaya a cumplir. Mientras tanto, el descontento de la tropa se ha intentado paliar por la vía habitual del bolsillo: el 22 de setiembre el Ministerio de Interior decidió triplicarles las dietas de pernoctación (de 49 a 150 euros diarios) y subirles igualmente las de manutención (de 28 a 37 euros para los agentes rasos y 53 para los altos mandos).
Mientras, la coordinación policial ha saltado por los aires. El intento de someter a los Mossos a la jerarquía del guardia civil Diego Pérez de los Cobos fracasó. Un informe de este cuerpo acusa ahora directamente al mayor Josep Lluís Trapero por el 1-0. La teoría de que en un conflicto de soberanía el control policial del territorio es factor clave ya es realidad. Está pasando, en Catalunya.