Esta columna está escrita desde la República catalana independiente
Es imposible saber qué recorrido tendrá la República recién declarada por la mayoría parlamentaria catalana, pero ahora y aquí, estas palabras están escritas desde un país soberano que acaba de autodeterminarse. Asusta, emociona y da vértigo escribirlo. Aún más releerlo.
Paralelamente el Senado da carta libre al Gobierno español para caer con todo sobre Catalunya. Y antes que eso, la Fiscalía ya tiene a punto una querella por rebelión que presentará ante el Supremo y que podría alcanzar al president, a todos los miembros del Govern, de la Mesa del Parlament y a los diputados de JxSí y la CUP. La intervención que en las próximas horas llegue desde el Estado puede adquirir mil formas, a cada cual peor. Negar el temor a lo que pueda venir sería absurdo.
Pero que los miedos sean compartidos y no tapen la la sonrisa de Anna Gabriel en el momento de votar. Tampoco el beso de Marta Rovira al voto a punto de introducir en la urna. «Hoy es un día féliz», han querido subrayar desde las filas independentista. Y no hay más que observar a las miles de personas concentradas a las puertas del Parlament para saber que es así.
Disfrutar y organizarse, porque ahora, aunque suene a aguafiestas, llega lo más difícil. Porque toca echar a andar la República y resistir una ofensiva estatal que llegará con todo y que no parará ante nada. Los próximos días serán cruciales, pero nada, absolutamente nada, borrará ya los abrazos emocionados que miles de catalanes se están dando en este mismo momento. En una República catalana independiente.