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La alegría contenida durante semanas se desató tras proclamar la República

La alegría se desbordó en el paseo Picasso de Barcelona en cuanto Carme Forcadell anunció el resultado de la votación que proclamaba la República catalana. Aldunos lloraron, y en general las miles de personas que estaban en las inmediaciones del Parlament celebraron el fruto de una lucha de muchos años.

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No todos los días nace una República, así que es algo que hay que celebrar. Y eso hicieron los miles de personas que se congregaron en las inmediaciones del Parlament de Catalunya. Fue un txupinazo. En cuanto Carme Forcadell anunció el resultado de la votación que suponía la proclamación de la República catalana, la euforia se desató.

Las últimas semanas han sido complicadas para quienes ansiaban la independencia. Las palabras de Forcadell fueron el detonante de la celebración, hasta entonces contenida, y también después. La República catalana es una realidad, pero hay que consolidarla. Y quienes ayer lo celebraban eran plenamente conscientes de ello. Celebración, pero con cautela.

Los accesos al parque de la Ciutadella, en cuyo interior se ubica el Parlament, estaban cerrados. Desde primeras horas de la mañana miles de personas se congregaron en sus inmediaciones, en el paseo de Picasso, junto al Arc de Triomf y frente a la Estació de França.

Todos los reunidos eran conscientes de que el de ayer era un día clave y querían mostrar su apoyo a los parlamentarios, que fueron recibidos con aplausos mientras accedían al Parlament. Quienes también recibieron una ovación mientras llegaban a la Cámara catalana fueron los alcaldes, que se desplazaron con sus varas de mando para mostrar su adhesión a una República construida por sus vecinos.

Salvi Güell, alcalde de Castelló de Empùries, era uno de ellos. Según explicó a GARA antes de que comenzara el Pleno del Parlament, «nosotros somos los que estamos al lado de nuestros vecinos. Todos sabemos cuál es la base real del independentismo en nuestro municipio. Por eso, estamos junto a nuestros vecinos».

Pantallas de vídeo

Los congregados en la calle querían saber qué pasaba en el interior del Parlament. Para ello, la ANC instaló junto al gran Arc de Triomf unas pantallas de vídeo que retransmitían la sesión.

El ambiente era parecido al de un partido de fútbol. Mucha gente con banderas esteladas. Animaba a los suyos y pitaba al contrario. El diputado de Ciudadanos Carlos Carrizosa fue, sin duda, quien más pitos se llevó, seguido de su jefa de filas Inés Arrimadas y los diputados del PP Alejandro Fernández y Xavier García Albiol. La gente no estaba para filibusterismos, quería la República ya.

En cambio, las apariciones de los diputados independentistas eran acogidas con aplausos. Uno de los más cálidos fue para el diputado de la CUP Carles Riera, que comenzó su intervención reclamando la libertad de Jordi Cuixart y Jordi Sànchez. Los aplausos y los gritos de «Llibertat» atronaron entonces el paseo de Picasso. Contrastaba con las palabras de Carrizosa, quejándose de que los alcaldes en el Parlament corearan «Independencia». ¡Vaya pitada que se llevó entonces el diputado de Ciudadanos!

Aplausos y pitos se intercalaron también mientras Forcadell llamaba uno por uno a los diputados para que votasen. Cuando la presidenta del Parlament contaba los votos y decía «sí» la respuesta era un sonoro «eup!». El «no» recababa abucheos. Los votos blancos tampoco eran bien recibidos.

La espera, al final, valió la pena. El Parlament había proclamado la República. Y con ello había llegado el momento de celebrarlo. La gente se abrazaba y coreaba gritos de «Independència». Muchos lloraban. Nosotros también. Era la culminación de años de lucha y décadas de sinsabores. Los más previsores descorchaban el cava que tenían preparado.

Los coches y motocicletas hicieron sonar sus cláxones para festejar que Catalunya es ya oficialmente un Estado independiente. Una realidad a preservar y a desarrollar. Pero ayer tocaba celebración, la que estaba pendiente desde el Sí del 1-o y el sí-pero-no del 10-0.

Plaça de Sant Jaume

Tras proclamarse la República, la ANC llamó a acudir a la Plaça de Sant Jaume para festejar la celebración. El simbólico lugar se llenó inmediatamente de gente en un ambiente festivo, en el que no faltaron los castells. El objetivo era permanecer en la plaza toda la noche para, de paso, proteger la sede de la Generalitat independiente. Un herri harresi a la catalana, para defender esta vez a sus responsables institucionales amenazados por la represión española.

En Girona, un grupo de personas retiró la bandera española de la sede de la Delegació de la Generalitat y del Ayuntamiento de la ciudad. La Plaça del Vi fue punto de encuentro de los vecinos de Girona que quisieron delebrarlo también, siguiendo el pleno por una pantalla. Además, ayer comenzaban las fiestas de San Narcís. Doble celebración.

En Tarragona, los vecinos se congregaron en la Plaça de la Font, donde actuaron, entre otros, los diables, prolongando por unas horas las fiestas de Santa Tecla.

También se retiró la bandera española en Sabadell, Tortosa y Figueres, al igual que en Lluçâ, donde además quitaron la estelada. Y es que la República se había logrado.