Que la venda no tape la herida (3-2)
Un desolador Athletic en la primera mitad vuelve a tirar de su ADN para lograr una remontada que le hace depender de sí mismo.
ATHLETIC 3
HERTHA BERLÍN 2
Escribe el mexicano Juan Villoro en su ‘‘Dios es redondo’’: «El aficionado –el bueno, el fiel– se acostumbra a esperar. El que ha visto mucho fútbol sabe que los partidos no son como las telenovelas: no siempre pasan cosas, no siempre los momentos excepcionales llegan cuando a uno le gustaría. Unas tardes toca sufrir, morderse las uñas; otras, aburrirse con partidos soporíferos e incluso dar una cabezadita delante del televisor. Eso sí, cuando llega el momento de la gloria, esos instantes inolvidables –goles históricos, confeti y trofeos, celebraciones en las fuentes–, el aficionado saborea por fin el fruto de su lealtad y guarda esos momentos para siempre en las vitrinas del recuerdo». En el fútbol no hay cosa más gratificante, más reconfortante para un hincha, títulos al margen, que una remontada. Esas siempre quedan en esas vitrinas del recuerdo a las que alude Villoro. Como esa contra vertiginosa sobre la que cabalgó un Mikel Balenziaga, el ‘expreso del Urola’, uno de esos jugadores de siempre en mi equipo, que exploró el vértigo de poner el balón donde el delantero la espera, donde Williams acertó de golpe todo lo desacertado que había estado en un nefasto partido en lo invidividual. Luis César Menotti decía que «el contragolpe es como el amor, se encuentra. No puedes planificarlo. Surge, no se prevé». Sobre todo en este Athletic. Por eso a Balenziaga hay que quererlo, sí o sí.
Hasta aquí la épica. La de esa remontada protagonizada por un Athletic inasequible al desaliento, condenado un día de estos a nadar para morir ahogado en la orilla. Porque este sacrificio continuo físico pero sobre todo mental es imposible sostenerlo un partido sí y otro también. Jugar cada encuentro como una final. Agotador. Solo de pensarlo, cansa.
Lo que no mejora, empeora. Lo que no mejora, empeora. Lo que no mejora, empeora... ¡Gol de penalti de Aduriz! Lo que no mejora, empeora. Lo que no mejora, empeora. Lo que no mejora, empeora. ¡Gol de penalti de Aduriz!... Uno se imagina a Ziganda durante el descanso, en pie, y sus jugadores copiando cien veces su ya sabido mantra, salvado esta vez por la campana de los penaltis, hasta dos señalados para los rojiblancos. Dos penas máximas que mantuvieron a flote a los leones hasta el enésimo arreón, ese que cambió los sonoros pitidos de la primera mitad por los aplausos y ánimos de la segunda. Ese que esta vez sí dio frutos y de paso sitúa el Athletic a un paso de la siguiente fase. Un punto en suelo ucraniano será suficiente.
Vuelta de tuerca de Kuko Ziganda al once titular, incluido un Aketxe que quizá no entraba tanto en las cábalas como Rico. Decisión del entrenador y seguramente aplaudida de inicio por muchos, que más que un premio se antoja un intento por dar con una tecla que reactive a un equipo a mitad de la nada, pero no tanto en busca de una propuesta futolística que no asoma por ningún lado, sino a golpe de intercambiar cromos. Da la impresión de que se le agotan las ideas si no ha vaciado ya su último cartucho. No es tanto un problema de jugadores, que también, sino de fútbol. Una tendencia que se convierte en agonía y donde lo peor no es que contagie ese desánimo a una grada que en parte se ha cansado ya como demuestran sus silbidos, sino a un plantel que puede dar por perdido cualquier objetivo ya en noviembre que no sea acabar el curso lo más dignamente posible. Porque lo de ayer no fue sino la confirmación de que, definitivamente, esto es lo que hay.
Describir la primera mitad de lo visto ante un Hertha con las ideas muy claras, paciente y agradecido con el balón, es tirar sal sobre una herida que no servirá para ayudar en nada. Naufragio total. Apenas diez minutos de empuje duraron los de Ziganda, deslavazados, siempre a merced del rival, con una dudosa actitud, de lo peor que ha campado por el nuevo San Mamés. Un equipo sin ideas ni visos de ver la luz que tras el descanso mejoró en revoluciones gracias a la entrada de un Susaeta aleteando por todo el ataque desde la media punta y la aportación de Iturraspe desde el círculo central. Un empuje que activó a Córdoba, mejoró a Rico, catapultó a Balenziaga. El 1-2 al descanso y la pésima imagen invitaba a lo peor. El penalti por mano regalado por el Hertha y que niveló el marcador fue también fruto de ese ADN al que no renuncia porque es lo único que le queda para seguir en pie.
Ese no darse por vencido a base de ir e ir, que obtuvo premio sobrepasado el minuto 80 merced a ese contrataque que Williams culminó premiando a la sufrida grada. El fútbol de Juan Villoro. El de las vitrinas. ¿El del Athletic? Como dijo Kuko Ziganda en la previa del duelo, «si nos ponemos la venda, no podemos mejorar». Aplíquense el cuento.
«Hemos ganado con nuestro ADN, a base de corazón», dice Ziganda
«Buscábamos seguir con vida, hemos ganado los dos de casa, con nuestro ADN, sacando un partido muy complicado y ahora con todas las opciones», valoró Ziganda, quien explicó que «en el segundo tiempo, con muchísimas cosas buenas, hemos podido darle la vuelta», aunque «no tengo respuestas para la primera, porque queríamos salir como ante el Villarreal pero nos han desbordado con su ritmo y su fuerza». Valoró que «hemos empatado a base de corazón», «los cambios han sido dinámicos» y «en una situación crítica ha sido capaz de sacarla». En el descanso «les he dicho que merece la pena pelear esta competición», vino a decir.J.V.