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El desembarco en Bruselas, oasis unitario en plena campaña

Miles de catalanes llenarán hoy la capital belga para dar visibilidad a sus demandas y reclamar la implicación de la Unión Europea en el conflicto catalán. Será, en la práctica, el único acto unitario durante la campaña del 21D.


Por efemérides no será. Ayer, 6 de diciembre, día de la Constitución que Rajoy anunció que no tiene la menor intención de reformar en profundidad, se cumplieron también 85 años desde que se constituyó por primera vez, en 1932, el Parlament de Catalunya. Ocho décadas y media más tarde, la institución permanece disuelta por orden de Madrid y el máximo representante de la Generalitat se ha exiliado en Bruselas, igual que hizo en su día el primer president elegido por la Cámara catalana: Francesc Macià. Bélgica y exilio riman en el guión de la historia.

Todo colectivo nacional y/o político que haya luchado durante el último siglo contra el orden establecido en el Estado español ha conocido el exilio belga. Desde Macià –después de la fracasada invasión militar desde Prats de Molló–, hasta Buenaventura Durruti, que solo encontró refugió en Bruselas cuando nadie en Europa le abrió la puerta y le perseguían sendas demandas de extradición de España y Argentina. Y por supuesto los vascos, desde el paso del lehendakari Agirre por tierras belgas hasta los militantes de ETA que han encontrado refugio en este peculiar país que, conviene no olvidarlo, también sabe qué es el dominio español –de aquí viene la expresión castellana «poner una pica en Flandes»–.

Mañana Bruselas será una ciudad en cierta medida catalana. De hecho, ya lo era ayer mismo. Los lazos amarillos invadían las esquinas más turísticas de la socarrona ciudad que tiene a un niño meando como máximo símbolo. También se les vio circular por la particular ruta catalana, que tiene como puntos de peregrinaje el Casal Català –fundado por el mismo Macià– o la estatua del poeta Josep Carner en la Universidad Católica, otro más a apuntar en la cuenta de exiliados. Una lista en la que consta también otro catalán universal como el pedagogo libertario y padre de la Escuela Moderna Francesc Ferrer i Guardia, aunque cabe dudar de que el monumento que tiene dedicado en la Universidad Libre de Bruselas contase ayer con las mismas visitas.

Con todo, el grueso de catalanes que viaja en autobuses o en aviones –comerciales o fletados para la ocasión–, llegará a la capital hoy mismo, con la intención de estar a las 10.30 en Parc du Cinquantenaire, de donde una hora más tarde saldrá una manifestación en la que predominará el color amarillo y que pasará ante las sedes de la Comisión Europea y el Consejo de Europa, instituciones a las que van dirigidas buena parte de las demandas expresadas por las entidades convocantes de la manifestación, Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural. Ambas celebraron ayer una rueda de prensa en la sede de la Alianza Libre Europea (el grupo en el que participa ERC) para dar los detalles de la movilización.

¿Cuánta gente esperan que participe? Eso no lo aclararon, si bien el responsable de relaciones internacionales de la ANC, Francesc Bellavista, aseguró que será «la manifestación más masiva que se haya visto en Bruselas en los últimos años». Sea como sea, garantizaron, en base a las inscripciones registradas, que serán bastantes más de 20.000, por lo que cabe augurar ya que el independentismo será capaz hoy de sacar en las calles de Bruselas bastante más que las 12.000 personas que, según la Guardia Urbana de Barcelona, ayer reivindicaron la Constitución en Barcelona.

Un acto final unitario

Aunque la manifestación, que concluirá en la plaza Jean Rey, apelará sobre todo a las instituciones europeas, el principal eco se escuchará sobre todo en Catalunya, lanzada ya en plena campaña electoral rumbo a las elecciones impuestas del 21D.

Ayer apenas se conseguían ver micrófonos que no fuesen del Estado español en la rueda de prensa de las entidades, no así en la comparecencia posterior de Puigdemont, a la que no faltó ningún gran medio internacional. Las prioridades mediáticas son claras, por lo que el foco de mañana, al margen del número de asistentes, se centrará en el acto político con el que concluirá la manifestación. Allí hablarán representantes de las entidades, eurodiputados de todos los colores y de varios países, alguna personalidad conocida cuya identidad no se quiso desvelar ayer, los miembros del Govern exiliados y, como colofón, el president y cabeza de lista de Junts per Catalunya, Carles Puigdemont, y la número dos de ERC, Marta Rovira –el primero es Oriol Junqueras, todavía en la cárcel–. Por parte de la CUP, que ha rechazado enviar a ningún candidato para «evitar el electoralismo», hablará Joan Coma.

En cualquier caso, vista la pugna abierta en el seno del independentismo, incapaz de pactar ciertos puntos en los respectivos programas, el de hoy será probablemente el único acto que consiga juntar en un mismo escenario a Puigdemont y Rovira, principales candidatos a día de hoy a ser investidos como presidentes tras las elecciones del 21D. De entrada, por tanto, no es menor el logro de ANC y Òmnium.

 

Puigdemont: «Las mismas ideas que pueden hacerme presidente me pueden llevar a la cárcel»

El ministro español de Justicia, Rafael Catalá, aseguró ayer en el Congreso de los Diputados que planteará a sus homólogos europeos una revisión del funcionamiento de las euroórdenes de detención. Sobra decir que el Estado no está contento con el desarrollo de la petición de detención y entrega cursada por la Justicia española a Bélgica. De hecho, el martes el Supremo retiró la orden, para evitar así que la Justicia belga, que iba a anunciar su decisión el 14 de diciembre, no diese un duro varapalo denegando la entrega o eliminando los delitos de sedición y rebelión.

El president, Carles Puigdemont, y los cuatro consellers exiliados con él en Bruselas, junto al equipo de abogados belgas encabezado por Paul Bekaert, ofrecieron ayer una rueda de prensa para valorar la decisión. El president estaba exultante. «Cuando las leyes las hacen ellos son muy valientes, se atreven con todo, pero cuando no pueden controlar toda la cadena, cuando no tienen jueces amigos ni fiscales que afinan, y cuando tienen a todo el mundo mirando, entonces no son tan valientes, saben que pueden hacer el ridículo», consideró Puigdemont, que achacó la decisión de Llarena al «miedo» de que la Justicia belga sacase los colores a la española. En este sentido, se preguntó por qué mantienen en prisión a Junqueras, Forn, Sànchez y Cuixart si «saben que las acusaciones de rebelión y sedición no son presentables en Europa».

Con todo, Puigdemont no aclaró si, una vez retirada la euroorden sigue con la intención de regresar a Barcelona a tomar posesión del cargo tras el 21D: «Le tendremos que dar muchas vueltas».B.Z.