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Catalunya busca el eslabón que desencalle la legislatura

Cierta zozobra se ha instalado en el seno del independentismo a raíz de la pugna entre JxCat y ERC. Hablamos con Agustí Colomines y Josep Bargalló, en la órbita de cada una de las principales fuerzas soberanistas. Ambos confirman las discrepancias, pero también ponen de manifiesto que hay mimbres de sobra para llegar a un acuerdo.


¿Dónde está Catalunya ahora mismo? Aunque sea breve, un silencio pensativo es la primera respuesta que sigue a la formulación de la pregunta. El aplazamiento de la investidura y la posterior publicación de los mensajes de Carles Puigdemont a Toni Comín han instalado cierta sensación de zozobra en el soberanismo, algo que, siguiendo el principio de Arquímedes, ha provocado una euforia triunfalista en Madrid. Pero aunque el bajón de los primeros es comprensible, el éxtasis de los segundos difícilmente se corresponde con los hechos.

Así lo sugiere al menos el contraste entre las opiniones que llegan de los diferentes entornos independentistas, que redimensionan la pugna entre Junts per Catalunya y ERC. No la niegan, pues sería absurdo, pero tratan de relativizarla recordando dos principios que conviene no olvidar cuando arrecia la tormenta: primero, no hay mayoría posible en el Parlament que no pase por el independentismo; segundo, no hay más opción que el acuerdo entre las fuerzas independentistas para articular esa mayoría.

Lo tienen claro las dos personas con las que hemos analizado el impasse catalán: Agustí Colomines y Josep Bargalló. El primero, además de historiador, es uno de los cerebros tras la candidatura de Junts per Catalunya; el segundo, además de filólogo, fue conseller de educación y conseller en cap durante el Tripartit. No tiene ya cargo alguno en ERC, pero orbita en torno al partido de Junqueras.

Hacia una solución dual

Ante la dificultad de explicar el momento exacto en el que el aplazamiento de la investidura ha dejado a Catalunya, resulta más fácil empezar preguntando cómo creen que se resolverá. Sirve para comprobar que las posiciones, en realidad, no están tan alejadas. Empezamos con Bargalló: «Ya todos han descartado la opción de investir a Puigdemont en Catalunya, por lo que hace falta coger una de las múltiples soluciones para garantizar dos cosas: que no se desprecie ni devalúe a Puigdemont y que haya Govern».

Destaca entre estas opciones la convivencia entre una presidencia simbólica en Bruselas y un president o conseller primer ejecutivo en Barcelona; una idea que no desentona con el relato propuesto por Colomines, que aboga por romper la identificación pujolista entre Generalitat y comunidad autónoma y dejar la legitimidad histórica y republicana de la primera en manos de Puigdemont: una Generalitat en el exilio. Y de forma paralela, dejar la gestión de la comunidad autónoma en manos de un ejecutivo no condicionado, al menos de momento, por el juez del TS Pablo Llarena.

Sobre el fondo de la solución, por tanto, no hay grandes diferencias. El eslabón que falta es la manera de escenificar este reparto de funciones. «Levantinos, os pierde la estética», le escribió Unamuno a Joan Maragall. Aquí es donde afloran las discrepancias. Colomines echa en cara que «no se quiere entender que el Parlament tiene que votar, ni que sea simbólicamente, una investidura de Puigdemont». «Los que no quieren correr ningún riesgo deberían haber pensado antes si estaban en condiciones de liderar nada en un momento como el actual». Es decir, desde JxCat se pide una votación que permita al president presentarse ante el mundo como legítimo presidente de la Generalitat.

Bargalló contesta: «Yo creo que el gesto se debe hacer, pero también debe hacerse con las garantías de que sea un gesto que cause el menor número de víctimas posibles; a ser posible ninguna». Limitar la acción de la justicia española, con la esperanza de que sirva para mejorar la situación de Junqueras, es uno de los principios que guía la acción de ERC estas últimas semanas. Otra de sus reclamaciones que recoge Bargalló es que es necesario hablar de qué hacer tras la investidura, cómo formar Govern y con qué programa, algo que estaba en pañales el pasado martes: «El aplazamiento sirvió para que todo el movimiento independentista se diese cuenta de que hace falta hablar más, tener las cosas más claras y mejor trabajadas, y en este sentido, no debe haber recelos entre ambas partes, pero tampoco cheques en blanco».

Tensar la cuerda o no

Otro de los puntos de discordia son los plazos. Todos defienden que es urgente acabar con el 155 –«al principio no sabían ni dónde entraban, pero ahora cada día que pasa hacen más daño; quieren destruir el concepto de autogobierno», dice Colomines–, pero los ritmos no acaban de casar. Desde JxCat se aboga por mantener el pulso, alegando que forzar las situaciones lleva al Estado a nuevas cotas de impostura –por ejemplo, mantener la investidura de Puigdemont ha forzado a un TC dividido a dictar unas inéditas y polémicas medidas cautelares–.

Bargalló no acaba de comprar el argumento: «Aquí no hay más que dos caminos: o la ruptura absoluta y la confrontación directa, o el rearme, por llamarle de alguna manera. Lo que yo no entiendo es no optar por esta vía de la ruptura absoluta y, al mismo tiempo, permitir que se mantenga el 155». Por cierto, en ese rearme, tanto Bargalló como Colomines coinciden en la necesidad de ampliar la base soberanista, pero el segundo puntualiza: «Esa ampliación no vendrá atrayendo a la dirección y a los militantes de los Comuns, olvidémonos de eso, lo que hay que hacer es hablarle a la gente, que por lo general no actúa con prejuicios ideológicos».

Rechazo común a la repetición

Ante el bloqueo entre las fuerzas independentistas, la amenaza que planea sobre Catalunya es la de una repetición electoral que tendría lugar entre mayo y junio. Sin embargo, y es una coincidencia crucial, ni Colomines ni Bargalló abogan por la repetición electoral.

Pese a la tentación que el entorno de Puigdemont podría tener de tratar de capitalizar aún más la situación del president en el exilio, ambos subrayan que no resolvería gran cosa y que, en palabras de Bargalló, «se correría el peligro de que la gente te diga basta y pierdas la mayoría». Y si ni unos ni otros apuestan por la repetición electoral, no hay opción que no pase por forzar el acuerdo.

 

Un calendario incierto en manos de los letrados

A lo largo de la historia han existido muchos calendarios para contabilizar el paso del tiempo. Aunque hoy en día es el gregoriano el que marca los ritmos anuales en casi todo el mundo, hasta no hace tanto funcionaban también otros sistemas como el juliano. La Rusia zarista, por ejemplo, se regía por este calendario de la época romana y por eso, la Revolución de Octubre de 1917 ocurrió, según el actual sistema, en noviembre. Parecían cosas del pasado, pero no, Catalunya y España se rigen ahora mismo por dos calendarios diferentes.

Desde que el president del Parlament, Roger Torrent, decretó el aplazamiento –que no suspensión– del pleno de investidura, una duda irresuelta planea sobre toda previsión política en Catalunya. En una situación ordinaria, el primer pleno de investidura debe celebrarse diez días hábiles después de la constitución del Parlament. Si tras la primera votación ningún candidato sale elegido, arranca un plazo de dos meses para nombrar un president, al término del cual, en caso de fracaso, se disuelve el Parlament y se convocan nuevas elecciones.

En el episodio actual, que es cualquier cosa menos ordinario, el plazo de los diez días acabó el pasado 31 de enero, pero como no hubo ni pleno ni votación, nadie sabe si la cuenta atrás de los dos meses ha empezado a correr. En las filas independentistas se defiende que no, que el cronómetro sigue parado hasta que el TC resuelva el recurso que afecta, precisamente, a la investidura. Desde el Gobierno español, sin embargo, se asegura que el plazo de dos meses está ya en marcha. Ambas partes han asegurado que aceptarán lo que determinen los letrados del Parlament el próximo martes.

Si decretasen que el reloj está parado al menos hasta que el TC decida si admite o no el recurso, el calendario quedará en manos de los magistrados, que según las informaciones más fiables no tomará una decisión hasta mediados de febrero. El ritmo parlamentario, por tanto, puede quedar en congelación durante las dos próximas semanas, a no ser, claro está, que el independentismo retome la iniciativa y encuentre el eslabón que le falta para arrancar la legislatura por su propio pie.B.Z.

 

Declaraciones

«La pregunta es si a Catalunya le conviene más un Mandela o un Dalai Lama. Yo creo que es el segundo, que es muy parecido a la resistencia francesa que De Gaulle lideró desde Londres en la Segunda Guerra Mundial»

AGUSTÍ COLOMINES

Impulsor de JxCat

«No debe haber recelos entre ambas partes, pero tampoco cheques en blanco»

JOSEP BARGALLÓ

Ex conseller en cap con ERC

«No se quiere entender que el Parlament debe votar, ni que sea simbólicamente, una investidura de Puigdemont»

AGUSTÍ COLOMINES

Impulsor de JxCat

«Creo que el gesto (de votar a Puigdemont) se debe hacer, pero con las garantías de que cause el menor número de víctimas posible»

JOSEP BARGALLÓ

Ex conseller en cap con ERC