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¿Fin de la excepcionalidad alemana?

Dabid Lazkanoiturburu (Gorka RUBIO/ARGAZKI PRESS)

La canciller alemana, Angela Merkel, ha salvado en el último minuto de la prórroga la posibilidad de unas nuevas elecciones con el acuerdo in extremis con los socialdemócratas en torno a una nueva Gran Coalición. En espera de conocer los detalles del acuerdo –pese al anuncio aún faltaba algún fleco por cerrar– y sin restar importancia al hecho de que el SPD obtendría, además de la cartera clásica de Exteriores, los ministerios clave de Finanzas y de Asuntos Sociales, su importancia radica en que Merkel se ahorra el dilema de tener que elegir, en caso de nueva convocatoria electoral, entre volver a presentarse a unas elecciones con los ultraderechistas de AfD mordiéndole más en sus caladeros de voto, o renunciar y poner así un amargo fin a su dilatada carrera política.

Con sus «dolorosas concesiones» para alcanzar un acuerdo, la canciller evita además lo que más temía: un gobierno en minoría en el que dependería a cada paso de la voluntad de sus previsibles apoyos parlamentarios de los Verdes y del SPD. Al contrario, Merkel deja la pelota en el tejado del líder de este último partido, Martin Schulz, quien afronta una tarea hercúlea para convencer a sus correligionarios de que ahora es bueno lo que en campaña, reeditar la Gran Coalición, era anatema.

Y deberá hacerlo para convencer a importantes «barones» regionales del partido porque sabe ya que tiene enfrente a las Juventudes del SPD (Jusos). Unas juventudes que, emulando el ejemplo de los seguidores del laborista británico Jeremy Corbyn, están impulsando una campaña de afiliación al partido que, en el ejemplo más acabado de entrismo trotskista, ya ha conseguido 24.000 miembros desde principios de año.

Porque el acuerdo de Gran Coalición será sometido a consulta de las bases del partido en las próximas semanas y cada voto puede ser decisivo. Schulz y los suyos deberían recordar que últimamente los referendos los carga el diablo, como bien aprendieron David Cameron con el Brexit y el italiano Mateo Renzi cuando vio rechazada su reforma constitucional. Sin olvidar a Rajoy y su estrepitosa derrota en las elecciones plebiscitarias catalanas del 155.

La derrota de los defensores del acuerdo con Merkel no es pues descartable y supondría, junto con los maratonianos meses sin gobierno que ha «padecido» Alemania, el fin de su especificidad y su inserción en un mundo políticamente cada vez más convulso. Pero, ¿es el rocoso SPD comparable al más dicotómico, y por tanto más imprevisible, laborismo británico? He ahí la pregunta.