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Lo que está en juego es quién manda en la Ertzaintza

La crisis continua entre el Departamento de Seguridad y los sindicatos policiales no es laboral, es una pugna por quién impone el modelo policial de la Ertzaintza, y si debe estar al servicio de la ciudadanía o de una plantilla envejecida y sin ganas ni quizá capacidad de reciclarse .


Lo que está en juego en el actual enfrentamiento entre el Departamento de Seguridad y los sindicatos de la Ertzaintza va más allá de una cuestión de reivindicaciones laborales. El empeño que las principales centrales están poniendo en que se vuelvan a utilizar las pelotas de goma, evidencia que lo que se pretende imponer es un modelo de policía que tenga en su eje a los propios agentes, y no a la ciudadanía cuyos derechos y libertades deben proteger los ertzainas.

La Ertzaintza está compuesta por miles de hombres y mujeres que tras su periodo de prácticas pasan a tener la condición de funcionarios (en una proporción muy superior al resto de sectores de la Administración) y una parte sustancial de ellos tienen ya su plaza en propiedad. Consejeros de distintos partidos que han pasado por Interior/Seguridad, reconocen la dificultad de romper las inercias del cuerpo, hasta el punto de que los sindicatos policiales se han convertido en una suerte de Estado dentro del Estado, que pretenden gobernarse según sus propios criterios.

Unos criterios, por cierto, de escaso poso democrático.

La desgraciada muerte de Inocencio Alonso desveló que hay en la Brigada Móvil agentes de 51 años con problemas de salud. Una edad y unos antecedentes sanitarios que difícilmente parecen compatibles con una unidad policial de funciones especializadas para las que son exigibles determinadas aptitudes más allá de haber conseguido la plaza en propiedad hace ya unas décadas.

Buena parte de los integrantes de la Brigada Móvil –que ahora amenazan con ir al médico a contarle que van armados y están muy mal para exigirles una baja– han hecho su carrera en una situación de conflictividad política distinta a la actual, que les proporcionaba además un entorno de justificación del uso de las pelotas de goma. Ese contexto lo rompieron con la muerte de Iñigo Cabacas.

Pero esos ertzainas no saben ya trabajar de otra forma y, muchos de ellos, es posible que tampoco estén en condiciones físicas de hacerlo. Y ahora intentan imponer que se suplan sus carencias devolviéndoles los peloteros. Porque, como dice el líder de ErNE, Roberto Seijo, con el nuevo modelo «los únicos que salimos heridos y muertos somos nosotros».

Palabras como estas desnudan toda una concepción del trabajo policial, los insultos al Gobierno y a parlamentarios evidencian una escala de valores construida y consentida durante décadas.

Por cierto, vistas las muestras de odio del jueves ante gobernantes del PNV, reflexionen estos políticos sobre lo que esos ertzainas han podido estar haciendo durante años, armados y encapuchados, actuando contra «ciervos», que es como despectivamente se refieren a manifestantes de la izquierda abertzale.

El Gobierno tiene un grave problema de futuro con estos sindicatos policiales.