El independentismo, frente a Arrimadas y Arquímedes
Tiempo para dejar de perder tiempo. El independentismo necesita tiempo para reconstruir un discurso capaz de ocupar un espacio público que ahora tiene copado un unionismo agresivo que convierte cada pleno en una batalla campal.
Tiempo para dejar de perder tiempo. El independentismo necesita tiempo para reconstruir un discurso capaz de ocupar un espacio público que ahora tiene copado un unionismo agresivo que convierte cada pleno en una batalla campal. La dialéctica será imposible mientras Inés Arrimadas siga dominando el discurso parlamentario y Miquel Iceta (PSC) y Xavier Domènech (Catalunya en Comú), que por fortuna nada tienen que ver con la líder de Ciudadanos, sigan acríticamente la senda que ella abre contra el independentismo. Empieza a urgir un cordón democrático que aísle a quien denuncia a gritos, y sin pestañear, estar siendo perseguida ante los escaños vacíos de los presos y exiliados políticos.
Durante seis años, el independentismo ha sido capaz de tejer un discurso inclusivo e ilusionante que ha desarmado al unionismo, incapaz de contrarrestar el argumentario soberanista. El desconcierto de los últimos seis meses, sin embargo, ha permitido al españolismo girar la tortilla, de la mano de los 36 diputados de Ciudadanos. Un grupo parlamentario nada despreciable pero sobredimensionado por el ruido que genera, ya sea con aplausos o con susurros durante cualquier intervención ante el pleno. Son maleducados e impertinentes, y no tienen ningún reparo en llamar supremacistas a los mismos a los que niegan –parapetados tras todo un Estado– el derecho a decidir qué futuro quieren para su país.
El vacío discursivo del independentismo, que todavía no ha hecho una lectura conjunta de los hechos de octubre que sirva para proyectar hacia el futuro todo lo bueno del otoño catalán –que es muchísimo más que lo malo, aunque siempre haya lugar para la autocrítica–, ha sido ocupado por un Ciudadanos encaramado a la cresta de la ola. El discurso del unionismo no es mejor que antes, pero se escucha más por incomparecencia del soberanismo. Es el principio de Arquímedes aplicado a la arena parlamentaria. Desatascada la investidura tras 199 días de 155, el independentismo gana un tiempo crucial para volver a acumular densidad y desalojar al discurso de Ciudadanos. Es importante, pero además es urgente: las elecciones municipales están, como quien dice, a la vuelta de la esquina.