Un barracón de esclavos del franquismo reaparece en Igari
El Instituto Navarro de la Memoria ha organizado un campamento de verano para volver a levantar uno de los barracones en los que se hacinó a prisioneros frnaquistas para construir la carretera que une Erronkari y Zaraitzu. Terminarán la tarea esta semana.
Ya la están finiquitando. Apenas si queda remachar lo último, para que la cubierta metálica no se vuele. Es en lo que menos fieles están siendo al barracón original. Tal y como estaba sujeto el tejado curvo en 1940, no protegía el refugio demasiado bien. Se colaba la lluvia, el frío y la nieve. Si se fijaba el techo como antaño, las maderas de las paredes corrían riesgo de mojarse y pudrirse enseguida.
Del refugio de los esclavos del franquismo en Igari, uno de esos pueblecitos de Nafarroa que trepan hacia el Pirineo, no quedaba absolutamente nada. El campo de trabajo internacional promovido por el Instituto Navarro de la Memoria lo ha replicado gracias a la fotografía de un vizcaino esclavizado, Xabier Santa María-Amurrio. En la instantánea que con los años se volvió sepia, se ve a un joven con media sonrisa y una chaqueta que le viene demasiado grande. Tiene las manos apoyadas en un pico y una pala cruzados. Tras él, se ve un barracón achaparrado con forma de invernadero. Hubo cuatro o cinco iguales a ese.
Han venido a levantar un edificio igual 24 jóvenes de entre 18 y 30 años, incluidos una italiana, dos japoneses y tres rusas. Como van tan adelantados sobre el guión previsto, ayer profundizaban sobre la memoria con una excursión a Gernika.
Maribel Ojeda llegó a Igari desde Sevilla. Tiene 28 años y escogió este campamento por la temática. «Este tipo de campamentos siempre son arqueológicos o medioambientales, este era distinto. Quería aprender la historia». Ojeda ya sabía de los prisioneros esclavizados en la construcción de carreteras allá por su tierra. «En Andalucía tenemos también sorpresas en las cunetas, que es donde acababa esta gente», dice la voluntaria.
Tres batallones de esclavos
Precisamente, los que peor los pasaron en los barracones fueron sus paisanos andaluces. Según los estudios de Fernando Mendiola quien, junto con Edurne Beaumont, rescató la historia de esa chabola perdida en los montes de Zaraitzu, pasaron por aquel lugar tres batallones. El primero en llegar fue el Batallón 127 a inicios de 1940, aunque no desembarcó al completo. De junio de 1940 a mayo de 1941, llegó el Batallón Disciplinario de Trabajadores Número 6. Y, finalmente, el Número 38, donde estaba Santa María-Amurrio y otros gudaris vascos. Estos últimos malvivieron allá perdidos durante dos meses.
Cada batallón estaba compuesto por unos 600 hombres, lo que obligaba a hacinar en cada barracón con techumbre metálica a más de cien personas. Dormían en dos filas de literas, con el viento adentrándose por entre los tablones.
Los andaluces llegaron en el Batallón 6 y sufrieron los rigores del invierno. Mendiola recuerda el testimonio escrito de uno de ellos, que relataba que «dormían metidos debajo de las mantas como los gorriones para buscar el calor». Se tapaban la cabeza para que el aliento les hiciera de calefacción. A los esclavos a veces les ejecutaban por intentos de fuga, indisciplinas y demás. Pero en Igari no hay documentado ninguna muerte así, los únicos muertos fueron por enfermedad al trasladados demasiado tarde al Hospital de Iruñea.
Balas sí se han encontrado. Algunas enteras y de otras, solo el casquillo. Pero son difíciles de atribuir en concreto a los vigilantes de los batallones. La tarea de construir la carretera no se terminó y la continuaron soldados de la dictadura en labores relacionadas con la mili. Esos durmieron en barracones construidos casi en el mismo sitio pero mucho mejores y levantados con bloques de cemento. Aprovechando la reconstrucción del cobertizo, esos ruinosos barracones de soldados también se han consolidado.
El empleo de un campo de trabajo internacional para actividades de memoria y levantar barracones es tan inhabitual que, para su ejecución, se tira de empresas de Arqueología. Nicolás Zuazúa es uno de los monitores que se ha encargado de dirigir los trabajos de los 24 jóvenes. «Del barracón no hemos encontrado rastro, solo el rebaje del terreno». Las medidas se han conseguido determinar gracias a una fotografía aérea. Tiene 12x5 metros.
Un pequeño museo
Zuazúa no se ha resistido a sacar el detector de metales. Así es como han aparecido las balas y los casquillos. También escudillas, latas de conservas, botones, tijeras y tubos de pasta de dientes. Saber si las emplearon los soldados o los esclavos es una tarea muy difícil. Sin embargo, hay una lata con una pista, ya que vino del matadero provincial de Mérida. El arqueólogo quiere ahora casar esta lata con las listas de esclavos para ver si había alguno de aquella zona. Aun así, la idea es que algunos de estos pequeños hallazgos se guarden después en la caseta, pues la idea es que el barracón se convierta ahora en un museo con paneles descriptivos sobre la historia de estos esclavos.
Josemi Gastón es un historiador con grandes sueños que carga sobre sus hombros la tarea de levantar el Instituto Navarro de la Memoria (INM). Y se ha demostrado capaz de convertir en realidad algunos de los más ambiciosos, como hacer del recorrido de los huidos de la cárcel de Ezkaba una ruta GR, la 225, que viaja hasta la libertad en Urepel (la fuga fue el día 22 de mayo, de ahí el número). «La idea del barracón es dar continuidad a lo que han trabajado desde Memoriaren Bideak o Gerónimo de Uztariz, a su investigación y a los homenajes a esta gente», comenta Gastón.
El INM probó los campos de trabajo internacionales el año pasado con el Cementerio de las Botellas, donde se repite campo este año, y en Ibañeta con los búnkeres del Pirineo. Fueron 13.143 prisioneros los que trabajaron en las carreteras y fortificaciones del Pirineo Navarro. Estas cifras y detalles son los que se incluirán en los paneles del barracón reconstruido.
«Nadie está reconociendo el trabajo de estos esclavos y mucho menos musealizando –continúa Mendiola–. Nafarroa es la pionera». Este historiador se ilusiona con que el barracón sea un punto que atraiga a los escolares. «Los esclavos del franquismo se les catalogaba así en los campos de concentración. Se les tenía por enemigos, pero jamás fueron juzgados. Por eso ni se les liberaba, ni se les enviaba a la cárcel ni se les fusilaba», explica. El barracón de Igari era una suerte de horrible limbo.
Los planes de Gastón no acaban con el cobertizo museo. En el municipio de Güesa y el concejo de Igari, se ha acogido muy bien un proyecto que amplía su patrimonio. Ahora, lo que el INM tiene en mente es sacar adelante un proyecto transfronterizo, con Aragon, Catalunya, la CAV y Aquitania. Quiere iniciar el colosal trabajo de devolver la memoria a todo el Pirineo.