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Al «impacto» en Gaztelueta por la denuncia siguió una vaga pesquisa

El director del colegio Gaztelueta reconoció ayer en el juicio que se sigue en la Audiencia de Bizkaia por los presuntos abusos sexuales cometidos por un antiguo profesor contra un exalumno que la información que le transmitieron los progenitores de la víctima le «impactó mucho». Él se encargó de la posterior investigación interna, de la que no se obtuvieron resultados tangibles, en unas pesquisas muy cuestionables al igual que el control en este centro.


Imanol Goyarrola, actual director del colegio Gaztelueta, era subdirector cuando padre y madre del exalumno se reunieron en junio de 2011 con él para informarle del acoso que sufría por parte de antiguos compañeros y de cómo un exprofesor le había sometido en un despacho a tocamientos por todo el cuerpo, le había mostrado fotos de mujeres «ligeras de ropa» y que le obligaba a quitarse la camisa del uniforme. El docente, que había sido preceptor del niño, confesó ayer a preguntas de la acusación particular que le «impactó mucho».

El crudo relato que le habían expuesto los progenitores, una parte ínfima de lo que el menor fue verbalizando tras sesiones de terapia para superar el trauma, le «extrañó mucho». «Nunca había tenido quejas», dijo en referencia al acusado J.M.M.S., que «se quedó como muy sorprendido» cuando le dio a conocer durante sus indagaciones el contenido de la denuncia. Informó al entonces director del centro vinculado al Opus Dei, Iñaki Cires, que le encargó una investigación interna.

Dos semanas después del primer encuentro, según el padre, los responsables del colegio les comentaron que era cierto que a su hijo le habían sacado «más de lo normal» de clase para acudir al despacho de J.M.M.S., incumpliendo el precepto de informar a familia y dirección. Les anunciaron que el profesor iba al curso siguiente «a Inglaterra a aprender inglés», pero que no se lo dijeran al niño para que «no tuviese sentimiento de culpa».

Por lo escuchado ayer a Goyarrola y Cires no era cierto. Negaron que a la víctima se le sacase «cuatro o cinco veces a la semana» de clase para ir al despacho, aunque acabaron reconociendo que el registro de las tutorías no era riguroso, porque era potestad de los docentes apuntar esas visitas. Un excompañero declaró que la víctima visitaba el despacho del preceptor más que otros y que sus estancias eran más prolongadas.

La letrada de la acusación particular expuso pruebas sobre las deficiencias del filtro que el colegio tenía para que no se accediese a determinados contenidos, que el director del centro reconoció al citarle enlaces como «enma watson desnuda» o «viola enma watson».

Interrogaron a los supuestos alumnos implicados en el acoso al niño y también al docente, a quien controlaron su ordenador. La conclusión fue que se había producido ciberbulling hacia el chaval pero no actuaron, argumentando que la víctima no estaba ya en el colegio, como tampoco por el acoso escolar «porque había prescrito».

Respecto al preceptor, consideraron que no había pruebas de que hubiese cometido abusos sexuales. «No encontré ninguna prueba que acreditase que las acusaciones eran ciertas», señaló Goyarrola, que negó que como medida cautelar apartasen al acusado. Lo cierto es que, para cuando la familia acudió a Gaztelueta para comunicar lo que les había transmitido su hijo, J.M.M.S. ya tenía perfilado su futuro en un colegio de Australia, «a donde iba a ir a perfeccionar su inglés» gracias a un intercambio pactado.

 

El padre pide «respeto» para las víctimas

El padre de la víctima pidió ayer «respeto» para las personas que como su hijo han sufrido abusos sexuales. Lo hizo después de que el fiscal le interpelase por la razón de que no denunciasen inicialmente ante la Fiscalía de Menores todo el calvario que padeció en el despacho de J.M.M.S.

«Mi hijo no se sienta en una silla un día y cuenta todo el relato de una tacada porque a las víctimas de abusos sexuales, máxime cuando son menores de edad, estas cosas les cuesta mucho trabajo contarlas y tienen derecho como víctimas a contarlas en el plazo de sus capacidades», respondió al representante del Ministerio Público.

Los progenitores del exalumno de Gaztelueta expusieron la situación límite que vivieron en mayo de 2011 cuando su hijo se negaba a acudir al nuevo colegio después de abandonar Gaztelueta. Todo se desató a raíz del acoso de sus antiguos compañeros que llevó al niño a encerrarse en su habitación «en posición fetal», sin hablar o comer y con un intento serio de arrojarse por la ventana. A.G.