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No había pelea ni sufrieron daños, pero los ertzainas decidieron cargar

Seis años y medio después, la primera sesión del juicio por la muerte de Iñigo Cabacas confirmó el papel decisivo de Ugarteko para que se produjera la carga policial y constató que no había razones para ordenarla. Ningún ertzaina vio la pelea que les condujo al callejón de María Díaz de Haro. Tampoco sufrieron daño alguno. Pero cargaron, con todo.


Además de corroborar que en el banquillo de los acusados son todos los que están pero no están todos los que son, con Ugarteko omnipresente y sin embargo ausente en el juicio, el inicio de la vista oral por la muerte de Iñigo Cabacas sirvió para constatar que la intervención policial que acabó con la vida del joven basauriarra fue arbitraria y totalmente desproporcionada.

Los imputados, a preguntas de la acusación particular, admitieron no haber visto la pelea multitudinaria que oficialmente condujo a la Ertzaintza al callejón de María Díaz de Haro y que habría desencadenado la carga. Tampoco hay constancia de ningún parte de daños y los policías no resultaron heridos. De hecho, ningún elemento objetivo valida la tesis de que en la zona de la herriko taberna de Indautxu se estuviera produciendo una situación de riesgo para la ciudadanía. No al menos hasta que llegaron ellos, conducidos desde la comisaría de Deusto por el jefe de operaciones, el ertzaina 3316, Ugarteko.

Sin embargo, la mayoría de los encausados defendió ayer aquella actuación, argumentando que desde la céntrica calle bilbaina les recibieron con una lluvia de objetos. «Disparar era absolutamente necesario», sostuvo Kepa Muriel, suboficial con número profesional 5351, que se hallaba al mando de la furgoneta número 14 y de los tres ertzainas que admitieron haber disparado aquella noche. Jone Goirizelaia preguntó a los policías sobre el protocolo de actuación, sobre las reglas que regían el uso de los peloteros, inquirió si consideraban proporcional lanzar pelotazos a una multitud, de forma indiscriminada y en una situación controlada, como reconoció el oficial 3389, y casi todos coincidieron en responder que sí, que actuaron como debían. Lo hicieron en presencia de Manu y Fina, padre y madre de Pitu, presentes en la sala hasta acabar la sesión.

La responsabilidad del 3389

Sólo Juan José de Pablo, el citado oficial 3389, discrepó. Igual que aquella noche de 2012, cuando expuso por radio que la situación estaba bajo control, ayer también declaró que él no era partidario de entrar cargando en el callejón. Según expuso gráficamente, «mandar a gente uniformada a una zona donde solía estar gente del entorno –de la izquierda abertzale– y de celebración», o bien fue un error o bien buscaba «una sarracina».

No fue el único punto de fricción entre este policía jubilado y sus antiguos compañeros. El ya exoficial sostuvo que él sólo se hallaba al frente de su furgoneta, la número 12, mientras el resto de los encausados coincidieron en atribuirle el mando sobre todos ellos como ertzaina de mayor rango sobre el terreno.

Asimismo, si el oficial 3389 sostuvo que los uniformados que fueron enviados a sofocar la presunta pelea en la herriko, adscritos a la unidad de Seguridad Ciudadana, no tenían capacitación para ese tipo de lances ni experiencia en el uso de escopetas, los suboficiales que comandaban las furgonetas 13 y 14, Muriel y Tomás González (nº 1283) defendieron que tanto ellos como sus subordinados estaban preparados, pues habían participado en numerosas intervenciones. «En cientos de operativos como ese, en ocasiones hasta siete veces por semana. La gran mayoría de ertzainas de mi época prácticamente hemos salido de la Academia con casco y verduguillo», enfatizó el 5351.

¿Quién dio la orden de cargar?

Además del papel que los dos suboficiales y los tres agentes endosaron al oficial 3389, otro elemento de discordia entre los encausados residió en quién dio la orden expresa de cargar. Así, el suboficial 1283 quedó señalado como la persona que mandó disparar contra las personas que se hallaban en María Díaz de Haro, una acusación suscrita por todos menos por el agente 11066 (Dany Johnny Fernández), pero que el aludido rechazó.

Sí reconocieron todos que en ningún momento se produjo por su parte una advertencia verbal a las personas que estaban en el callejón, como ordena el protocolo de actuación de la Ertzaintza. Arguyeron que para entonces ya había otros ertzainas cargando en la zona. Asimismo, sobre el margen de espacio necesaria para proceder a disparar pelotas, el agente 15248 (José Ignacio Moure) argumentó que es difícil hacer un cálculo exacto de la distancia, pero todos dijeron haber respetado el mínimo.

Tanto este ertzaina como su compañero de furgoneta Eduardo Guzmán (nº 10216) coincidieron en afirmar que habían recibido la orden del suboficial 1283 de disparar a los congregados.

Los 400 encapuchados

¿Y cuántos eran los congregados? Pues en este punto también hubo opiniones diversas. Desde las quinientas personas que calculó el oficial hasta el millar que dijo uno de los suboficiales, pasando por los cuatrocientos que mencionó el agente 15248. Por su parte, en la fase de instrucción el ertzaina 11066 declaró que no había mucha gente.

Tampoco se pusieron de acuerdo en el porcentaje de personas que les estaba lanzando objetos. El suboficial que había contado un millar admitió que solo era un pequeño grupo, mientras que el agente 15248 no hizo distinciones, e incluso llegó a decir que entre los presentes había numerosas personas encapuchadas arrojando de todo. Esa afirmación no concordaba con el video grabado por un vecino que fue exhibido en varias ocasiones y donde se puede ver, vacía, buena parte de la plazoleta a la que disparaban. Como le hizo ver Goirizelaia, no había ni asomo de encapuchados ni de nada que se le pareciera. El agente replicó que se habrían escondido. «En los bares...», dijo.

Al margen de la factura que sus excompañeros quisieron pasar al 3389 y de la distinta versión sobre si el suboficial 1283 fue quien ordenó cargar –el suboficial 5351 y los tres agentes se sentaron juntos y se cubrieron las espaldas en sus declaraciones–, la línea de defensa pasó por el hecho de que hubo otros ertzainas que también dispararon y que podrían haber causado la muerte de Cabacas, y por mostrar una suerte de caos operativo que les exima de responsabilidades. «En esa época, con otro consejero y otro Gobierno, la Unidad de Seguridad Ciudadana era un cajón de sastre», expuso el oficial. Se trata de echar balones fuera para cerrar el partido. Juego sucio. Nada que ver con el que gozaron los aficionados del Athletic ese 5 de abril, hasta que llegaron ellos.

 

«Nunca había pasado nada y se suponía que nunca iba a pasar»

Han pasado seis años y medio desde la muerte de Iñigo Cabacas, y sólo la tenacidad de su familia y de la abogada Jone Goirizelaia ha logrado que la instrucción desembocara en juicio. Pero en este tiempo, al menos, parecía que ya nadie ponía en duda que fue una pelota de goma disparada por la Ertzaintza la causante del fallecimiento. Sin embargo, el Sindicato Profesional de la Ertzaintza (Fepol) difundió el pasado domingo un comunicado en que se permite rechazar la única hipótesis posible: «Como no puede ser de otra manera, nuestros compañeros resultarán absueltos, y no solo porque no son los responsables de la muerte de Cabacas, sino porque ni siquiera podrá darse por probado que fuera una pelota de goma la causante del desgraciado desenlace».

En el escrito, el sindicato policial expresa «todo su apoyo» a los ertzainas encausados, y sostiene que «nunca ha habido suficientes elementos incriminatorios para iniciar este juicio contra ellos». Por tal motivo, defiende «sin ambages» su inocencia. «En su caso, el único responsable de lo ocurrido no estará sentado en el banquillo, no es otro que el actual jefe de la Ertzaintza, Jorge Aldecoa». Aldeco, nombrado máximo responsable de la Policía autonómica por el Gobierno de Iñigo Urkullu, era responsable de la comisaría de Bilbo cuando se produjo la carga policial.

Con todo, para Fepol, «todo lo que rodea a este luctuoso suceso se ha convertido en un juicio mediático y más de 6 años después solo se busca una cabeza de turco por parte de los entonces responsables del PSE, que pusieron a los ertzainas a los pies de los caballos». Este grupo, que en su escrito no muestra ninguna cercanía con los allegados del joven aficionado del Athletic, también sostiene que «sea cual sea el resultado, ninguna parte estará contenta».I.B.