INFO
Entrevue
NEREA BARJOLA
DOCTORA EN FEMINISMOS Y GÉNERO POR LA UPV-EHU

«Los relatos construidos sobre violencia sexual intentan aleccionar a las mujeres»

Nacida en Santurtzi (1980), Nerea Barjola es doctora en Feminismos y Género por la UPV-EHU y participó en las jornadas sobre violencia sexual de Iruñea. Ha centrado su investigación en el caso de las tres jóvenes de Alcasser violadas y muertas en 1992, analizando la construcción de los relatos de violencia y terror sexual.


Cada generación tiene su relato sobre el peligro sexual; es la idea de la que parte Nerea Barjola para analizar cómo se construyen estos relatos, su componente político y la influencia que ejercen sobre las mujeres.

En el congreso internacional de Iruñea hablaba sobre la violencia sexual como proyecto político. ¿Cuando hablamos de violencia contra las mujeres tenemos una visión limitada, debemos ir más allá?

Mi intención con la ponencia tenía mucho que ver con la idea de que los casos de violencia sexual y de asesinato de mujeres no son cosas que suceden, no son cuestión de mala suerte, sino que es una noción política que vertebra y estructura el conjunto social. Vivimos en un régimen político sexista bien definido que permite el asesinato y tortura sexual de las mujeres.

En este sentido, ¿qué importancia tienen los discursos que se construyen en torno a la violencia contra las mujeres?

Los discursos tienen una importancia fundamental porque son las categorías a partir de las cuales las personas comprendemos y trasladamos la violencia sexual. No es únicamente el asesinato o las agresiones sexuales sino todos los discursos aprendidos que ponemos en marcha y con los que reproducimos violencia sexual. Cuando hablamos de una agresión sexual y ponemos el foco sobre la mujer agredida y no sobre los agresores estamos produciendo y reproduciendo violencia sexual.

¿Qué tipo de características suelen tener esos discursos?

Fundamentalmente que el foco va a estar siempre puesto en la responsabilidad y culpabilidad de las mujeres. Es decir, siempre se van a buscar formas de eximir a los agresores. No se van a emplear discursos que permitan repensar los crímenes de violencia sexual en términos políticos feministas, es decir, analizar cuáles son los motivos que permiten a los hombres tener el poder y los privilegios para asesinar o agredir sexualmente a una mujer, sino que se va a poner el foco sobre aquellas cuestiones que las mujeres no podemos hacer porque por haberlas hecho hemos sido agredidas. Por lo tanto, el debate o el enfoque tiene un sesgo profundamente machista. Lo que intenta es perpetuar la violencia sexual y mantener el statu quo sexual.

Habla de régimen político sexista. ¿Cómo lo definiría?

Cuando yo estoy analizando los discursos que hay sobre el ‘caso de Alcasser’ había una palabra que a mi me incomodaba mucho y es que siempre ponían «las tres chicas desaparecieron». La palabra “desaparecer” me incomodaba, no sabía muy bien por qué. Tardé bastante tiempo en problematizarla pero al final la ecuación es muy simple: las mujeres no desaparecemos, somos forzadas a desaparecer. En este sentido, traté de buscar un concepto que a mi me sirviera para explicar esto. Es un concepto que ya existe, que es el de ‘desapariciones forzadas’ y es un término jurídico que se viene utilizando para hablar de las desapariciones forzadas de personas, concretamente en regímenes autoritarios. Me parecía perfectamente extrapolable para definir la desaparición y la tortura sexual de nuestras asesinadas. Definir las desapariciones de mujeres como desapariciones forzadas lo que hace es situar el espacio de desaparición dentro de lo político, de un régimen político sexista.

Analicemos casos concretos. Como comentaba, usted ha publicado este año un libro en el que estudia el «caso de Alcasser». ¿Qué conclusiones extrae de su análisis?

Conclusiones muchas, pero fundamentalmente tienen que ver con cómo el conjunto social va a construir un relato donde la responsabilidad absoluta de las agresiones e incluso la responsabilidad absoluta de haber sido asesinada va a recaer sobre las mujeres. Y esto en Alcasser, al igual que en todos los relatos, funcionó así. La responsabilidad va a recaer en las tres adolescentes, en su momento por haber hecho autoestop. Pero lo más grave de los relatos no es exclusivamente esto sino que están mandando avisos aleccionadores al resto de mujeres jóvenes. Por lo tanto, lo importante de Alcasser o de cualquier otro relato sobre el peligro sexual no es única y exclusivamente la tortura sexual ejercida sobre tres adolescentes sino la violencia que estos casos y la manera de construirlos ejerce sobre el resto.

Vengamos a casos más recientes. La violación grupal de «La Manada» y más concretamente cómo se ha desarrollado el proceso judicial también ha dejado un mensaje claro para la propia víctima y todas las mujeres.

Claro. Tal y como se ha construido el caso de los cinco agresores en Iruñea sigue el mismo esquema. Hemos visto cómo se ha construido un relato en el que la responsabilidad recaía sobre la compañera agredida. Ese relato también nos estaba mandando unos avisos muy claros. Cada generación tiene su relato sobre el peligro sexual, en mi caso fue Alcasser, pero estoy segura que los medios de comunicación y el conjunto social han conseguido construir un relato sobre este caso que ha mandado avisos aleccionadores a un determinado sector de mujeres con una edad concreta.

De todas formas, la diferencia que hay entre este relato y el de Alcasser es que aquí hay un movimiento feminista muy potente que ha tomado las calles y ha salido a reivindicar el derecho de las mujeres a transitar libremente en el espacio público. Es un matiz importante a resaltar.

¿Significa esto que durante años las mujeres hemos asimilado una serie de premisas?

No creo que las mujeres asimilemos las creencias de manera gratuita, lo que pasa es que es muy difícil hacer frente a todo un sistema de representación sobre el peligro sexual. Me refiero a que todas las nociones y todos los discursos que día a día nos interpelan tienen que ver con esta idea de que nosotras somos las responsables de lo que nos pueda ocurrir. Si estas contrarrepresentaciones que formula muy bien el movimiento feminista fuesen que el foco tiene que estar puesto sobre los agresores, no tendríamos coartada nuestra libertad de movimiento, de espacio y de cuerpo. De todas maneras, prueba de ello es que el movimiento feminista, las mujeres, no cedemos el espacio gratuitamente. Es verdad que tenemos un sistema muy potente que nos está constantemente diciendo cómo y qué, pero también es cierto que respondemos.

¿Qué conceptos deberíamos empezar a cambiar?

Fundamentalmente hace falta perspectiva feminista. Ya hay mucho material disponible, por ejemplo, para los medios de comunicación, para empezar a dar la noticia de otra manera, contextualizando la información. Cuando hablamos de un caso de violencia sexual o un caso de asesinato hay que contextualizarlo dentro de un marco político machista y de una estructura patriarcal que permite el asesinato de mujeres. Quizás no poner el foco tanto en todo aquello que las mujeres hemos hecho o podemos dejar de hacer y empezar a disgregar y analizar el contexto que permite que suceda.

Hablaba de los medios de comunicación. Otro de los ámbitos que se viene cuestionando en los últimos meses, especialmente tras la sentencia de «La Manada», es el jurídico. ¿Qué reflexión haría al respecto?

El sistema jurídico forma parte del sistema social y, al final, es también la cúspide de un sistema que permite tener unas representaciones y unos conceptos sobre violencia sexual muy concretos. Al fin y al cabo, la emisión de este voto particular por parte de este señor forma parte del conjunto social. No es un voto particular emitido por una persona con un criterio jurídico sino que es un voto particular emitido por un hombre profundamente machista.

Partiendo de esa idea, ¿qué papel han de jugar los hombres en todo esto?

Tienen que empezar a ponerse las pilas y empezar a cuestionar sus privilegios. Tienen muchísimo trabajo por hacer y muchísima teoría feminista que incorporar. Me consta que hay una parte que lo hace, pero no es suficiente. Y por supuesto tienen que tener claro su papel de aliados en la lucha feminista, pero no su papel de protagonista.

Parte de su trabajo se centra en la influencia de determinados discursos en las mujeres más jóvenes. ¿Cómo habría que dirigirse a un sector de la población que a su vez se está demostrando muy movilizado?

Es difícil dirigirnos a las mujeres más jóvenes con un discurso feminista si primero como personas no tan jóvenes no tenemos implementada la perspectiva feminista. Creo que el cambio tiene que ser global; colectivo y a su vez individual. De hecho creo que es más probable que las mujeres jóvenes ahora mismo estén muchísimo más potentes en perspectiva feminista que personas más mayores. Podríamos aprender mucho de las chicas que ahora mismo se están comiendo el mundo y que están tomando las calles.