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Tregua en Waterloo, guerra en Calabria


La Crida Nacional, enésimo esfuerzo por reconfigurar el espacio postconvergente, inició ayer finalmente su andadura. Lo hace como asociación, pero es ya un partido registrado al que le gustaría asimilar en su seno al PDeCat y a otras corrientes ajenas al universo convergente. Pero las resistencias no son menores. Habrá militantes que compaginen activismo en el PDeCat y en la Crida, y habrá personas que participen solo en uno de los espacios. Pero de momento no hay colisión. El PDeCat necesita el pedigrí independentista de Puigdemont para afrontar las municipales y la Crida necesita la estructura territorial del PDeCat –valiosa herencia convergente– para crecer. Será difícil que la paz dure más allá del 26 de mayo.

La tregua de Waterloo reabre, a su vez, la guerra de Calabria, que nunca se cerró. Nos referimos a la calle del Eixample barcelonés en la que el PDeCat acaba de inaugurar nueva sede, justo en frente de la de ERC. Mira que había calles en la ciudad... El último episodio de la pugna que amenaza con dejar como un erial el campo independentista llegó esta semana con el sorprendente recurso de Puigdemont contra la Mesa del Parlament capitaneada por Roger Torrent (ERC), que ha dejado muy claro que no quiere seguir los pasos de su predecesora, Carme Forcadell. A cuatro meses de las elecciones, la lucha por la hegemonía soberanista –que tendrá a Barcelona en el epicentro–, amenaza con alcanzar un volumen desconocido, capaz de eclipsar el juicio en el que el independentismo se juega su futuro. No se podrá entender lo que ocurra en el Supremo sin atender a la guerra de la calle Calabria.