«Geometría variable» o coalición a izquierda o derecha, dilemas del PSOE
A la luz de los resultados electorales, el PSOE de Pedro Sánchez podría verse tentado a reeditar la estrategia de la «geometría variable», que consistiría en mantener un Gobierno en minoría con apoyos puntuales a derecha e izquierda según las coyunturas y dosieres a tratar.
Fue su predecesor, el expresidente español del PSOE José Luis Rodríguez Zapatero, quien, tras vencer en 2008 por segunda vez en las elecciones generales y quedar a las puertas de la mayoría absoluta con 169 diputados, decidió prescindir del apoyo parlamentario de izquierda que había negociado en su primera legislatura (2004) con IU-ICV, ERC y BNG.
Zapatero decidió en el inicio de su segunda legislatura no firmar acuerdo alguno y buscar apoyos tanto a la izquierda del PSOE como en el centro-derecha vasco y catalán (PNV y CiU), sin obviar el baile puntual con otras formaciones menores.
Hay que reconocer que la fórmula le funcionó hasta que llegaron los hombres de negro de Bruselas e impusieron al PSOE unos recortes draconianos que le dejaron sin aire y propiciaron la victoria del PP en 2011.
La vicepresidenta española, Carmen Calvo, anunció ayer que la preferencia del PSOE pasa por gobernar en solitario. Pero ocurre que tanto sus resultados (123 escaños) como la aritmética parlamentaria en cuanto a los partidos pactistas –desde el PNV hasta los canarios (CC), pasando por los regionalistas cántabros (PRC) –dificulta esa fórmula.
Gobiernos de coalición
El PSOE podría optar, de un lado, por negociar con Ciudadanos un Gobierno constitucionalista en clave española, pero las declaraciones de sus principales líderes –el domingo Albert Rivera y ayer Inés Arrimadas– dan a entender que el objetivo de la formación naranja españolista es pugnar por el liderazgo en el espacio de la derecha-extrema.
Con todo, no sería la primera vez que Rivera dice «digo» donde dijo «Diego» (ver 2016). Sin embargo, tampoco Sánchez tiene las manos libres tras el coro de «¡Con Rivera no!» con el que le recibió la militancia del PSOE la noche del domingo en Ferraz.
Así las cosas, la salida podría pasar por una coalición en minoría con Unidas Podemos (sumaría 165 diputados), con la abstención para la investidura de todo o de parte del grupo parlamentario ERC-EH Bildu.
Un grupo con 19 diputados que podría ser determinante, pero siempre que el PSOE asuma el hecho de que el voto del soberanismo ha coadyuvado a la derrota del «trifachito» y se sacudiera la presión y el marcaje de la derecha-extrema.
Estos son los dilemas que afronta el PSOE. Dilemas que, no se olvide, son a la vez oportunidades. Las del ganador.
Casado (PP) pende del hilo del 26 de mayo
Todo apunta a que el PP esperará al resultado de la nueva cita electoral el 26 de mayo (europeas, municipales y autonómicas en las CCAA menos pobladas salvo Madrid) para ajustar cuentas y dar rienda suelta al malestar con el presidente del partido, Pablo Casado, por el batacazo electoral que le ha supuesto perder la mitad de escaños y la friolera de más de 3,6 millones de votos.
Eso sí, despuntan cada vez más voces que ponen en cuestión la estrategia de derechización extrema del discurso de Casado y muchos preparan los cuchillos. No obstante, a menos de un mes de la cita electoral toca, ahora, afilarlos.
Y el mapa electoral español (rojo), sin obviar el repunte del voto independentista-soberanista catalán y vasco, es demoledor para el PP, que pierde ante el PSOE en su feudo gallego y queda tercero tras Ciudadanos en Madrid. Gana solo en la plaza africana de Melilla.
De todos modos, y al margen del 26 de mayo, al PP le espera una labor de oposición complicadísima en el Congreso, con el marcaje de Vox y las ínfulas de Cs.D.I.