Dos lecciones de dieciséis años de lucha
El balance de dieciséis años de luchas contra los gobiernos de UPN dejan multitud de lecciones. Teniendo en cuenta que estamos en vísperas de elecciones, resultan destacables dos.
Llevaba meses, tal vez más de un año, pensando en hacer un reportaje sobre el auge y colapso de la hegemonía institucional de UPN, el «apartheid» político que vivimos y los hitos y las luchas más relevantes. Si no me equivoco, nadie hizo ese balance en los meses posteriores a la consecución del cambio en las instituciones, en 2015 o 2016, para dar por cerrada una larga etapa y extraer lecciones para afrontar el futuro. Se quedó en el subconsciente colectivo, a modo de época particularmente dura que dejar atrás y evitar de cara al futuro cueste lo que cueste.
Del balance desgranado en el doble reportaje se pueden extraer, entre otras muchas, dos lecciones esenciales: la primera es que, para cambiar las cosas, es absolutamente imprescindible la lucha en todos los ámbitos, también en campo contrario: calle, urnas, instituciones, el ámbito ideológico etc.
La segunda lección a destacar es lo muchísimo que cuesta cambiar las cosas. Lo difícil que es conseguir que algo cale en amplias capas de la sociedad hasta hacerlo hegemónico, y lo necesario que es entenderse entre diferentes y acumular fuerzas, más si cabe en una sociedad tan compleja y heterogénea como la navarra.
La correlación de fuerzas favorable a UPN y PSN y, con ella, el «apartheid» político de fuerzas abertzales y/o de izquierdas, duró décadas. Tuvieron que suceder dos hechos excepcionales al mismo tiempo –el cambio de estrategia de la izquierda abertzale y la peor crisis económica en décadas– para generar las condiciones que posibilitarían cambios en la correlación de fuerzas.
Generadas las condiciones, había que aprovecharlas y se aprovecharon. Entre 2009 y 2012 se reconfiguró el espacio abertzale; el auge de los movimientos sociales en el ámbito estatal y, posteriormente, el de Podemos, tuvieron su réplica en Nafarroa; hubo hasta ocho huelgas generales entre 2009 y 2013 para hacer frente a los recortes y las reformas laborales; Nafarroa bizirik hizo una potente labor en torno al relato de la conquista de Nafarroa; Kontuz destapó multitud de chanchullos y corruptelas, llevando varias de ellas a los juzgados y convocó varias movilizaciones, una de ellas masiva, etc. Hubo una efervescencia social tremenda que llevó a UPN, PSN y PP a conocer sus suelos electorales en 2015, y, finalmente, y por la mínima, el cambio fue posible.
Con el cambio en las instituciones, cambiaron también los límites de lo posible. Cosas que eran inimaginables en 2007 o 2014, eran realizables después de mayo de 2015. Mientras UPN estaba bien respaldada por PSN, CDN y una amplia mayoría social, los movimientos sociales resistieron (de una manera impresionante) y fueron perdiendo batallas y espacios. No era nada fácil construir algo en aquella época no tan lejana, fuera un gaztetxe, un huerto comunitario, la celebración del Olentzero, las fiestas de un barrio o, siquiera, el encierro de la villavesa. En 2015 eso cambió por completo.
Las urnas también son un ámbito irrenunciable de lucha. Son las urnas las que deciden las correlaciones de fuerzas en las instituciones. Y estas cerrarán la puerta a las opciones de gobierno que se queden en minoría y se la abrirán a aquellas que consigan mayorías. En Nafarroa, teniendo en cuenta el enorme peso político, social e histórico de la ultraderecha, las urnas son un ámbito de lucha antifascista, y en la Nafarroa de 2019, son también un ámbito esencial para la profundización y, por qué no, para la radicalización del cambio.
Los límites de lo posible van a seguir moviéndose, la pregunta es: ¿hacia dónde?
"Aquel «apartheid» monolítico y asfixiante de UPN (y PSN)"
"Dos giros claves en 2008-09 y una tormenta perfecta en 2015"