Egoitz Urrutikoetxea destaca «el papel preponderante» de su padre en «la búsqueda de una salida»
La agencia France Presse ha difundido esta tarde un largo despacho en el que, a unos días de la primera comparecencia judicial de Josu Urrutikoetxea, el próximo miércoles en el Tribunal de Apelación de París, recoge unas declaraciones de su hijo Egoitz, en las que, en la línea de lo expresado por destacados intelectuales y por la propia defensa del militante de Ugao, en medios como ‘Libération’ o ‘Médiapart’, éste remarca el «papel preponderante» desempeñado por su padre en el proceso que llevó a la desaparición de ETA.
«Durante treinta años ha intentado encontrar una salida al conflicto», remarca Egoitz Urrutikoetxea que, en la conversación que reproduce la agencia de prensa francesa AFP, insiste en el papel jugado por su padre como «artesano» en favor de la paz en Euskal Herria.
Josu Urrutikoetxea, de 68 años de edad, fue detenido el pasado 16 de mayo a la entrada del Hospital de Salenches, en los Alpes franceses, a donde acudía para que le fuera practicada una operación.
El histórico militante de ETA fue arrestado por la Policía gala en base a dos condenas por «asociación de malhechores», que suman un total de 17 años y que le fueron promulgadas en rebeldía.
En tanto que hijo pero «también como ciudadano vasco», Egoitz Urrutikoetxea plantea la pregunta de «cómo una persona que ha jugado un papel preponderante en la salida de un conflicto se puede encontrar en esta situación».
En este sentido, cabe recordar que Urrutikoetxea, actualmente recluido en La Santé, ha sido objeto de diversas consultas médicas a raíz de su detención, por lo que se plantean serios interrogantes sobre si su estado de salud es compatible con la estancia en prisión, máxime cuando el histórico militante de ETA ha tomado la decisión de recurrir su condena, cara a poder ejercer su defensa, con lo que actualmente no pesa contra él condena firme.
De hecho, en esa primera vista del 19 de junio, el juez deberá responder, además de a las alegaciones del militante vasco sobre una de las dos condenas, también al recurso presentado por los abogados de Urritikoetxea contra su encarcelamiento, decretado por el juez de penas y libertades.
Desde 1989
Conversaciones de Argel (1989), Discusiones en Ginebra (2005-2006) y en Oslo, tras la Declaración de Aiete (2011), y, finalmente la lectura del último comunicado de ETA, el 3 de mayo de 2018... Egoitz Urrutikoetxea desgrana en la entrevista concedida a AFP en Lyon distintos capítulos del proceso de resolución para concluir que «el papel de mi padre ha tenido una constante, que ha sido intentar encontrar una salida honorable para todos en este conflicto».
En 2006, cuando ETA opta por volver a la lucha armada «su padre decide retirarse», escribe AFP, para añadir que «esa es una versión que no desmienten otros actores del conflicto vasco».
Como hicieran destacados intelectuales, a través de medios como ‘Libération’, y también la propia defensa de Urrutikoetxea, a través de ‘Médiapart’, Egoitz Urrutikoetxea evoca las figuras de Nelson Mandela y de Gerry Adams para afirmar que «tuvieron la altura de miras de sentarse en torno a la mesa con los adversarios de ayer y ello tras convencer a los de su propio campo». Y añade: «Yo diría lo mismo de lo hecho por mi padre».
Al hilo de esa tribuna firmada por intelectuales, en su mayoría franceses, y de la réplica dada a la misma por un grupo de profesores españoles, Egoitz Urrutikoetxea habla sobre el atentado de Zaragoza, que causó 11 víctimas en 1989, uno de los atentados que, con años de retraso, la justicia española pretende atribuir al militante recluido en La Santé.
«Mi padre fue condenado en 1990 como responsable del aparato internacional y político de ETA (...) en esa organización había una enorme compartimentación. Él no estaba al corriente de ese atentado», afirma Egoitz Urrutikoetxea.
Tras confirmar que su padre residió hasta su detención en un chalet de montaña de Saint-Gervais, Egoitz afirma que después de todo su padre puede sentirse hoy en cierto modo liberado, ya que, concluye, «vivir en clandestinidad es una auténtica condena».