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Ambientes dispares en los escenarios de Kobetamendi

Los raperos tejanos Brockhampton, el quinteto Idles y la catalana Rosalía fueron las estrellas de la noche del viernes en el festival BBK Life.

Rosalía actuó con sus bailarinas frente a 40.000 personas. (Monika DEL VALLE / FOKU)

En ocasiones parece que el mundo está divido entre esos jóvenes que tienen una lonja alquilada debajo de vuestras casas, y sus progenitores. La juventud se reune allí para fumar, beber, escuchar a Rosalía, jugar al Fifa y estar sentados en viejos sofás rescatados de la basura. Sus mayores hacen lo mismo pero en sus casas, sentados en esos sofás que dentro de quince años acabarán en cualquier local.

El colectivo rapero de Texas Brockhampton podría haber salido de uno de esos cobertizos. El quinteto de punk crudo y ruidista inglés Idles bien pudiera pertenecer a la generación de los padres de Brockhampton. El elemento diferenciador será que ni a Brockhampton ni a Idles les gusta sentarse en el sofá a esperar que ocurra algo. Procuran que eso que ocurre, ocurra a través de ellos.

La historia de Brockhampton nace en un foro de internet y en su inquietud por redefinir el término musical boy band. En torno a esta idea se creó un amplio colectivo de músicos y productores que perdura un lustro después. Dejaron atrás su particular sofá para articular un discurso musical con el rap como columna vertebral.

Sobre el escenario principal del BBK Live en la tarde del viernes, Brockhampton supuso un soplo de aire fresco en una calurosa y soleada tarde. Convirtieron Kobeta en una fiesta juvenil y dividieron al público en dos. Entre los que vivían la vida en el incesante pogo de las primeras filas y el resto de curiosos.

Acto seguido, Idles en el segundo escenario del recinto bilbaíno. Los progenitores. Haciendo lo mismo pero con más recorrido intelectual y temporal que Brockhampton. Profundizando de una forma obsesiva en un punk sátiro, grotesco y feo. Con hedor a cloaca y a cuarto cerrado. Desde la repetición y la cacofonía. Desde el berrido, la desfachatez y la provocación. El punk cuando ya no queda espacio para más punk. Idles ha encontrado un nuevo terreno en el que moverse y el directo, el de Kobetas también lo fue, es su hábitat natural. Un antes y un después.

Del punk al flamenco

Luego vino Rosalía e hipnotizó, en diferentes grados, a 40.000 personas para que escuchasen y viesen su propuesta de flamenco de estadio. Hay poco que discutirle a la artista catalana en cuanto a su capacidad artística. Tampoco hay espacio para el debate en cuanto a su habilidad para vender un producto atractivo a nivel mundial. Sí existe terreno para la crítica cuando son sus aptitudes artísticas son las que quedan a un lado en favor del producto a vender.

El show de Kobeta comprendió tres bloques más o menos diferenciados. El primero, el de la sorpresa; resulta obvio que el espectáculo está hermanado, vía mimetismo, con el de grandes icónos del pop mundial como Beyoncé, Madonna, Katie Perry y Taylor Swift. Por lo tanto, el espectador intenta, atónito, situar en el espacio tiempo a todas las bailarinas, el coro, las luces, las rampas, las pantallas y a la propia Rosalía.

En el segundo bloque, el central, Rosalía se vuelve más intimista dentro de las posibilidades que da un concierto ante 40.000 personas. El flamenco fluye con naturaleza y elegancia y la capacidad artística innata de Rosalía sale a flote entre tanta luz y tanto ruido.

El tramo final es donde quizá todo descarrile. Rosalía representa entonces lo peor de su producto y lo más alejado de su arte. Pero al gran público le da igual. Al gran público siempre le da igual. La cordura vuelve, en parte, con el hit “Malamente” y Rosalía sale fortalecida del escenario.  

La noche siguió con una gran actuación de los veteranos del brit pop Suede. Los de Brett Anderson parecen estar viviendo una segunda juventud algo que empuja a esta gira de grandes éxitos hacia terrenos memorables. Posteriormente, The Strokes cerraron la propuesta rockera del viernes noche en el escenario principal con su sobriedad característica.