Chivite, entre el esperpento de Otano y el legado de Barkos
María Chivite se convierte hoy en presidenta navarra y tiene dos espejos en los que mirarse: el de su partido (encarnado en dos precedentes tan poco evocadores como Urralburu y Otano) o el de la Nafarroa en transformación que le lega el Ejecutivo Barkos.
Santos Cerdán, el diputado navarro al que se pinta como el Rasputín que ha conseguido el aval de Ferraz a Chivite, destaca que el PSN vuelve a liderar el Gobierno navarro después de 23 años. Paradójicamente es en la sede del Paseo de Sarasate donde menos ganas debían tener de recordar aquel episodio, que sacudió al partido hasta dejarlo en manos de una Gestora. El 18 de junio de 1996, aquel gobierno de Javier Otano saltó por los aires con la dimisión fulminante del presidente al revelar ‘Diario de Navarra’ que había titulado una cuenta en Suiza. Se cuenta que cuando le llamaron la noche anterior para advertirle de la noticia, Otano estaba jugando a cartas con dirigentes de UPN o la UGT. El sucesor de Urralburu era un hombre más del Régimen, pero Roma no paga a traidores.
Por la composición y la relación de fuerzas parlamentaria, quizás aquel ejecutivo de 1995 sea el más parecido históricamente al ahora conformado. El PSN tomó el poder con apenas 11 escaños, igual que ahora; UPN se quedó relegado a la oposición pese a ser ganador electoral, con 17; lo que hoy es EH Bildu tenía los mismos 7 (5 de HB y 2 de EA); y el espacio de izquierda españolista llegaba a 5 (entonces de IU, ahora hay 2 de Podemos y 1 de I-E). El factor realmente diferente –y catalizador de aquel experimento– eran los 10 de CDN, la escisión de UPN generada por Juan Cruz Alli, similar en potencia a lo que ahora aporta Geroa Bai (9).
Otano formó gobierno con CDN y EA, respaldado desde fuera por IU. Nadie sabía que iba a hacer aquel ejecutivo (¿un referéndum sobre la «integración» en la CAV para intentar liquidar el asunto que no se votó en 1978-1982?). Y no hubo tiempo de testarlo porque, si Otano y Alli tenían algo en mente, no tenían capacidad alguna de desarrollarlo. Bastó que se dieran algunos pasos hacia un Órgano Común Permanente con la CAV para que los poderes fácticos se activaran, liquidando a Otano, maniatando al PSN para otra década y dejando políticamente tocado de muerte a Alli para siempre. El golpe le fue fácil al Régimen en un tiempo en que ETA atentaba y en Nafarroa la violencia policial y la «kale borroka» eran realidad diaria.
Otano se libró de la cárcel; su predecesor y mentor, Urralburu, no, en un PSN que apestaba a corrupción. Chivite puede ser la tercera en esta saga... o la segunda de una nueva era en Nafarroa muy lejos de aquellos tiempos tan políticamente tenebrosos. El cuatripartito de Cambio deja en el herrialde una buena situación económica, avances claros hacia la igualdad, un grado de convivencia que nada tiene que ver con el de los 90 y unos poderes mucho menos fácticos que entonces. La relación de fuerzas puede parecerse a la de aquel de 1995, pero las condiciones políticas son las mismas (en realidad mejores) que las de 2015.
Otano o Barkos, Chivite tiene la palabra.