El hijo muerto
[Crítica: ‘So long, my son’]
Wang Xiaoshuai reincide en su tématica favorita, su propio país, para seguir incidiendo en la conducta social y política de China. Siguiendo la estela del largometraje de ficción ‘Red Amnesia’ (2014), su documental ‘Chinese Portrait’ (2018) y sin perder de vista el que es tal vez su mayor logro creativo, ‘La bicicleta de Pekín’ (2001), el cineasta chino elabora una sutil e íntima radiografía descarnada que elude en todo momento el subrayado reivindicativo a la hora de exponer los desórdenes económicos, sociales y políticos vividos en el gigante asiático en la década de los setenta y que se prolongan en la actualidad.
Todo ello queda expuesto en un tremendo drama familiar que nace con un prólogo en que queda expuesta la ruta que desarrollará este extenso e intenso filme a lo largo de sus 185 minutos. A través de un encandeado de flashback redescubrimos la ruta vital de una pareja marcada a fuego por la dolorosa pérdida de un hijo que falleció ahogado en un estanque; con el tiempo redescubrimos que esta pareja tiene otro hijo que responde al mismo nombre del fallecido.
Monumental en su exposición, ‘Hasta siempre hijo mío’ se sustenta en un impecable trabajo actoral y en una narración muy puntillista que a ratos se difumina por culpa de las subtramas que salpican la narración. El interés del cineasta se concreta en todo momento en la pareja protagonista y su círculo de amistades y delega en el hijo adoptado la subversión que se instaura en una relación familiar abocada al obligado encontronazo generacional.