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Entrevue
Alejandro Landes
Director de la película ‘Monos’

«Si algo rompe fronteras son las ideas de guerra»

Angustiante e inquientante y premiada internacionalmente, ‘Monos’ que compite en la sección Horizontes Latinos sumerge al espectador en la espesura de la selva a través de un grupo de adolescentes que pertenecen a un grupo armado, no identificado –aunque son muchas las referencias y mensajes subliminales que hacen pensar que se trata de una guerrilla–, que tienen una doble misión; cuidar de una vaca  y de una rehén.

El director de cine Alejandro Landes en el Hotel María Cristina. (Jon URBE/FOKU)

Si bien su director, Alejadro Landes, trata de desligar la película del contexto actual colombiano situándola en un plano más amplio y de desposeerla de cargas ideológicas, ‘Monos’ habla de la guerra y da una visión de la misma. En entrevista con NAIZ, sostiene que «si algo rompe fronteras son las ideas de guerra».

¿Qué le llevó a narrar la guerra desde el punto de vista de un grupo de adolescentes?
Toda la película busca un lenguaje fronterizo; no son niños, tampoco son adultos; el lugar parece el paraíso pero también podría ser el infierno. No sabes si es futuro o pasado, tampoco sabes si el grupo es de izquierdas o de derechas. La idea era buscar una situación fronteriza. Hay una búsqueda de identidades, matices de grises y siento que eso pasa en la adolescencia. Quería hablar del futuro, de lo que se viene y creo que eso es más fácil con gente más joven que tiene la vida por delante.

En la película no se identifica con nombre al grupo armado, pero son muchas las referencias que llevan al espectador a pensar que se trata de un grupo guerrillero.
Cuando te metes en los códigos y ritos de estos grupos, aunque parecen estar ideológicamente en bandos muy opuestos, son muy parecidos. Es más, cuando estuve haciendo mi investigación de chicos, conocí a jóvenes que habían militado en la guerrilla y con los paramilitares, ideológicamente completamente distintos pero en su día a día, en cómo lo vivían, es la misma cosa.

¿Qué referencias ha tomado a la hora de hacer esta película?
Por un lado está la larga tradición de la violencia del conflicto en Colombia. Por otro, a mi abuelo paterno, californiano, lo enviaron a Normandía, a luchar en la II Guerra Mundial. Yo crecí escuchando historias de esa guerra. Tenía 24 años y aquellas vivencias obviamente lo marcaron. Sin embargo, siento que hay una gran diferencia de esas guerra épicas que conocieron nuestros abuelos o bisabuelos con unas primeras filas mucho más definidas y claras. De los conflictos que se ven ahora, tanto en Colombia como en Siria o Afganistán, están muchas veces peleados desde la sombra; las alianzas van cambiando, no hay un principio ni un final. No hay una primera fila gloriosa, romántica, épica como la que se conocía en las guerras mundiales. El conflicto hoy día es muy irregular.

También tomo como referencia las dinámicas de poder que podrían darse en el patio de colegio. No hice una película para contar una obviedad, que es la de que los niños no deberían de tener un lugar en la guerra. Quería ir un paso más allá y el comportamiento que ves en ellos es el nuestro; la búsqueda de poder, el deseo de ser amado, las líneas difusas entre víctima y victimario. Por lo general, el ser humano se siente más cómodo cuando etiqueta las cosas, por eso la película no te da pistas de dónde vienen, las razones de militancia de cada uno de ellos, qué creen. La película elimina todas esas razones estructurales, descontextualizarla es un ejercicio para forzar al espectador a estar en el presente y con los personajes. Lo único que sabes de ellos es su momento presente, nada más.

¿Cómo sitúa ‘Monos’ en el contexto actual de Colombia, con una acuerdo de paz con las FARC-EP, con un proceso congelado con el ELN, con el anuncio del regreso a la lucha armada de antiguos dirigentes de las FARC?
‘Monos’ no se puede leer con el diario de hoy. No es el primer proceso de paz que vive el país y, posiblemente, no sea el último si no se cuida, y una organización se vuelve otra. Por eso en la película, ‘Patagrande’ arma su propia organización. Curiosamente, ya hay una organización que se está volviendo otra con un grupo rompiendo el acuerdo y armando otra guerrilla. Ocurre lo mismo en la guerra contra el terrorismo, arrancas con Al Qaeda, después se vuelve ISIS… y van cambiando los nombres. Es interesante cómo el ciclo de la violencia crea una nueva organización.

Sé que para el mundo lo más famoso han sido las FARC pero ha habido todo tipo de ejércitos rebeldes en Colombia, algunos ideológicos y otros totalmente mercenarios. Sería un error leer la película en términos de FARC-Estado. El diseño y producción de la película se inspira en varios conflictos irregulares –miramos Siria, los movimientos rebeldes rastafari, los uniformes de Rusia en su incursión en Crimea, distintos uniformes de ayer y hoy en Colombia–. Si algo rompe fronteras son las ideas de guerra que, por lo general, migran a la velocidad de un relámpago y van de un país a otro.

¿Qué papel juega el cine en la construcción de la paz y del relato?
El cine tiene que ser subversivo, ante todo tiene que funcionar como lo hacen los sueños. Tiene que apelar a tu consciencia pero también a tu subconsciente. Cuando el cine va demasiado de frente y simplemente busca una ingeniería narrativa, me parece que pierde ese soñar despierto del cual hablaba Luis Buñuel. Subversivo no solo en el sentido político, sino que lo tienes que vivir con el estómago, con la piel.

¿Qué mensaje busca?
No busco un mensaje, sino una conversación.

¿Qué conversación le gustaría generar en el actual contexto colombiano, tan delicado desde el punto de vista de la construcción de la paz?
La película desorienta en el tiempo, hay cosas que parecen apocalípticas y futuristas, otras que nos llevan a la década de los 70. Ojalá la vivas como un retrato más grande, no se trata del acuerdo de hoy, ni del de ayer, ni de un futuro, sino más bien es como preguntarte quién eres tú y hacia dónde vamos y eso se refleja en el país, porque está compuesto por personas, así que yo quisiera que cada persona vea y se haga esa pregunta. ¿Dejarías a «Pitufo» amarrado al árbol o te lo llevas? ¿Matarías a «Sueca» por recuperar tu libertad? ¿Si eres «Rambo» qué harías y si te toca recibir a «Rambo» qué harías? Hay gente que justifica completamente haber matado a esa niña para recuperar tu libertad cuando estás en esa situación. Eso es lo que debe hacer el cine; ponerte en situaciones complejas moralmente para generar empatía, no en el sentido de cariño sino de qué harías si estuvieras en los zapatos del otro.