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Sin violencia lo posible era... sedición

La elección del tipo de «sedición» no es irrelevante. Euskal Herria delató la cerrazón innata del Estado –también su brutalidad– y Catalunya ha confirmado que sin violencia tampoco todo es posible. Mejor que no se engañen; lo sabíamos. Solo España parece no conocer a España.

Ramón Sola

Ni «terrorismo» ni «rebelión»; «sedición». Y aun así hasta trece años de cárcel, más que los que se imponen por crímenes como el de Nagore Laffage cuando el criminal no es considerado un enemigo del Estado. Catalanes y vascos lo son.

«Sedición» significa que el Estado no ha hallado violencia que imputar, violencia en la que escudarse. Y con ello se viene abajo el argumento tan usado y abusado en Euskal Herria. No, sin violencia no era todo posible, sin violencia se ha dictado esa dura condena de cárcel. Quizás haya sorpresa en Catalunya; no en Euskal Herria, donde cientos de personas han acabado presas, inhabilitadas, incluso torturadas, sin haber ejercido violencia alguna, solo por su actividad política. Lo sabíamos.

Desde el prisma vasco, lo sorprendente por inhabitual resulta que los encarcelados no sean activistas ciudadanos sino gobernantes, líderes que llevaron al final su compromiso con el pueblo y con la democracia. Pero esto, en cambio, no habrá sorprendido en Catalunya. Lo sabían. Mañana 15 de octubre hará 79 años que fusilaron a su president legítimo, Lluís Companys. Su historia se repite, la sensación de humillación rebrota una y otra vez.

Quedaba Europa, ¿aún queda? Es un espacio donde el delito de sedición no existe o se castiga con penas menores. Donde los vascos pensamos que la violencia de Estado no se permitiría y donde los catalanes han creído que un referéndum nunca podría impedirse con cargas policiales. De momento España ha sido desnudada en ese espacio, a un nivel tal que no se camufla con un vídeo de ministros españoles recitando en cinco idiomas que España es una democracia, como para autoconvencerse a sí mismos. Ni siquiera se lava exhumando los restos de Franco, 44 años después.

Llámesele independencia o sedición, la lucha de dos pueblos pequeños pero enormes frente a un Estado grande pero minúsculo no se detiene ni agota, solo se transforma y sigue adelante, siempre con nuevas enseñanzas y marcos de acción. Eso también debería saberlo España, a estas alturas de la Historia.