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Marchas por la Libertad: empezar a caminar para no pararse más

Después de tres días recorriendo el territorio, las cinco columnas organizadas por la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural arrastraron una multitud hasta convertir la capital catalana en una enorme marea humana en defensa de la república y los derechos democráticos.


Pasan cinco minutos de las 12.00 del mediodía y justo a la entrada del paseo marítimo de Badalona, Joan, Ricard y Eric se suman a la Marxa per la Llibertat que llega a pie desde Premià de Mar, el municipio del Maresme donde a las 8.30 de la mañana se ha emprendido la última etapa de la columna que salió de Girona el pasado miércoles.

Los tres, de 22 años, ya habían asistido a la acción simbólica que los Comités de Defensa de la República (CDR) convocaron la víspera en la calle Marina de Barcelona y otras acciones que han tenido lugar a raíz del juicio y la posterior condena a los líderes soberanistas.

En Badalona, el paso de esta marcha, una de las cinco que la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural han organizado por varios puntos de Catalunya, despierta una enorme expectación entre los vecinos de la ciudad costera. La rambla se nutre de gente que aplaude, mientras otros levantan un castell en señal de hermandad y varias decenas más, ataviadas con banderas esteladas, hacen hueco para que la cabecera pueda seguir su camino sin problemas.

A la cabecera se incorpora Dolors Sabaté, la exalcaldesa independentista de la población, y otros concejales que quieren acompañar en primera fila a Marcel Mauri, vicepresidente de Òmnium; Betona Comín, hermana del exconseller de Salud exiliado en Bélgica, Toni Comín; y Laura Masvidal, mujer del exconseller de Interior Joaquim Forn, condenado a 10 años y medio en la causa del procés.

Detrás, a pocos metros, Joan, Ricard y Eric comentan la emoción que les causa participar en esta histórica movilización. «No pensaba que habría tanta gente, pero las redes sociales informan que la columna ya ocupa 9 kilómetros de carretera», afirma Joan. Para los tres, las Marxes per la Llibertat tienen que suponer un punto de inflexión en lo vivido hasta ahora. No solo por la cantidad de gente que han congregado –550.000 personas, según cifras oficiales–, sino porque «evidencian que esto ya no va de independencia sino de defender los derechos humanos más elementales», añade Eric.

Haciendo República al andar

La marcha va agregando grupos de gente a medida que se adentra en la corona metropolitana, hecho que obliga a ralentizar el paso o, cuando traspasa el puente sobre el rio Besòs, a pararse para que los de delante no taponen el acceso a la Gran Vía, que ya está a unos pocos centenares de metros.

Justo en este momento se oye el cántico “Nuestra sentencia: independencia!”, coreado con otro que no dejará de reivindicarse hasta llegar a la emblemática Torre Agbar: “Sí, sí, sí, Girona está aquí”. Son una representación de las 8.000 personas que, a primera hora del miércoles, salieron a paso ligero des de la ciudad de Girona. Llevan casi 80 kilómetros a sus espaldas. Están cansados, pero tienen la firme convicción de que las Marxes per la Llibertat son un paso de gigante para alcanzar la tan anhelada República catalana.

Dentro de este nutrido grupo, Joan y Carme expresan la buena sintonía que han observado durante estos tres días. «Hemos visto a personas con sillas de ruedas, otras de muy avanzada edad y algunas que, pese a tener obligaciones laborales o familiares, sólo han podido estar un día pero después han regresado cuando las circunstancias se lo han permitido. Ha sido una experiencia inolvidable».

Según este matrimonio, de 61 y 65 años de edad, cualquier esfuerzo es insignificante para responder a la represión que ejerce el Estado. «Si pensamos en los dirigentes políticos que han sido condenados por poner las urnas, lo mínimo es salir a la calle para defender la libertad tantas veces como haga falta», aseguran.

En el mismo bloque de Girona sobresale un joven ondeando la ikurriña y la bandera por la repatriación de los presos. Se trata de David, vecino de 33 años de Santurtzi (Bizkaia) que hace cuatro meses se instaló en Catalunya para vivir con su compañera. Consciente de la gravedad de la situación, David explica que se añadió a la marcha una vez conoció el alcance de la sentencia del procés. «El cuerpo me pedía apoyar al pueblo catalán, pues viendo la negativa del Estado a dialogar, no hay otro camino que seguir luchando hasta el final», afirma.

La amalgama de lemas y de cánticos terminaron por aupar una columna que, en el último tramo, sólo bajó su intensidad cuando la Gran Vía se estrechó en algunas partes.

El resto del camino fluyó a paso firme hasta que, en medio de aplausos, abrazos y algunas lágrimas, la cabecera entró en el parque de las Glòries coreando los tres lemas de la pancarta: Basta represión, autodeterminación y libertad.

A partir de ahí, los participantes se acercaron al punto de avituallamiento de la ANC o al que Sanitaris per la República montó con el fin de ayudar a quien se resentía de la larga marcha.

Una movilización que también sirvió como metáfora del camino hacia una República que, por algunos instantes, parecía que se palpaba con la punta de los dedos.