Serpientes de campaña, o por qué Vox no ilegalizará al PNV
El PNV ha estado listo para aprovechar el regalo de Vox al plantear una opción tan inverosímil como su ilegalización. Y Patxi López ha corrido a rechazarlo. Pero no hay que irse hasta Bertolt Brecht para recordar que una ilegalización decantó Lehendakaritza hace apenas diez años... y ambos estaban allí.
En el gran teatro de las campañas electorales nunca falta un debate de sainete (¿quién no recuerda aquel «aquí nadie va a hacer las maletas» de Aznar en la era de Lizarra-Garazi?) y es posible que el de esta acabe siendo que el PNV está en riesgo de ilegalización. Sabin Etxea tiene todos sus sentidos alerta en estos periodos y no ha tardado en captar que las bravuconadas de Vox pueden darle réditos. Primero fue Aitor Esteban quien ganó un tanto viral al no estrechar la mano a su contertulio ultra. Y tanto filón ha visto en ello el aparato jelkide que hasta ha sacado a escena a Iñigo Urkullu con un carta de tono antifascista.
Hacen bien el PNV y el lehendakari de la CAV en plantar cara a Vox, faltaría más. También Patxi López, cabeza de lista del PSE en Bizkaia, lo ha hecho. Pero la historia está incompleta si no recordamos que hace una década no hubo paso al frente, sino más bien atrás y a un lado. López fue lehendakari en 2009 gracias exclusivamente a la ilegalización de la izquierda abertzale que trampeó el escenario. El PNV lo dejó pasar sin dar batalla, cuando Iñigo Urkullu ya presidía el EBB. López ha introducido ahora el matiz de que no se pueden ilegalizar partidos «democráticos». Urkullu, ni eso, como si la historia empezara ahora.
Sería fácil echar mano de Bertolt Bretch («ahora vienen a por mí, pero es demasiado tarde»). Pero sería también muy excesivo, porque tanto Vox como PNV saben que la hipótesis es falsa, al contrario que aquella toma de posesión de López en Gernika que está en los libros de Historia. Hay muchas razones por las que no pasará; para empezar, que la ultraderecha no tiene tanta fuerza ni siquiera en España; para seguir, que el PNV está muy lejos de ser un enemigo del Estado como sí lo son hoy sus anteriores socios catalanes; y para acabar, que el soberanismo vasco de izquierdas seguro que nunca lo dejaría pasar.