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Carreras paralelas por vacunas y fármacos contra el coronavirus

La pandemia del Covid-19 ha acelerado dos carreras paralelas por encontrar una vacuna y un medicamento contra el coronavirus, multiplicando los proyectos en todo el mundo costosos y más lentos de lo deseado. Al menos siete vacunas han llegado ya a la primera fase de ensayos.

Trabajos de desarrollo de una posible vacuna en el laboratorio de Sinovac, en Pekín.(Nicolas ASFOURI/AFP)

La crisis sanitaria global provocada por la pandemia del Covid-19 ha hecho que el desarrollo de una vacuna, un proceso que puede desarrollarse durante cinco o diez años, se intente llevar a cabo en unos meses, sin la seguridad absoluta de que tenga éxito.

Actualmente, hay al menos alrededor de un centenar de proyectos de vacuna contra el Covid-19, incluidos diez en ensayos clínicos, según datos publicados por la London School of Hygiene & Tropical Medicine.

En ausencia de remedios probados para las formas graves de esta enfermedad, solo las vacunas a gran escala pueden proteger contra la enfermedad e interrumpir la transmisión del virus del Covid-19, que ha matado a más de 250.000 personas en todo el mundo.

La «inmunidad del rebaño» solo se alcanzaría si se llegara a contagiar al menos el 70% de la población, y tampoco así está asegurada la inmunización.

La vacuna la única forma de volver a la «normalidad», y deja en evidencia el riesgo de un mundo sin vacunas y la importancia de la inversión en investigación científica.

Frente a la ansiedad por hallar un remedio que ponga fin a la pandemia y ante el temor a un eventual rebrote, el problema es la relativa lentitud en el desarrollo de vacunas, su producción a gran escala y la realización de campañas masivas de vacunación.

Siete proyectos de vacuna avanzados

Siete de los proyectos de vacuna que se están desarrollando han alcanzado ensayos clínicos de fase I en humanos. Pero aun así, hay que tener en cuenta que más del 5% de las vacunas se desarrollan llegan a comercializarse, solo después de acreditar ser seguras, no tener efectos adversos y ser bien tolerada.

El objetivo principal de los ensayos de fase I es evaluar la seguridad y, en menor medida, la efectividad de un producto médico. En los de la fase II y en mayor escala en la III, se evalúa su efectividad, antes de cualquier autorización de comercialización por parte de las autoridades sanitarias.

Gran Bretaña, China, EEUU, Alemania

Un proyecto británico dirigido por la Universidad de Oxford y una empresa italiana, fuertemente apoyado por el Gobierno británico, ha suscitado expectación al comenzar ya los ensayos en voluntarios, y espera tener resultados positivos de algunos prototipos para el verano, pero estará todavía lejos de poder contar con las dosis masivas que se necesitan.

También otro proyecto alemán dirigido por el laboratorio BioNTech ha entrado en la fase I.

En China, otro proyecto liderado por la compañía CanSino se encuentra en una etapa aún más avanzada, con ensayos clínicos de fase I y fase II. Otros tres proyectos chinos están en fase I de prueba: uno dirigido por el gigante farmacéutico Sinovac, y dos liderados por el Instituto Médico de Shenzhen.

Una lista de proyectos de vacunas establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) menciona, además de estos dos, un tercer proyecto chino dirigido por el Instituto de Productos Orgánicos de Pekín y el Instituto de Virología de Wuhan.

Por su parte, Estados Unidos tiene dos proyectos de vacunas que se encuentran en fase I: uno dirigido por la empresa de biotecnología Moderna en asociación con los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos (NIH) y el otro por la biotecnología Inovio Pharmaceuticals.

Costes elevados y financiación mundial

Los elevadísimos costes de las vacunas convencionales, en las que se introduce el virus en el organismo para que generen anticuerpos, pueden reducirse usando solo un fragmento del genoma ARN del virus SARS-CoV-2, concretamente la proteína capaz de producir anticuerpos y proporcionar una respuesta inmunitaria.

La ventaja frente a proyectos anteriores es ahora la colaboración mundial. El lunes, líderes mundiales de 40 países, con las significativas ausencias de EEUU –que apuesta expresamente por lograrla en solitario–, Rusia e India, acordaron crear un fondo de 7.500 millones de euros para la investigación en una vacuna contra el Covid-19, asegurando que el objetivo es que llegue a todos los lugares del mundo a precios asequibles.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, había estimado que se necesitan 38.000 millones de euros, cinco veces más.

Pero se da por seguro que, en cualquier caso, la vacuna tardará y tanto la OMS como las grandes compañías farmacéuticas estiman un período mínimo de 12 a 18 meses.

Entre los más optimistas se encuentran expertos como la especialista en vacunas británica Sarah Gilbert, profesora de la Universidad de Oxford y comprometida con la biotecnológica Vaccitech en ensayos, o Frédéric Tangy, especialista en vacunas en el Institut Pasteur (que trabaja en tres proyectos de vacunas). Consideran posible tener una vacuna para finales de 2020.

Medicamentos reciclados

Mientras, se acelera la otra vía para frenar el virus, un posible tratamiento. Las farmacéuticas han recuperado decenas de medicamentos destinados a otras enfermedades, como la hidroxicloroquina o la cloroquina –en principio dirigidas a la malaria– pero que aún no ha despejado las dudas sobre su eficacia y se sospecha de posibles efectos secundarios como arritmias. En el Estado español se ha comenzado a testar en embarazadas.

La OMS ha calificado como «un rayo de esperanza» el tratamiento con el antiviral Remdesivir, con el que Estados Unidos planea comenzar a tratar en los próximos días a algunos de sus pacientes más graves de Covid-19.

Remdesivir, aplicado ya en EEUU

El medicamento acaba de ser aprobado por la vía rápida para su uso en EEUU, y su fabricante, la farmacéutica estadounidense Gilead, hace planes para exportarlo a otras naciones que le den luz verde y a expensas de lo que diga la Casa Blanca sobre la exportación del medicamento.

La farmacéutica con sede en California ha donado al Gobierno de EEUU «todo su suministro» de Remdesivir, unos 1,5 millones de viales o frascos que pueden servir para completar «100.000 o 200.000 tratamientos».

El Remdesivir, que se administra por vía intravenosa, comenzó a desarrollarse en 2009 y se probó sin demasiado éxito en pacientes de ébola la pasada década. Washington lo ha aprobado mediante una «autorización de emergencia» de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), como terapia experimental para los pacientes en estado grave.

Aunque algunos expertos advierten de que todavía no hay certezas sobre la seguridad de ese antiviral ni su eficacia para combatir el coronavirus, los indicios en ensayos clínicos apuntan que puede acortar la duración de la enfermedad.

El remedio tradicional de Madagasacar

Incluso un fármaco contra la acidez de estómago, la famotidina, se encuentra entre los que se están probando en otra carrera en la que la OMS han puesto algún freno al advertir del uso de remedios contra el coronavirus que no hayan sido sometido a ensayos clínicos que demuestren su eficacia y la ausencia de efectos secundarios adversos,.

Lo hizo tras la polémica por el tónico basado en artemisa comercializado en Madagascar y promovido por su presidente, Andry Rajoelina, que ha sido distribuido a 15 países de la Comunidad Económica de Estados de Africa Occidental (Cedeao).

La oficina de la OMS en África ha destacado que «aplaude las innovaciones en todo el mundo, incluida la reconversión de medicamentos y medicinas tradicionales y el desarrollo de nuevas terapias en la búsqueda de potenciales tratamientos frente a la Covid-19» y reconoce que plantas como la artemisa «están siendo consideradas como posibles tratamientos para la Covid-19», si bien ha hecho hincapié en que «deben ser sometidas a pruebas para analizar su eficacia y sus efectos secundarios adversos», un proceso que, incluso acelerado, puede llevar meses.