González ya reconoció que le proponían «volar a la cúpula de ETA»... y patinó con Marey
Felipe González se mantiene este lunes en silencio tras la revelación de los documentos desclasificados de la CIA que le señalan por aprobar los GAL. Pero en este 2020 cobra sentido recordar que hace justo diez años ya admitió que le propusieron «volar a la cúpula de ETA», pocos años después de aquella trama. Y tuvo un desliz significativo sobre el secuestro de Segundo Marey.
El documento de la CIA de enero de 1984 desclasificado ahora parcialmente señala a Felipe González por «acordar la formación de un grupo de mercenarios, controlado por el Ejército, para combatir fuera de la ley a los terroristas» con el objetivo de «asesinar a los líderes de ETA en España y Francia». El que fuera presidente español entre 1982 y 1996 asiste este lunes mudo a esta confirmación, pero el procedimiento descrito por la agencia de inteligencia estadounidense devuelve a la memoria algo que apuntó en 2010.
Fue en una entrevista a ‘El País’ y sorprendió a propios y extraños por la admisión de la existencia de pulsiones en favor de la guerra sucia en las «tripas del Estado», según su propia definición. Era algo que siempre había intentado negar hasta la fecha. Eso sí, González lo enunció en pasiva, indicando que se le había propuesto «volar a la cúpula de ETA» y que él lo había descartado tras un intenso dilema «moral».
Esta peculiar declaración se produjo en un momento, 2010, en que se estaba produciendo una relevante desescalada de ETA. La formuló exactamente entre los últimos atentados mortales de 2009 y el fin de la lucha armada en 2011.
La versión dada entonces por Felipe González se asemeja al modo en que plantea las cosas este informe de la CIA sobre los GAL, en el que se viene a dar a entender que el entonces líder del PSOE no fue el inventor de la trama, pero sí la autorizó o «acordó».
«Podría haber ahorrado asesinatos de inocentes»
Esto es lo que dijo exactamente González en aquella entrevista a ‘El País’: «Voy a decir una cosa que a lo mejor te sorprende. Todavía no sé siquiera si hice bien o hice mal, no te estoy planteando un problema moral, porque aún no tengo la seguridad. Tuve una sola oportunidad en mi vida de dar una orden para liquidar a toda la cúpula de ETA. Antes de la caída de Bidart, en 1992, querían estropear los Juegos Olímpicos, tener una proyección universal... No sé cuánto tiempo antes, quizá en 1990 ó 1989, llegó hasta mí una información, que tenía que llegar hasta mí por las implicaciones que tenía. No se trataba de unas operaciones ordinarias de la lucha contra el terrorismo: nuestra gente había detectado -no digo quiénes- el lugar y el día de una reunión de la cúpula de ETA en el sur de Francia. De toda la dirección. Operación que llevaban siguiendo mucho tiempo. Se localiza lugar y día, pero la posibilidad que teníamos de detenerlos era cero, estaban fuera de nuestro territorio. Y la posibilidad de que la operación la hiciera Francia en aquel momento era muy escasa. Ahora habría sido más fácil. Aunque lo hubieran detectado nuestros servicios, si se reúne la cúpula de ETA en una localidad francesa, Francia les cae encima y los detiene a todos. En aquel momento no. En aquel momento solo cabía la posibilidad de volarlos a todos juntos en la casa en la que se iban a reunir».
«Ni te cuento las implicaciones que tenía actuar en territorio francés, no te explico toda la literatura –prosigue Felipe González–, pero el hecho descarnado era: existe la posibilidad de volarlos a todos y descabezarlos. La decisión es sí o no. Lo simplifico, dije: no. Y añado a esto: todavía no sé si hice lo correcto. No te estoy planteando el problema de que yo nunca lo haría por razones morales. No, no es verdad. Una de las cosas que me torturó durante las 24 horas siguientes fue cuántos asesinatos de personas inocentes podría haber ahorrado en los próximos cuatro o cinco años. Esa es la literatura. El resultado es que dije que no».
El episodio narrado por González se sitúa unos pocos años después de los inicios de los GAL (octubre de 1983), no más de seis o siete.
La «detención» de Marey
En aquella entrevista Felipe González incurrió además en un revelador desliz. Fue al evocar el caso de Segundo Marey: «A Segundo Marey lo salva la orden de Pepe Barrionuevo para que lo suelten cuando se entera de que está detenido», relató. Obviamente no se trataba de una detención, sino de un secuestro en toda regla por el que los tribunales españoles condenaron al entonces ministro Barrionuevo y a su secretario de Estado, Rafael Vera, además de a otros cargos políticos y policías.
Fue célebre el modo en que Felipe González acompañó a Vera y Barrionuevo hasta la entrada de la cárcel de Guadalajara (1998) en la que cumplieron condena por breve tiempo, ya que serían indultados por el Gobierno Aznar.